Tegucigalpa, Honduras.
Se acomoda pausadamente en su butaca, en la cabecera de la sala de juntas de una de las modernas megatiendas Larach en la ciudad capital. Atrás, un inmenso lienzo primitivista de Marcala, La Paz, y a un lado el retrato escrutador de su venerado suegro don Jorge J. Larach, a quien debe parte del éxito en sus negocios.
El reconocido empresario Emilio Larach acaba de ser designado como un hondureño ejemplar que practica el valor de la responsabilidad por la Asociación Hondureña al Rescate de los Valores y la Moral ( Valmoral), que anunció la gala de premiación para este 11 de junio.
“¿De qué querés hablar?”, me interroga antes de que pueda terminar de sentarme. “De su vida, don Emilio, y de su éxito empresarial”, le respondo. A su lado, su nieta Alexandra, de 19 años, aventajada estudiante en una universidad de Estados Unidos, lo observa, atenta a cada una de las interrogantes.
A punto de cumplir 86 años en agosto próximo, don Emilio Larach es un hombre incansable y con una energía impresionante. Atiende sus negocios desde muy temprano y finaliza su jornada ya avanzada la noche.
Observa, recorre sus tiendas, habla personalmente con los clientes, ve qué falta y da instrucciones a sus cercanos colaboradores. Su jornada diaria es un ir y venir, pero las fuerzas nunca lo abandonan.
“Antes me levantaba con mi esposa Vilma (Larach) a las 4:30 de la mañana y a las siete ya estaba abriendo el negocio. Hoy me levanto entre las 5.30 y seis de la mañana, me quedó un tiempo con ella atendiéndola y a las nueve ya estoy en la tienda”, comenta.
Justamente el día de esta entrevista acababa de atender varias reuniones con clientes y proveedores, mientras su secretaria y eficaz colaboradora Belinda lo mantiene al tanto de las últimas llamadas, de los siguientes compromisos de la agenda y de las invitaciones a servir como testigo o invitado de honor a uno u otro evento deportivo o caritativo.
“Es un hombre incansable, un buen jefe y un empresario con una alta y arraigada conciencia social”, comentó uno de sus colaboradores.
“Mi abuelo es un hombre honesto, un gran abuelo y hombre de familia, aunque a veces tengo que abrazarlo seguido porque él no lo hace”, describe, por su lado, Alexandra, mientras él la observa y escucha atentamente.
Sus orígenes
Don Emilio Larach Chehade nació en la embrionaria y pujante ciudad de San Pedro Sula a principios del siglo pasado, el 31 de agosto de 1929, en el hogar que formaron los inmigrantes palestinos Salomón Larach y Emilia de Larach.
Realizó sus estudios primarios en la escuela San Vicente de Paúl y su bachillerato en el emblemático Instituto José Trinidad Reyes. Luego partió a Estados Unidos, donde logró culminar sus estudios superiores en Administración de Empresas.
De aquellos tiempos de infancia y adolescencia recuerda las escapadas con sus amigos a río Piedras, donde aprendió a nadar por su propia cuenta.
Con un cúmulo de sueños germinando en su interior, regresa a San Pedro Sula y con apenas 22 años se incorpora a laborar en septiembre de 1951 en el almacén Jorge J. Larach y Cía. propiedad de quien a la postre se convertiría en su suegro e impulsador en los negocios.
“Ahí le hacía de todo, trabajaba en la bodega y en la tienda, también salíamos a vender a Tela, La Ceiba y Puerto Cortés”, rememora con nostalgia.
Durante esa etapa, don Emilio entabla una relación sentimental con la jovencita Vilma Larach Larach, hija de su jefe don Jorge J. Larach.
Tras un tiempo de noviazgo contraen nupcias e impulsados por su suegro deciden en 1955 emprender su viaje a Tegucigalpa, donde se afincan para hacerse cargo de la naciente Larach y Cía. sucursal en aquel momento de Jorge J. Larach y Cía. en la capital.
“Me vine a Tegucigalpa exiliado”, recuerda con humor el empresario aquel año cuando decidió tomar a su joven esposa, sus pocas pertenencias y se mudó a la capital para asumir la gerencia de la compañía familiar. En esos tiempos nació su primogénita y única hija Juanita Ivette Larach.
Bajo su liderazgo y visión, el joven gerente da sus primeros pasos al frente de Larach y Cía. en un local en el centro de la capital y emprende la transformación de la empresa líder en ferretería, cuyo eslogan “en un dos por tres, todo de una vez” se ha hecho muy famoso en todo el país.
