01/05/2024
12:26 AM

Llegó con un tornillo en el pie que le pusieron estando preso en EUA

San Pedro Sula, Honduras.

En el corredor del Centro de Atención al Migrante Retornado (Camr) el sol de las dos de la tarde calentaba la impaciencia de las personas que aguardaban el vuelo especial que traería a sus parientes.

Hasta un ataque de gastritis sufrió una dama sampedrana que esperaba a dos hijas, cuando oyó que los deportados ya estaban adentro en la revisión rutinaria.

Como a los familiares no les permiten entrar a ese lugar, algunos pegaban sus narices en la puerta de vidrio ahumado tratando de verlos antes de que salieran.

Uno de los retornados a quien nadie esperaba detrás de esa puerta era Wilson Hernández, un copaneco de 22 años que sufrió una fractura estando detenido en un centro carcelario de Texas.

Contó que una patrulla fronteriza de aquel país le dio persecución en El Paso, Texas, hasta capturarlo, luego de que el hondureño entró sin papeles escondido entre los vagones de un tren.

Foto: La Prensa

Salió de Copán Ruinas hace más de un mes y cruzó Guatemala para llegar al territorio mexicano, según relató al regresar a Honduras.
Los uniformados de azul lo siguieron durante dos horas porque lo vieron curtido, como consecuencia de su largo viaje, hasta que lo lograron esposar de los pies y manos como si fuera un delincuente, comentó.

Había recorrido todo el territorio de México, pasando de un tren a otro, a veces en el lomo de “la bestia” y otras aferrado a los hierros entre los vagones.

El tren en el que cruzó la frontera lo abordó en Ciudad Juárez, en un descuido de los policías que acababan de pasar revisión. Se jactó de que fue el único emigrante que logró hacer esa hazaña, pero de nada le sirvió porque al otro lado lo esperaba la autoridad.

Foto: La Prensa



El regreso

Como todos los 93 deportados que arribaron ese día de Estados Unidos, traía una única bolsa como equipaje con sus escasas pertenencias y el salvoconducto que le extendieron allá para regresar libremente a su país. Así hubiera querido irse para la nación del norte, en avión gratis y con un documento igual. No habría sufrido todas las peripecias que tuvo que enfrentar las cinco veces que intentó alcanzar su sueño.

Traía consigo dos boletos que le dieron en el Carm, uno para el taxi que lo trasladaría a la terminal de buses y otro para la empresa que lo transportaría hasta Copán.

Antes de abordar el taxi, pidió un momento para ir a buscar un cigarrillo con el cual poder calmar el estrés. Una mujer que tiene su puesto frente al Camr le vendió uno por cinco lempiras, que pagó sin objetar el precio.

Fumaba como si quisiera disipar, en cada bocanada de humo, los recuerdos ingratos que tiene de aquella prisión fronteriza en la que estuvo recluido un mes y había hacinadas más de tres mil personas.

Comía casi siempre comida reciclada en la que no faltaban las papas. “Después de que me fracturé estuve siete días sin ser atendido”, comentó.

Foto: La Prensa



Ese día del accidente iba a tomar su ración de comida cuando se enredó en un colchón y como no podía meter las manos para no caer, quiso detenerse con el pie izquierdo, pero lo puso mal y se le quebró del tobillo.

“Traigo un tornillo en el hueso, que tenían que quitármelo allá, pero por deportarme no lo hicieron”, se quejó.

En su camino hacia la frontera tuvo muchos percances, pero uno que de los que más recuerda fue cuando cayó en manos de Los Zetas, cerca de Coahuila, adonde tiene su santuario este grupo criminal.

Para su suerte, justo cuando los maleantes estaban desplumando a otros indocumentados, lo descuidaron a él y aprovechó para escabullirse por unos matorrales y ponerse a salvo.

Por todas esas penurias agradece estar de regreso en su país, aunque sabe que le espera un futuro incierto, pero a pesar de todo no intentará de nuevo el viaje.