Batalla por la libertad
Exclusivo para Suscriptores
¿Ya tiene su suscripción? Únase a nuestra comunidad de lectores.
SuscríbaseGracias por informarse con
La Prensa
Alcanzó su límite de artículos
Suscríbase y acceda a artículos, boletines, eventos y muchos más beneficios, sin límite.
SuscríbaseGracias por informarse con
La Prensa
Artículo exclusivo bajo registro
Inicie sesión o regístrese para acceder al mejor contenido periodístico.
Iniciar SesiónGracias por informarse con
La Prensa
La invasión rusa a Ucrania no puede ser vista por los países democráticos y civilizados como una guerra lejana más. Lo que se juega en territorio ucraniano es, nada más y nada menos, que una auténtica batalla por la soberanía de los pueblos, por el derecho a la autodeterminación, y en contra del autoritarismo y las conductas dictatoriales, procedan de donde procedan.
Desde que el partido del presidente Zelensky asumió el poder en Ucrania, hace un par de años, Moscú mostró cierto recelo, porque se trata de una formación política que apuesta por una mayor integración con Europa y, por lo mismo, menos cercana a Rusia. De hecho, los ucranianos han dicho sin miedo que aspiran a formar parte de la Unión Europea, y, ante la permanente amenaza rusa, adherirse a la OTAN.
Putin, que se ha convertido en el nuevo zar de Rusia, y que lleva más de 20 años usufructuando el poder en esa nación, ha ido alejándose cada vez más de las aspiraciones libertarias que surgieron luego de la caída de la Unión Soviética y de la recuperación de la soberanía de los países del Pacto de Varsovia, que no eran más que satélites de la órbita soviética, porque carecían de autonomía y pedían permiso para todo al Kremlin.
En este sentido, Putin, parece que no termina de aceptar esta nueva realidad y mira, con nostalgia, hacia el pasado, aunque públicamente lo niegue. Los hechos, sin embargo, han mostrado como, alegando que la seguridad de su país está en juego, ha atacado y desmembrado territorios a Georgia y Ucrania, y, ahora ha invadido a esta última, en una acción que ha causado estupor en el mundo entero.
El Consejo de Seguridad de la ONU, con el veto de Rusia y la abstención de China, ha condenado la invasión; Occidente en pleno ha lanzado una lluvia de sanciones contra el gobierno ruso, y, claro está que la imagen de Putin se ha deteriorado internacionalmente y se ha reducido a la de un dictador irracional que quiere que, por la fuerza, otras naciones soberanas se sometan a sus dictados como en la época soviética.
Los países que desconocen los valores democráticos, algunos dentro de nuestra región o muy cercanos a Honduras, se han negado a condenar la invasión, porque prefieren mantener las simpatías de Moscú o de Pekín, y porque han perdido el sentido de respeto a la libertad y se han decantado por el autoritarismo.
Todos esperamos que la locura termine y que los ucranianos recuperen la paz, mientras Putin cae en cuenta que tanto el régimen zarista como la dictadura bolchevique son cosas del pasado.