“Todos vivimos del momo, aquí nadie siembra otra cosa”

En la aldea de Montefresco, al norte de El Cusuco, no hay agua ni luz, y el cardamomo, aunque mal pagado, es su medio para subsistir.

Las comunidades montaña arriba son pobres y carecen de servicios básicos. Fotos: Moisés Valenzuela.

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QUIMISTÁN

Aunque el cardamomo es el cultivo reinante en las zonas altas de El Merendón, tanto por el lado patepluma como por el lado de Omoa, la fortaleza económica con que domina en los mercados mundiales no se refleja en las comunidades donde se cultiva.

El equipo de LA PRENSA Premium recorrió la montaña donde el “momo” es el arbusto de moda, y pese a que en temporada de cosecha es muy apetecido por los intermediarios, quienes lo producen apenas sacan para el diario vivir.

“Aquí todos vivimos del cardamomo desde hace 15 años. Nadie siembra otra cosa, fincas no hay. Por el frío, si siembra una milpa se “hiela”, se daña el elote”, señala Eugenio Ramírez, presidente del patronato de la aldea Montefresco, ubicada en la frontera de la zonas de amortiguamiento y núcleo de El Cusuco, por el lado de Quimistán.

Desde esa comunidad, la noche se vuelve un espectáculo visual si no está lloviendo.Tienen desde la cima de su comunidad la imponente vista de la bahía de Omoa y pueden divisar tanto las luces urbanas como las de los barcos.

“Nosotros aquí vivimos felices. Todos los días llueve. Aquí no hay verano. A veces vamos a Pinalejo y nos regresamos rápido porque hace mucho calor”, dice el humilde campesino.Señala que aunque las ganancias que le deja el “momo” son pocas, no tienen mas opciones.

“Ahora nos pagan a 1.50 o 2 lempiras la planta. Y en una manzana bien se siembran unas mil plantas, pero como ahorita está barato, eso nos pagan”, expone el agricultor.

“Cuando el precio del momo está bueno nos va mejor. Yo lo más que he sacado son 300 galones. Lo bueno es que crece rápido. Desde que la siembra, al año ya está produciendo”, afirmó.

Hasta hace menos de un mes, la gran mayoría no tenía electricidad. Aunque a Montefresco no ha llegado, confían en que pronto será, lo que sí tienen es escuela nueva y un clima privilegiado.

En la comunidad que carece de agua potable y energía eléctrica viven 42 pobladores, de los que 23 son niños en edad escolar.

El día que el equipo de LA PRENSA llegó estaban jubilosos porque la escuela recién construida por las autoridades municipales de Quimistán ya estaba casi lista para ser ocupada por los pequeños, que debían recibir clases en un pequeño salón donde se mojaban cada vez que llovía.

“Ya solo falta pintarla y culminar la fosa séptica para que los niños tengan baño y no hagan sus necesidades en el monte, como antes. Aunque solo tenemos un maestro, él ya está deseoso de retomar las clases porque los niños siguen sin comenzar el año”, expuso Ramírez.

La vieja escuela da algo así como nostalgia y a la vez pesar. Es de madera y tiene un pizarrón con unos cuantos pupitres. Lo que más estremece ahí es abrir el mueble de madera que aloja los libros. La mayoría están polvosos, sin pasta y son muy viejos.

“Aquí tenemos muchas necesidades. La principal es el acceso a agua. Sí traemos agua desde una quebrada cercana, pero no recibe tratamiento. Además, pedimos el proyecto de luz y la reparación de la carretera”.

Del lado municipal de Quimistán, Armando Sarmiento es la voz autorizada en cuanto a bosques y su conservación.Él trabaja en el desarrollo comunitario de las más de 35 aldeas que hay en la montaña y señala que, aunque hacen un trabajo muy cercano con ellas, es imposible evitar que la mano humana deje su huella.

“En la zona de amortiguamiento del Cusuco podemos observar la influencia humana, muchas áreas de cultivos de cardamomo, ganadería y pasturas. Podemos ver las características de un bosque nublado donde se origina la mayor cantidad de vertientes que nutren las principales cuencas de Omoa y Quimistán. Es una parte vital para la conservación del parque, no debería haber intervención humana, pero lo permite el plan de manejo”.