27/04/2024
12:36 PM

Mario Zamora, el máximo exponente de escultura monumental

El escultor quien nació en 1920 en Danlí, en el oriente de Honduras, y en 1944 se fue a estudiar a México, murió el pasado día 23 en ese país a los 97 años, dejando un rico legado en esa tierra y la suya.

    Tegucigalpa, Honduras.

    La escultura de Honduras ha comenzado a echar de menos a Mario Zamora, el mejor artista que ha tenido el país, quien vivió, se educó y murió en México, donde también dejó su obra esculpida en el bronce y el mármol.

    Zamora quien nació en 1920 en Danlí, en el oriente de Honduras, y en 1944 se fue a estudiar a México, murió el pasado día 23 en ese país a los 97 años, dejando un rico legado en esa tierra y la suya.

    En Honduras, donde por el Parlamento han pasado muchos diputados culturalmente vacíos, no han sabido valorar a Zamora, a quien en 1956 le despreciaron una de sus más hermosas esculturas en mármol, de un conjunto de cinco que envió desde Veracruz, México, para ser instaladas en la planta baja del poder Legislativo en Tegucigalpa.

    Cuatro de esas obras que representan el trabajo, la agricultura, la educación y la industria permanecen desde hace 61 años en la planta baja del Parlamento, pero el público no puede apreciarlas porque, alegando razones de seguridad, el Parlamento decidió hace varios años levantar una verja con barrotes metálicos.

    Comparan a Zamora “por su calidad” con Miguel Ángel Buonarroti o “Gian Lorenzo Bernini.
    La plaza está resguardada por policías y militares, que al igual que varios diputados no tienen idea de quién fue Mario Zamora, y para pasar a ver las estatuas hay que pedir permiso y esperar que un oficial responda si se puede o no.

    La quinta escultura de mármol, que debió estar en los bajos del Parlamento, representa al comercio, pero “no contó con la aprobación de los diputados de la época, precisamente porque tiene un sentido crítico”, dijo a Efe el maestro de Filosofía del Arte Carlos Lanza, de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Tegucigalpa.

    La obra está compuesta por una mujer de pie que representa a una multinacional bananera estadounidense entregando dos monedas a cambio de un racimo de bananos a otra de rodillas, como símbolo de Honduras.

    El general Francisco Morazán entre sus obras insignes que perduran en Honduras.
    Con esa escultura, que pudo ofender a los diputados, según Lanza, Zamora “está diciendo que Honduras ha sido un país totalmente dependiente de la economía norteamericana” y como la estatua tenía “sentido crítico”, fue enviada a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde permanece.En Honduras, la obra de Zamora luce imponente en el Cristo del Picacho, en cemento, en un cerro desde el que se ve toda Tegucigalpa; una estatua en bronce del prócer Francisco Morazán y otra del sacerdote José Trinidad Reyes, fundador de la Universidad Nacional Autónoma, entre otras hermosas esculturas.

    En México esculpió el Monumento a los Niños Héroes, en San Miguel Allende, y obras dedicadas a Netzahualcóyotl, Benito Juárez, Amado Nervo y Adolfo López Mateos, entre otros personajes de ese país.


    Lanza dijo que Zamora trabajó con solvencia el barro, la piedra, el bronce, la madera y el mármol, y que “encontró en los materiales una de las formas más lúcidas de dialogar con el mundo”.

    “Su obra es técnicamente perfecta, cuando alguien logra en la escultura dar perfección es porque es un gran dibujante, pero su pasión lo llevó del dibujo bidimensional a la escultura tridimensional. Es uno de los maestros más sólidos, intensos, seguros y sensibles del arte hondureño”, agregó.