Aún nos falta

Exclusivo para Suscriptores

¿Ya tiene su suscripción? Únase a nuestra comunidad de lectores.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Alcanzó su límite de artículos

Suscríbase y acceda a artículos, boletines, eventos y muchos más beneficios, sin límite.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Artículo exclusivo bajo registro

Inicie sesión o regístrese para acceder al mejor contenido periodístico.

Iniciar Sesión

Gracias por informarse con
La Prensa

El pasado 11 de marzo se han cumplido dos años desde que se detectó el primer caso de covid-19 en Honduras, a día de hoy, se cuentan más de 417 mil casos y unos 10,842 fallecidos, aproximadamente. Son cientos las familias en duelo debido a este virus, que sin duda nos ha hecho vivir años difíciles en los que se ha puesto a prueba nuestra paciencia, solidaridad, sentido de ser familia, nuestro ser ciudadanos, cristianos y humanos.

Las autoridades aún piden prudencia, y ante el panorama mundial, muchos son los temores que surgen. Pero la diferencia, entre dejarnos hundir por el pesimismo, o hacerle frente a la tormenta, radica en saber sobrellevarla desde tres actitudes fundamentales: gratitud, humildad y esperanza. La gratitud: porque no estamos solos, El Señor camina con nosotros, dándonos fuerza, valentía, ánimo y luz para superar los obstáculos que vengan, y construir nuevamente lo que este vendaval ha echado por tierra. El papa Francisco nos ha dicho: “El Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cfr. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas, he resucitado y aún estoy contigo”. La humildad, para caer en la cuenta que por muy cómodos que viviéramos antes, por muy bien que nos fuera, faltaba algo, faltaba alguien en nuestra vida, y que había cosas que, definitivamente, teníamos que cambiar. El santo Padre nos recomienda: “Volver simplemente a lo que se hacía antes de la pandemia puede parecer la elección más obvia y práctica; pero, ¿por qué no pasar a algo mejor? Hemos demostrado que podemos hacerlo, que podemos cambiar, y ahora está en nuestras manos traducir estas actitudes en una conversión permanente, con resolución y solidaridad, para afrontar amenazas mayores y con efectos a más largo plazo”.

Y por último, la esperanza, animada por la fe que nos muestra a un Dios que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, brindándonos, la firme certeza de que es verdad que nuestro Dios es amor y esta seguridad hay que comunicarla, transmitirla, contagiarla, porque como afirma el Papa, es un “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta buena noticia. Es el contagio de la esperanza: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”. No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.

Covid-19
Pandemia
Vida
Dios
Santo Padre