De 1962 a 1977, Larach y Cía. se afianza y comienza a conocerse como “la número uno en ferretería, número uno en economía” y expande su capacidad de servicio al inaugurar su segundo establecimiento en la colonia Miramontes. “Esta tienda fue el punto de partida que transformó nuestro modelo de negocios”, señaló a LA PRENSA el visionario empresario.
En 1987 y como una idea del publicista Carlos Calderón surge el personaje más representativo de Larach y Cia: Don Castor Constructor. A juicio de don Emilio, este es el “personaje más conocido y más caro de Honduras” por toda la publicidad que se ha invertido en estos 27 años.
En 1991, don Emilio abre su tercera tienda en Torocagua y en 2003 inaugura la tienda Mega Larach, ofreciendo una amplísima variedad de artículos de ferretería y servicios específicos de utensilios para el hogar y papelería, ratificando su liderazgo en el rubro. No conforme con todo esto, don Emilio y su hija Juanita Larach, actual gerente de la empresa, deciden emprender una nueva aventura e inauguran en marzo de 2015 la nueva y moderna megatienda Larach Periférico, con lo cual se consolida como líder en esta actividad.
Vida de entrega
En Tegucigalpa, don Emilio Larach se ha ganado a pulso el respeto de sus homólogos empresarios por su integridad, liderazgo, visión en los negocios, responsabilidad social y carácter afable, pero crítico ante las injusticias.
Recuerda sonriendo que hace varios años lo llamaron a integrar la directiva de la Cámara de Comercio de Tegucigalpa porque ya no lo aguantaban con las críticas, así que lo mejor fue invitarlo a formar parte de esa organización y tenerlo de su lado.
Este empresario capitalino, pero de raíces sampedranas, además goza del profundo aprecio y el cariño de miles de personas de estratos humildes que se han beneficiado de su labor social y lo ven como uno de sus grandes benefactores.
Sin mucha pompa y publicidad, don Emilio realiza una extraordinaria labor social en colonias marginales de la capital y zonas remotas del país.
Una muestra de esa labor silenciosa es el simbólico proyecto de viviendas para los marginados indígenas de la etnia tolupán en la Montaña de la Flor.
El año pasado, más de medio centenar de familias tolupanes, que vivían en extremas condiciones de pobreza, se beneficiaron de este proyecto habitacional que es materialmente posible gracias a una alianza entre Hábitat para la Humanidad y Larach y Cía.
Con el aporte de Larach y Cía. y el apoyo de ingenieros y personal técnico de Hábitat lograron reconstruir el año pasado 26 casas en la reserva de la tribu San Juan, a las cuales se les acondicionó con techos nuevos, paredes, letrinas, agua potable, energía eléctrica y ecofogones.
Antes habían construido un número similar de viviendas en otras partes de la Montaña de la Flor y se amplió el centro de salud de la comunidad con miras a proporcionar atención médica a las parturientas de la zona.
Pero su trabajo social va más allá de esto. También es un permanente defensor del medio ambiente, continuo promotor de la educación y patrocinador del deporte.
Recuerda que comenzó a interesarse en las obras sociales cuando su hija Juanita le pidió que lo acompañara a su trabajo social educativo en la colonia Montes de Sinaí.
Ahí comenzó colaborando con materiales y herramientas para construir lo que hoy es el moderno Centro Básico Jorge J. Larach, bautizado así en honor a su suegro y por petición de su amada esposa Vilma.
Por más de dos décadas, don Emilio ha sido el permanente benefactor de este centro que se ha convertido en modelo educativo en Honduras y del cual han salido sobresalientes profesionales que hoy prestan sus servicios en el sector privado y el Gobierno.
Además ha impulsado otros proyectos educativos y culturales a nivel nacional a través de campañas como “Métele un gol a las drogas”, “Sí al fútbol, no a las drogas”, “Honduras verde en un 2X3”, “Escuelas verdes y cada gota cuenta” con el fin de proteger el bosque y fomentar el ahorro del agua. Es padrino del Club Gimnástico y patrocinador de la construcción y remodelación del Estadio Emilio Larach, en la populosa colonia Kennedy. Por medio de sus reconocidos personajes Don Castor y Gotita Linda realiza campañas de protección del ambiente en centros básicos de enseñanza. Larach y Cía. lleva más de 10 años en esta labor. Al describir el éxito en su vida y en los negocios, don Emilio lo resume en una oración: “Uno crece no tanto por ambición, sino por necesidad” y agrega: “Al empresario hay que dejarlo tranquilo para que pueda salir adelante en sus negocios”.
