Nora de Melgar

Exclusivo para Suscriptores

¿Ya tiene su suscripción? Únase a nuestra comunidad de lectores.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Alcanzó su límite de artículos

Suscríbase y acceda a artículos, boletines, eventos y muchos más beneficios, sin límite.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Artículo exclusivo bajo registro

Inicie sesión o regístrese para acceder al mejor contenido periodístico.

Iniciar Sesión

Gracias por informarse con
La Prensa

No se requieren muchos argumentos para sostener que Nora Gúnera de Melgar Castro fue una mujer singular y especialísima. No solo por sus orígenes y formación profesional, orientada a la docencia como sus padres, sino por cosas que, por conocidas, se pasan por alto. Hasta que ella contrajo nupcias con Juan Alberto Melgar Castro, mujeres de su nivel formativo no le prestaban mucha atención a los militares, que no gozaban de mucho prestigio social. La mayoría venían de muy abajo, probando que la institución militar – igual que lo había sido antes la guerra- era y sigue siendo uno de los más efectivos mecanismos de ascenso social. Nora Gúnera constituye entonces un hito muy importante en este ascenso de los militares en la vida social y política legítima de Honduras.

Pero, además, Nora de Melgar fue una mujer sencilla, amable y cercana. Cuando nos conocimos, inmediatamente nos llamamos por nuestros nombres y empezamos una relación afectuosa, en la cual fue evidente la mutua simpatía. Misma que venía desde la amistad de sus padres con los de mi esposa, originarios de la misma región sur de nuestro país. Cuando estuvo al frente de la Junta Nacional de Bienestar Social –cuya desaparición y responsables todavía no han sido convenientemente juzgados– le dio continuidad a un modelo preventivo de los problemas de la sociedad y sus desajustes humanos inevitables. Contrario a lo que hicieran, posiblemente sin darse cuenta siquiera, Norma de Callejas y Bessy de Reina Idiáquez, que destruyeron a la Junta Nacional de Bienestar Social, que tenía como eje el liderazgo de la esposa del principal funcionario del gobierno, lo que facilitaba la coordinación, sin que esta terminara convertida en primera dama, y menos en una funcionaria que intentaba compartir el poder con el marido, en vista de que ello era un contrasentido porque nadie había votado por ellas. Aguas Ocaña, una española que conocía cómo funciona el modelo familiar del presidente del gobierno, inventó el Despacho de la Primera Dama y la volvió funcionaria.

Nora de Melgar tiene el mérito además de haber sido alcaldesa de Tegucigalpa, donde se desempeñó con discreción, orden y probidad. Su gestión nunca fue empañada por ninguna acusación que pusiera en entredicho su carácter de dama distinguida y de obligado respeto. Su mejor momento fue cuando se convirtió en la primera candidata presidencial, y sin tener atrás la sombra de su marido, que, para entonces, ya había fallecido. Es decir, que fue candidata por sus propios méritos y los electores tenían la seguridad de que, en el cargo, no tendría en la espalda a su marido dándole órdenes y tratándola como un ama de casa contratada mediante un extraño mecanismo en que él daba las órdenes; pero quien pagaba era el pueblo hondureño.

La campaña fue muy apretada. Las cifras de las últimas encuestas indicaban que podía derrotar al candidato liberal. Dos meses más le habrían bastado para derrotar a Flores, que en el tramo final de la campaña tuvo que emplearse a fondo para evitar ser derrotado. Este hecho deja claro que fue una mujer de méritos propios, que exhibía un talento natural para tomar decisiones y que contaba con la habilidad de escuchar a sus asesores, sin perder hidalguía o imagen. Creo, en la distancia que dan los años para juzgar el pasado, que habría sido una buena gobernante, que el país se habría enrumbado por una ruta distinta y que el Partido Nacional no habría dado el salto generacional que ahora nos tiene implicados en una polarización en la que priva la irracionalidad individual. Su muerte nos ha apenado mucho. Paz a su alma.

las columnas de LP