Casas abandonadas, calles solitarias y paredes manchadas: el escalofriante territorio de las maras en SPS
Las personas pueden transitar por calles principales, pero si entran a pasajes, la muerte es casi segura. Las estructuras criminales como la MS-13 y la pandilla Barrio 18 dominan extensas zonas delimitadas por fronteras invisibles, puntos que son escenarios de constantes tiroteos.
Un equipo periodístico de LA PRENSA Premium se adentró en el oscuro territorio controlado por maras y pandillas en el sector Rivera Hernández de San Pedro Sula.
Al adentrarse es palpable el panorama peligroso, donde existen lugares con cicatrices de violencia y abandono.
Se observan lotes de terreno en venta a “gallo muerto” (bajo precio) y muros con letras y símbolos de pertenencia a las maras.
Durante el recorrido se cruzaron cinco fronteras: una de la Mara Salvatrucha, una de Los Tercereños y tres de la Pandilla 18.
Estos puntos son triángulos geográficos que se pueden detectar al mirar edificios deteriorados y placazos sobre muros (paredes manchadas por grafiti con simbología de la Mara Salvatrucha y Pandilla 18), pero del resto de bandas es imposible apreciarlas con facilidad puesto que trabajan de manera más invisible.
En la Rivera Hernández hay un despliegue operacional clandestino de seis bandas. Estas tienen sus puntos de control y fronteras, donde para un ciudadano común sería complicado poderlas diferenciar aún teniéndolas entre “sus narices”. Allí operan Los Tercereños, Los Vatos Locos, Los Olanchanos, Los Bordeños, y principalmente las más grandes: Pandilla 18 y Mara Salvatrucha.
Transitar sobre los bulevares es posible, pero meterse a los pasajes para cualquier desconocido es la muerte.
La mayoría de calles y pasajes lucen completamente solitarios. La gente permanece encerrada en sus casas por posibles enfrentamientos entre grupos
“Aquí si lo miran solo le caen, toro (hombre), tiene suerte si no lo matan, lo menos que pueden hacer es robarle”, exclamó entre sarcasmo uno de los oficiales que acompañó al equipo periodístico de LA PRENSA Premium.
En el sector, donde cada familia tiene uno o dos parientes integrantes de las maras, se siente que los ojos vigilantes de los pandilleros están en todas partes.
Los policías aseguran que ingresan a todo sector sin excepción, porque sino sería dar poderío a las organizaciones. A lo lejos caminan dos muchachos mormones, pero se cree que a ellos los respetan, igual entran carros repartidores de comida y bebida, pero les cobran extorsión, no así vendedores ambulantes.
Los mareros tienen hasta cámaras instaladas y drones. “Sus ´banderas´ avisan cuando patrullamos”, dice la Policía.
En la Rivera Hernández no hay denuncias de vecinos contra pandillas por miedo a represalias, pues tampoco la Policía les garantiza seguridad.
Las casas y terrenos abandonados son comunes en los barrios y colonias del sector Rivera Hernández.
En estos puntos, a niños de 10 años en adelante ya los usan para vigilar; los centros educativos, iglesias y demás instituciones funcionan con aparente normalidad.
Los vecinos, aquellos que no forman parte del engranaje criminal, escuchan balaceras de vez en cuando entre las estructuras por dominio de territorio y, aunque al final todos saben lo que pasa, nadie mira ni escucha nada.
Incluso, se relató entre murmullos que en las últimas semanas, durante el día y la noche han estado escuchando de cerca gritos de personas que están torturando.
2023/07/1014:40H. / Unidad de datos e investigación
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