El día que narcos obligaron a artista a cantar 26 horas: “Ya no puedo; mátame”

Decenas de personas llegaron a la fiesta y no pararon de bailar y disfrutar, mientras la banda sufría

Una de las historias de artistas obligados por el narcotráfico a hacer cosas que no querían es la de Abel Zazueta, cantante solista acompañado por “Los de Culiacán”.

En una entrevista con Los Mafia Podcast, reveló que una vez fue invitado a una fiesta por un amigo, sin saber que estarían frente a un miembro del crimen organizado.

Según su testimonio, esto ocurrió en Guamuchil, Sinalo, México, epicentro del narcotráfico y cuna de grandes capos.

Al principio pensaron que sería algo insignificante, ya que al llegar a la fiesta había pocas personas, aunque todas ellas armadas.

“Yo dije, ahorita los dormimos, unas seis o siete horas y nos vamos”.

Sin embargo, a medida que el sol se ponía, se acercaban decenas de vehículos, camionetas y automóviles al lugar donde se encontraban. Pronto se vieron rodeados de cientos de personas, enmascaradas y armadas.

Ahí comenzó la verdadera fiesta.

Después de tocar durante 10 o 12 horas, comenzaron a ofrecerles drogas, especialmente cocaína. Ante el cansancio, Abel decidió romper dos cuerdas de su guitarra.

El esfuerzo le costó varias canciones y ampollas en los dedos, pero logró hacerlo. Les dijo a los anfitriones que se iban porque no tenían las herramientas necesarias, y vivieron un momento sorprendente.

Inmediatamente se comunicaron por radio con la ciudad y les trajeron una bolsa de cuerdas para que pudiera seguir tocando. Según sus propias palabras, esas cuerdas le habrían alcanzado para tocar durante 15 años.

También les ofrecieron comida y bebida para que la fiesta no se detuviera.

Inmediatamente se comunicaron por radio con la ciudad y les trajeron una bolsa de cuerdas para que pudiera seguir tocando. Según sus propias palabras, esas cuerdas le habrían alcanzado para tocar durante 15 años. También les ofrecieron comida y bebida para que la fiesta no se detuviera.

Pasó la noche, llegó el día, luego la tarde y nuevamente la noche. Después de tocar durante 26 horas, Abel decidió rendirse. “Hasta que le dije, viejo, la neta ya no puedo más, máteme mejor. Me siento más a gusto que me mate que seguir tocando”, fueron sus palabras.

La fiesta terminó ahí, los dejaron ir a casa sin pagarles ni un centavo por su presentación, a pesar de que esperaban recibir una generosa suma de dinero. Su amigo los llevó de regreso y fue entonces cuando Abel se atrevió a confesar lo sucedido. A cambio, recibió un fajo de dólares, pero el mal sabor de boca no desapareció.

“Hemos tenido muchas hazañas así. A uno le gusta la adrenalina. Si no hay eso, no hay chingadera”, concluyó Zazueta al finalizar su historia.

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