Frontera del sur, puerta abierta para los pandilleros

LA PRENSA Premium recorrió puntos ciegos en la frontera sur entre Honduras y El Salvador y evidenció que solo el país vecino se preocupa por brindar seguridad.

Varios puntos ciegos de la frontera entre Honduras y El Salvador están muy cerca del canal seco.

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Caridad, Valle.

La seguridad en la frontera sur con El Salvador reposa en la buena fe de militares cuscatlecos que viven en humildes casas a lo largo de la línea fronteriza y que fueron llevados ahí para evitar el paso de hondureños durante la pandemia del covid-19.

LA PRENSA Premium recorrió varios puntos ciegos de los municipios fronterizos de Valle (Alianza, Goascorán, Aramecina y Caridad); los pandilleros tienen una puerta abierta para ingresar al país. Evidenciar la falta de protección de las Fuerzas Armadas resultó ser más sencillo de lo que se esperaba.

La primera zona de paso clandestina en quedar expuesta se localizó en la aldea Las Delicias, municipio de Caridad, Valle. Ese punto conecta por medio del río Guajiniquil al municipio de Concepción de Oriente, departamento de La Unión, en tierras salvadoreñas.

El paso ciego está a unos 25 minutos a pie del canal seco por medio de una carretera de tierra que se encuentra en buen estado.

Durante el recorrido, del lado hondureño se avanzó sin ningún problema a pie hasta el río Guajiniquil, que en esta temporada del año parece una quebrada plagada de charcos.

Un efecto cucaracha puede ocurrir tras decretarse un estado de excepción en El Salvador para capturar pandilleros. Analistas recomiendan reforzar la frontera.

En el trayecto se pudo evidenciar unas cuantas casas dispersas, pero por ningún lado la presencia militar hondureña, apenas se encontró a dos hombres que aseguraron que estaban en la zona para realizar pesca.

Se les consultó si miraban militares hondureños, pero expresaron que solo salvadoreños de vez en cuando, incluso, mostraron dónde se llevaban.

Ante la ausencia de las autoridades se decidió cruzar por ese punto ciego, el paso es sumamente sencillo, bastó ir saltando algunas piedras y en menos de dos minutos ya estábamos en tierras cuscatlecas.

Platicando en el corredor de una humilde vivienda verde se encontró a dos militares salvadoreños que cuidan su territorio.

La calamidad del lugar resultó evidente, un par de ollas viejas en un improvisado fogón, varios platos de plástico embarrados de frijoles y arroz, cáscaras de huevo y envoltorios dispersos por el terreno.

La vivienda medio despedazada no tenía baños, solo tenía levantados unos improvisados nailons negros para evitar que los militares queden a la intemperie al bañarse o realizar sus necesidades fisiológicas.

Durante la pandemia del covid-19, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ordenó la militarización de toda la frontera con Honduras para evitar que catrachos pasaran a su tierra y propagaran el virus.

El equipo de LA PRENSA Premium comentó que realizaba un recorrido por los puntos ciegos para verificar la presencia de militares hondureños que impidieran el paso de pandilleros de su territorio.

Luego de pedir documentos, tomar fotos y enviarlas a sus superiores, los uniformados explicaron que desde la pandemia el presidente salvadoreño Nayib Bukele ordenó que se militarizara la frontera con Honduras por temor a contagios de covid-19.

Desde ese entonces, en cada kilómetro hay una casa o espacio con presencia de soldados, “no fue por los pandilleros, esto ya estaba, pero del lado hondureño nosotros que caminamos por todo aquí no miramos personal militar ni en la pandemia, peor ahora”.

El soldado comentó que debido a su presencia los pandilleros tienen un poco más de cuidado al momento de pasar a Honduras, pues saben que van a ser detenidos, pero al cruzar el río ellos no pueden hacer nada, solo ver cómo se internan en tierras catrachas.

Maras y pandillas
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