Se acomoda pausadamente en su butaca, en la cabecera de la sala de juntas de una de las modernas megatiendas Larach en la ciudad capital. Atrás, un inmenso lienzo primitivista de Marcala, La Paz, y a un lado el retrato escrutador de su venerado suegro don Jorge J. Larach, a quien debe parte del éxito en sus negocios.
El reconocido empresario Emilio Larach acaba de ser designado como un hondureño ejemplar que practica el valor de la responsabilidad por la Asociación Hondureña al Rescate de los Valores y la Moral ( Valmoral), que anunció la gala de premiación para este 11 de junio.
“¿De qué querés hablar?”, me interroga antes de que pueda terminar de sentarme. “De su vida, don Emilio, y de su éxito empresarial”, le respondo. A su lado, su nieta Alexandra, de 19 años, aventajada estudiante en una universidad de Estados Unidos, lo observa, atenta a cada una de las interrogantes.
A punto de cumplir 86 años en agosto próximo, don Emilio Larach es un hombre incansable y con una energía impresionante. Atiende sus negocios desde muy temprano y finaliza su jornada ya avanzada la noche.
| Don Emilio posa con su muy querido don Castor Constructor, la mascota de Larach y Cía. que se ha convertido en el personaje más conocido de Honduras.
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“Antes me levantaba con mi esposa Vilma (Larach) a las 4:30 de la mañana y a las siete ya estaba abriendo el negocio. Hoy me levanto entre las 5.30 y seis de la mañana, me quedó un tiempo con ella atendiéndola y a las nueve ya estoy en la tienda”, comenta.
Justamente el día de esta entrevista acababa de atender varias reuniones con clientes y proveedores, mientras su secretaria y eficaz colaboradora Belinda lo mantiene al tanto de las últimas llamadas, de los siguientes compromisos de la agenda y de las invitaciones a servir como testigo o invitado de honor a uno u otro evento deportivo o caritativo.
“Es un hombre incansable, un buen jefe y un empresario con una alta y arraigada conciencia social”, comentó uno de sus colaboradores.
“Mi abuelo es un hombre honesto, un gran abuelo y hombre de familia, aunque a veces tengo que abrazarlo seguido porque él no lo hace”, describe, por su lado, Alexandra, mientras él la observa y escucha atentamente.
Sus orígenes
Don Emilio Larach Chehade nació en la embrionaria y pujante ciudad de San Pedro Sula a principios del siglo pasado, el 31 de agosto de 1929, en el hogar que formaron los inmigrantes palestinos Salomón Larach y Emilia de Larach.
Realizó sus estudios primarios en la escuela San Vicente de Paúl y su bachillerato en el emblemático Instituto José Trinidad Reyes. Luego partió a Estados Unidos, donde logró culminar sus estudios superiores en Administración de Empresas.
De aquellos tiempos de infancia y adolescencia recuerda las escapadas con sus amigos a río Piedras, donde aprendió a nadar por su propia cuenta.
Con un cúmulo de sueños germinando en su interior, regresa a San Pedro Sula y con apenas 22 años se incorpora a laborar en septiembre de 1951 en el almacén Jorge J. Larach y Cía. propiedad de quien a la postre se convertiría en su suegro e impulsador en los negocios.
“Ahí le hacía de todo, trabajaba en la bodega y en la tienda, también salíamos a vender a Tela, La Ceiba y Puerto Cortés”, rememora con nostalgia.
| El empresario recorre la megatienda de la colonia Miramontes, donde tiene sus oficinas, aunque regularmente visita las otras tiendas en el centro de la ciudad, en la colonia Torocagua y en el anillo periférico.
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Tras un tiempo de noviazgo contraen nupcias e impulsados por su suegro deciden en 1955 emprender su viaje a Tegucigalpa, donde se afincan para hacerse cargo de la naciente Larach y Cía. sucursal en aquel momento de Jorge J. Larach y Cía. en la capital.
“Me vine a Tegucigalpa exiliado”, recuerda con humor el empresario aquel año cuando decidió tomar a su joven esposa, sus pocas pertenencias y se mudó a la capital para asumir la gerencia de la compañía familiar. En esos tiempos nació su primogénita y única hija Juanita Ivette Larach.
