“La vida no es justa”

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Esa es una expresión de uso común y frecuente, por la mayoría de las personas. Es una manera de adjudicar al destino los malos resultados obtenidos en la vida. Es como una descarga de presión ante la impotencia. Como un lavarse las manos y dejar de sentir responsabilidad por lo que no se ha logrado.

Nuestra vida es un propósito. Una cadena interminable de propósitos. Pequeños, grandes, importantes algunos, intrascendentes otros. Los obtengamos o no determinará el grado de satisfacción que tenemos.

El problema es que muy pocos están dispuestos a hacer lo necesario para obtenerlos. Es más fácil decir que la vida no es justa.

La ley de compensación, una de las llamadas Leyes Universales, nos dice que recibes exactamente lo que das, y lo recibirás proporcionado a tu contribución. Interpreta contribución como esfuerzo, intención, determinación, tenacidad, nobleza.

Recibirás justo lo que estés dispuesto a pagar, y esto generalmente implica la forja de una actitud tesonera y dirigida a una meta. Implica sacrificar parte de tu tiempo en mejorar tus habilidades o estudiar otras, pero la ley no falla.

Recibes proporcional a tu involucramiento en lo que deseas. Y sin lugar a dudas la ley se refiere a aspectos honorables del buen vivir. Pero en la cotidianidad expresiones como esa marcan el pensamiento mediocre de muchos que se conforman viviendo por debajo de sus posibilidades solo porque es más cómodo, más fácil, perdiendo el tiempo en actividades que no generan ningún tipo de energía positiva y esperando que la fortuna les llegue sola.

Esperan ganar más dinero, pero no se dan cuenta que reciben justa paga a sus esfuerzos. Quieren recibir más haciendo lo mismo. Esperan éxito teniendo actitudes pasivas y pusilánimes.

“La vida no es justa” es el rótulo del escondite perfecto para guardar la pereza, el desánimo, el ocio, la indulgencia, la apatía, la desidia, la haraganería, la negligencia, la abulia, la autocompasión. Y el lugar ideal para enterrar sueños, ideales, metas, vidas con propósito. Lastimosamente el humano muy tarde en su vida se da cuenta que el tiempo pasa, que el reloj no se detiene y de repente se percatan de que no emplearon bien su tiempo ni sus dones. Y de allí viene la expresión. Es como una justificación, una queja, una excusa.

La vida si es justa. No hay equivocación en esto. Te paga lo que vales, y siempre compensa. Pero la pasión por lo que haces o deseas es lo que atraerá la elusiva justicia que exiges.