Nicolás, el Cayo Zapotillo que más disfrutan los hondureños

Los Cayos Zapotillos son el final de la barrera de coral de Belice y están en el corazón de una zona trinacional sin fronteras marítimas definidas. Aunque no hay disputas, un fallo puede cambiarlo todo

Vista del Cayo Nicolás que está habitado por una sola familia y con varias viejas construcciones que dan cuenta de su pasado esplendoroso.

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Cayo Nicolás

Owen y Ana son beliceños, entienden poco el español y venden agua de coco a los turistas de Honduras y Guatemala, pero solo si llevan dólares de su país o de Estados Unidos.

Ahí los lempiras y los quetzales no son bienvenidos. Ellos viven en el cayo Nicolás con sus tres niños y les pagan por quedarse ahí temporadas de dos meses.

La residencia es de madera, se abastecen de energía eléctrica con paneles solares y captan agua potable de la lluvia, la cuál guardan en tanques de plástico y hasta en un viejo cayuco.

Todo lo que consumen lo llevan desde Punta Gorda, Toledo, una pequeña ciudad puerto localizada a unos 75 kilómetros al oeste de la reserva marina, y a 165 kilómetros de Belmopán, capital de Belice.

En lancha para ellos el viaje dura más de tres horas si hay buen clima. Desde que las embarcaciones con turistas se aproximan al encantador cayo con playas de arena blanca y agua cristalina, su misión es izar la bandera de Belice.

La colocan en un tubo y lo sujetan con piedras, pero el viento fresco del oeste, a veces no les colabora. Todos son amables y amistosos. Prestan su hogar y cocina para que ahí se preparen los alimentos de los turistas; por lo general, asados, ya que en ninguno de los cayos hay desarrollos turísticos donde se venda comida o golosinas.

No durante todo el año. Yendo desde Honduras, cayo Nicolás es el tercero. Está separado por unos 500 metros del cayo Hunting o Policía donde está personal del Departamento de Pesca y un puesto avanzado de la Fuerza de Defensa / Guardia Costera de Belice.

Owen y Ana junto a dos de sus tres hijos son los guardianes temporales del cayo Nicolás. Son amables y amistosos. Venden agua de coco, pero solo aceptan pagos con dólares de su país o de Estados Unidos.

Tras recorrer todo Nicholas Caye en unos cuantos minutos, es fácil deducir que tuvo sus años de esplendor, ya que tiene varias construcciones turísticas como cabañas y un vetusto restaurante con un mirador golpeado por las olas en total abandono.

Una de las construcciones es muy peculiar, todas sus paredes están revestidas con caparazones de caracol rosa, que le dan un aire raro y hasta siniestro.

Los cayos Lime, Seal y Tom Owen son actualmente los únicos tres que ofrecen alojamiento para turistas durante la noche. Son administrados por touroperadoras para grupos que contratan sus servicios, particularmente de Belice. Si bien no hay comunidades directamente adyacentes a la reserva marina, varias se consideran partes interesadas.

Los pescadores locales de Monkey River, Punta Negra y Punta Gorda (Belice) han estado operando dentro del área de la reserva desde campamentos temporales en los cayos durante aproximadamente 30 años, y durante mucho tiempo han sido considerados los principales interesados dentro de Belice, aunque el uso del área ha disminuido significativamente durante los últimos cuatro años.

También existen vínculos estrechos con comunidades en Guatemala (Livingston, Puerto Barrios) y Honduras (Punta Manabique, Omoa y Puerto Cortés), con excursiones rápidas de un día o excursiones en barco que visitan la zona durante dos o tres días a la vez, centradas en una combinación de pesca, snorkel y buceo, cita el Plan de Manejo de la Reserva que ha estudiado sus ecosistemas.

Los cayos Zapotillos, o Sapodillas, como ellos les llaman, no son favoritos en la lista de visitantes locales o extranjeros que llegan desde su tierra firme. Por lo general son más visitados por exploradores o biólogos que buscan estudiar especies de sus aguas como las tortugas carey que desoban en casi todos los cayos o cuando andan tras el fascinante tiburón ballena, que llega a esas aguas varios meses al año.

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