Poner lo amargo por dulce
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Cuatro días después de que Rusia comenzara a lanzar proyectiles de artillería sobre Kiev, Misha Katsurin, un restaurador ucraniano, se preguntaba por qué su papá, quien vive en la ciudad rusa de Nizhny Novgorod, no lo había llamado para saber cómo estaba. “Hay una guerra, soy su hijo, y él simplemente no llama”, expresó Katsurin en una entrevista. Así que Katsurin tomó el teléfono y le dejó saber a su papá que Ucrania estaba siendo atacada por Rusia. “Estoy tratando de evacuar a mis hijos y a mi esposa, todo es extremadamente aterrador”, le dijo. Pero su papá no le creyó, negándose a aceptar que se estaba produciendo una guerra y que Rusia estaba bombardeando a gente inocente en Ucrania.
Este extracto de un artículo en inglés titulado “Los ucranianos descubren que sus familiares en Rusia no creen que sea una guerra” parece estar haciendo eco de las palabras del profeta: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los... que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!” (Isaías 5:20-23). Pero cómo es posible que se dé algo así, se preguntará usted, que lo amargo se sienta dulce.
En los capítulos 1-39 del libro de Isaías, el profeta le habló de cierto juicio al pueblo debido a su continua idolatría y rechazo de Dios que le había vuelto un pueblo perverso, donde la gente ya no era arrastrada hacia el pecado, sino que lo buscaban y se deleitaban en él. Esto, querido lector, es la respuesta a la pregunta. Por eso el consejo pertinente: aceptemos a Dios para que continuamente nos ayude a llamar a las cosas por su nombre, es decir, poner lo amargo por amargo y lo dulce por dulce.