26/04/2024
10:08 PM

Jugadora de voleibol perdió su brazo y sigue sonriéndole a la vida

San Pedro Sula, Honduras.

Cuando la jugadora de voleibol Gloria Renee Escalante regresó a su casa sin su brazo derecho tuvo que explicarle a su hija Renata de cuatro años que se lo entregó a un doctor del hospital Mario Rivas para que se lo arreglara en vista de que resultó maltratado en el accidente.

Ahora la niña está esperando que el médico haga rápido su trabajo para que su mami la lleve otra vez de compras tomada de la mano.

Todavía a Gloria Renee no le han quitado los puntos de la cirugía que le hicieron en el hombro, y ya está haciendo planes para volver a practicar algún deporte que difícilmente sería el voleibol porque en este se necesitan las dos manos para darle a la pelota.

“Voy a empezar en natación y después seguiré con el fútbol para sacarle provecho a los pies. Quiero seguir llevando una vida normal”, manifiesta segura de sí misma.

Su pequeña hija Renata le dice que lo bueno de no tener su brazo es que ya no le puede pegar con la faja.
Sus ojos negros brillan al recordar los años que estuvo jugando en el el equipo Stellar de la Liga Sampedrana de Voleibol (Lisavo). “Una persona que hace deportes es feliz, no padece de estrés y es disciplinada”, agrega la muchacha haciendo gala de una sonrisa que la pérdida de su extremidad no ha podido desvancecer.

Tampoco ha decaído su espíritu de superación. Gloria Reneé Escalante es una ingeniera industrial, quien tiene en mente seguir estudiando para obtener su maestría en cuanto termine el proceso de sanación de la cirugía. “Me tocó vivir 29 años con mis dos brazos, pues ahora tengo que acostumbrarme a vivir solo con uno”, reflexiona la joven a quien de cariño sus amistades llaman Nene.

La luz de su mirada parece palidecer al recordar la tragedia del pasado 9 de abril, pero sus ojos no se humedecen para nada. Venía en la camioneta Pathfinder de un amigo de la adolescencia procedente de un karaoke cuando perdió ese brazo con el que remataba en las duelas de voleibol.

Foto: La Prensa

Con algunos de sus compañeros había departido la noche en que ocurrió la tragedia.
Su amigo bajaba a exceso de velocidad por la primera calle por eso perdió el control del volante frente el semáforo de la Juan Pablo Segundo en San Pedro Sula. Luego la Pathfinder se restregó, con su lateral derecho, en el balcón de una vivienda que le arrancó de cuajo la extremidad a la deportista.

Sintió un golpe seco. Pensó que se había quebrado el brazo, sin saber que este había quedado tirado en el calle.

Nunca perdió el conocimiento. Tras que la subieron en la paila de una patrulla y darse cuenta que no tenía su órgano, pidió que se lo lanzaran pensando que se lo podían pegar en el hospital. Eso no fue posible.

No reniega, más bien sonríe porque al menos con un brazo, dice, puede acariciar a su hija. Espera que poco a poco su vida se vaya normalizando, aunque es consciente que va a enfrentar retos díficiles.

La pequeña Renata ya se está acostumbrando a verla con su “brazo zombie”, como llama a la extremidad invisible.

Foto: La Prensa

Así quedó el vehículo en el que se accidentó.