Potente sirena alertará las crecidas del río Ulúa

La alarma se escucha en dos kilómetros a la redonda y al activarse, en caso de pasar los niveles de peligro, se avisará al valle de Sula para evacuar con urgencia.

Altura. El subcomisionado de Copeco, Estanlin Peña, señala hasta dónde llegó el caudal del Ulúa con Eta y Iota.

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Inguaya, Santa Bárbara

Santa Bárbara. No es que se vaya a escuchar hasta el valle de Sula, pero cuando suene la potente sirena instalada en lo alto de un poste en la aldea de Inguaya, solo significará una cosa: peligro total en la comunidad y en el valle.

Inguaya no aparece con nombre en Google Maps, pero se localiza a seis kilómetros del centro de la cabecera departamental de Santa Bárbara, por lo que es de su jurisdicción.

Durante las tormentas Eta y Iota en 2020, este pequeño pueblo donde habitan 182 personas vio crecer el río como jamás imaginó. Su caudal era cinco veces el normal y rodeó toda la comunidad. Inundó las partes bajas y los acorraló en un cerro cercano.

No tenían escapatoria, ya que por el lado que los conecta con la carretera RN-20, una quebrada que casi todo el año ni se ve, creció y les impidió el paso.

Aquello era una pesadilla que duró varios días porque perdieron todo y no pudieron salir a un sitio seguro.

A fin de evitar que ese acontecimiento se repita, Inguaya se convirtió en la primera comunidad en tener un sistema de alerta temprana y un plan de contingencias para evacuar en caso de ser necesario.

Estanlin Peña, subcomisionado regional de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), cuenta cómo funcionará el sistema e hizo una demostración en exclusiva al equipo de LA PRENSA Premium que visitó la comunidad.

“Se instaló un pluviómetro que mide las precipitaciones. Eso dará la pauta de cuánto puede crecer el río y se pintarán escalas en los paredones de los márgenes del Ulúa frente a la comunidad para determinar la altura del caudal”, afirmó.

Para preparar a la comunidad se han hecho dos simulacros y se conformó el comité local de emergencia, que es muy activo y se mantiene en capacitación.

En el centro del poblado hay un pequeño quiosco techado y un área abierta que se fijó como punto de encuentro para una posible evacuación.

Al costado hay un poste en donde se colocaron dos bocinas que se escuchan en todo el pueblo, en un radio de dos kilómetros y que se activará cuando los niveles del pluviómetro, y por ende del Ulúa, sean de preocupación.

En un pequeño inmueble donde funcionaba la clínica está el sistema de control y de radio conectado a una batería en caso de que se vaya el fluido eléctrico para avisar de inmediato si el río se vuelve peligroso.

El Ulúa ha mantenido en alerta preventiva al valle por las lluvias de junio.

Inguaya está en una zona estratégica y potencialmente peligrosa.

Junto a La Isla, al otro lado del río, son los primeros sitios poblados en colindar con el río que nace justo a dos kilómetros y medio arriba, producto de la unión de otros dos monstruos hidráulicos: el Jicatuyo, que viene desde Lempira, y el río Grande de Otoro, que baja desde Siguatepeque en Comayagua.

El sistema de Inguaya no solo será de utilidad en el pueblo. Para el valle de Sula será vital pues ahora es el primer sistema de medición del río, ya que está a 22 kilómetros por detrás de Chinda, el sitio desde donde de momento se envían alertas cuando el río va con caudal potente hacia Villanueva, Pimienta, Potrerillos, San Manuel, El Progreso y todos los ramales.

“Cuando el río crece de manera exhorbitante aquí, el valle de Sula corre un gran peligro de inundaciones”, afirmó Peña, quien mantiene comunicación directa con los técnicos del Instituto para la Protección y Desarrollo Sostenible del Valle de Sula, que no es lo mismo que la otrora Comisión para el Control de Inundaciones del Valle de Sula.

Gustavo Ayala, vicepresidente del patronato de Inguaya y tesorero del Codel, fue el encargado de encender la alarma. El aparato sonó durante dos minutos y de manera inmediata, los pobladores dejaron la comunidad y se reunieron en el punto de encuentro. Aunque sabían que no había emergencia, el entrenamiento ahora los hace estar alerta.

“Estamos aprendiendo como comunidad. Estamos en un lugar de riesgo. La alarma sirve para alertar a la comunidad, como se observó, ellos se empezaron a movilizar y eso es lo importante”, explicó.

Ayala es consciente de que el Ulúa es un vecino peligroso, pero en cierta forma lo justifica, ya que antes no se comportaba así. “Los seres humanos estamos causando daños y estas son las consecuencias. Hoy tenemos que aprender con esta situación, y estar alerta a cualquier llamado”, afirmó Ayala.

El río desnudó las raíces de los árboles tras las gigantescas crecidas de Eta y Iota en esa zona.

Aunque en Santa Bárbara toda la vida han convivido con los dos ríos más caudalosos de la zona norte, el Ulúa y el Chamelecón, pocas veces estos colosos causaban daños en las comunidades ribereñas del departamento. Tras Eta y Iota eso quedó atrás. Muchos sufrieron daños irreparables, se perdieron vidas y la vulnerabilidad ha aumentado ya que ambos ríos quedaron azolvados aguas arriba y han ampliado sus márgenes.

Eso los tiene potencialmente cerca de zonas pobladas, lo que aumenta los riegos cada temporada lluviosa.

A fin de organizarse y evitar futuras tragedias, Copeco, fuerzas vivas e instituciones como la Agencia Católica Irlandesa (Trocaire) y su programa Preparemos -que respalda la Unión Europea-, así como la Comisión de Acción Social Menonita (Casm) apoyan proyectos de prevención de desastres con las comunidades.

Juan José Reyes, jefe del Sistema de Alerta Temprana de Copeco, dijo en una reciente visita a Santa Bárbara que el sistema de Inguaya será una autoalarma, que en conjunto con la participación comunitaria ayudará a salvar cientos de vida. Y la idea es seguir instalándolos en otros sectores en igual vulnerabilidad.

“Nosotros le damos especial importancia a Santa Bárbara porque todas las lluvias que caen en este sector y el resto del occidente repercuten en el valle de Sula”.

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