Bajo su liderazgo y visión, el joven gerente da sus primeros pasos al frente de Larach y Cía. en un local en el centro de la capital y emprende la transformación de la empresa líder en ferretería, cuyo eslogan “en un dos por tres, todo de una vez” se ha hecho muy famoso en todo el país.
De 1962 a 1977, Larach y Cía. se afianza y comienza a conocerse como “la número uno en ferretería, número uno en economía” y expande su capacidad de servicio al inaugurar su segundo establecimiento en la colonia Miramontes. “Esta tienda fue el punto de partida que transformó nuestro modelo de negocios”, señaló a LA PRENSA el visionario empresario.
En 1987 y como una idea del publicista Carlos Calderón surge el personaje más representativo de Larach y Cia: Don Castor Constructor. A juicio de don Emilio, este es el “personaje más conocido y más caro de Honduras” por toda la publicidad que se ha invertido en estos 27 años.
En 1991, don Emilio abre su tercera tienda en Torocagua y en 2003 inaugura la tienda Mega Larach, ofreciendo una amplísima variedad de artículos de ferretería y servicios específicos de utensilios para el hogar y papelería, ratificando su liderazgo en el rubro. No conforme con todo esto, don Emilio y su hija Juanita Larach, actual gerente de la empresa, deciden emprender una nueva aventura e inauguran en marzo de 2015 la nueva y moderna megatienda Larach Periférico, con lo cual se consolida como líder en esta actividad.
Vida de entrega
En Tegucigalpa, don Emilio Larach se ha ganado a pulso el respeto de sus homólogos empresarios por su integridad, liderazgo, visión en los negocios, responsabilidad social y carácter afable, pero crítico ante las injusticias.
Recuerda sonriendo que hace varios años lo llamaron a integrar la directiva de la Cámara de Comercio de Tegucigalpa porque ya no lo aguantaban con las críticas, así que lo mejor fue invitarlo a formar parte de esa organización y tenerlo de su lado.
Este empresario capitalino, pero de raíces sampedranas, además goza del profundo aprecio y el cariño de miles de personas de estratos humildes que se han beneficiado de su labor social y lo ven como uno de sus grandes benefactores.
Sin mucha pompa y publicidad, don Emilio realiza una extraordinaria labor social en colonias marginales de la capital y zonas remotas del país.
Una muestra de esa labor silenciosa es el simbólico proyecto de viviendas para los marginados indígenas de la etnia tolupán en la Montaña de la Flor.
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Con el aporte de Larach y Cía. y el apoyo de ingenieros y personal técnico de Hábitat lograron reconstruir el año pasado 26 casas en la reserva de la tribu San Juan, a las cuales se les acondicionó con techos nuevos, paredes, letrinas, agua potable, energía eléctrica y ecofogones.
Antes habían construido un número similar de viviendas en otras partes de la Montaña de la Flor y se amplió el centro de salud de la comunidad con miras a proporcionar atención médica a las parturientas de la zona.
Pero su trabajo social va más allá de esto. También es un permanente defensor del medio ambiente, continuo promotor de la educación y patrocinador del deporte.
Recuerda que comenzó a interesarse en las obras sociales cuando su hija Juanita le pidió que lo acompañara a su trabajo social educativo en la colonia Montes de Sinaí.
Ahí comenzó colaborando con materiales y herramientas para construir lo que hoy es el moderno Centro Básico Jorge J. Larach, bautizado así en honor a su suegro y por petición de su amada esposa Vilma.
Por más de dos décadas, don Emilio ha sido el permanente benefactor de este centro que se ha convertido en modelo educativo en Honduras y del cual han salido sobresalientes profesionales que hoy prestan sus servicios en el sector privado y el Gobierno.
Además ha impulsado otros proyectos educativos y culturales a nivel nacional a través de campañas como “Métele un gol a las drogas”, “Sí al fútbol, no a las drogas”, “Honduras verde en un 2X3”, “Escuelas verdes y cada gota cuenta” con el fin de proteger el bosque y fomentar el ahorro del agua. Es padrino del Club Gimnástico y patrocinador de la construcción y remodelación del Estadio Emilio Larach, en la populosa colonia Kennedy. Por medio de sus reconocidos personajes Don Castor y Gotita Linda realiza campañas de protección del ambiente en centros básicos de enseñanza. Larach y Cía. lleva más de 10 años en esta labor. Al describir el éxito en su vida y en los negocios, don Emilio lo resume en una oración: “Uno crece no tanto por ambición, sino por necesidad” y agrega: “Al empresario hay que dejarlo tranquilo para que pueda salir adelante en sus negocios”.