27/04/2024
12:50 AM

Hondureña hace realidad su sueño: conocer a su familia

La catracha de 35 años escribió desde Beverly Hills a LA PRENSA en busca de sus seres queridos.

    Su corazón latía a mil por hora. Por primera vez en 30 años de haber salido de Honduras con sus padres adoptivos regresaba al país que la vio nacer acompañada de su gran sueño: conocer a su familia biológica.

    Eran las 12:05 del mediodía del 29 de agosto cuando Johanna Vanderspool (35) salía con una maleta roja de la sala de llegadas internacionales en el aeropuerto Toncontín en Tegucigalpa. Vestía muy sencilla: jeans, camisa y tenis azules, gorra y lentes.

    Pasó frente a decenas de periodistas capitalinos que esperaban al Houston Dynamo, equipo norteamericano donde juega el catracho Boniek García y que venía a jugar contra el Olimpia; pero no la reconocieron.

    LA PRENSA sí estaba a su espera en la capital, para desde allí darle seguimiento a esta historia conmovedora que ella misma propició. La catracha fue dada en adopción a una pareja de norteamericanos cuando tenía cinco años y decidió aventurarse en busca de su familia biológica porque hace unos meses se enteró que sus raíces son hondureñas.
    En su angustia y desesperación Johanna optó por escribir a varios medios, LA PRENSA la contactó desde ese momento.

    Su caminar reflejaba los nervios al llegar sola a Tegucigalpa, pero con la esperanza de conocer a su padre José Héctor Alvarenga Rovelo y a su abuela paterna Norma Rovelo, a quienes LA PRENSA le había contactado con ayuda de algunos lectores que al ver su historia publicada el 14 de agosto, se conmovieron y mandaron correos sobre posibles contactos para dar con sus paraderos. Hora y media más tarde arribó desde Florida, Nievecita, una amiga de Johanna de padres bolivianos a quien conoció durante su trabajo como productora de documentales en EUA.

    La catracha invitó a Nievecita a su histórico viaje para que fuese su traductora en ciertos momentos porque Johanna solo domina ciertas frases en español. Ella también le ayudó a filmar las escenas de los mejores momentos vividos en su paso por Tegucigalpa -ciudad donde nació-, San Pedro Sula y Potrerillos -donde creció-.

    De frente a la verdad

    Johanna, gracias a que sus padres adoptivos le dieron los papeles de adopción, se enteró de los nombres de sus verdaderos padres y logró contactar a Roberto Elvir, un tío lejano por su familia paterna que vive en San Pedro Sula y con quien ha estado en contacto los últimos dos meses.

    En el Toncontín solo la esperaba Allan Rodezno, un primo que la contactó por Facebook y su tío Ricardo Alvarenga, quien se enteró de su llegada por LA PRENSA.

    La meta de Johanna en tan solo cinco días que permaneció en Honduras era saber su pasado.

    Salió del Toncontín admirando el paisaje de la capital hasta llegar al hotel para alistarse y esperar que el reloj marcara las 4:00 pm para enfrentar el momento más feliz de su vida: conocer a su padre y abuela quienes la esperaban ansiosamente.

    Con una gran sonrisa en su rostro entró y dijo “Hola... soy Johanna” y sin decir nada más se lanzó a abrazar a su padre -a quien solo había visto en una fotografía-.
    La emoción era desbordante, las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro al sentir el calor de su progenitor tras ese abrazo de unos 40 segundos que tanto soñó desde que supo que era adoptada.

    Johanna no podía creerlo, tenía frente a ella a su verdadero padre, aquel que le faltó para darle amor, amistad y consejos en su niñez y adolescencia.

    El nerviosismo en José Héctor era evidente. Jamás se imaginó que aquella pequeña a quien le negó crecer a su lado, regresó 30 años después, hecha toda una mujer exitosa, para conocerlo, porque él nunca estuvo con ella.

    “Aún estoy nervioso... no puedo creerlo es un momento emocionante. Estoy asustado, nunca me imaginé que mi hija iba venir a buscarme”, dijo José Héctor a LA PRENSA, tres horas después de haber platicado con ella.

    Dijo no arrepentirse de haberla dado en adopción porque no podía mantenerla.

    La mayor alegría de Johanna fue conocer a su abuela Norma Rovelo, quien un día antes cumplió 80 años y le traía un regalo.

    Lo que más le sorprendió al conocerla fue el enorme parecido que tiene con ella. La nariz, forma de los ojos y las manos son iguales, dijo, esto le reconfirmó que era su abuela. La señora estaba feliz porque nunca la vio ni cuando era una bebita, pues creyó que estaba con su madre.

    Por unas cuatro horas Johanna escuchó de su padre, abuela y tío, la realidad de cómo fue su nacimiento, cómo es su madre y por qué la dieron en adopción.

    “Gracias a LA PRENSA por haberme ayudado a encontrar y conocer parte de mi familia biológica y darme ese regalo de cumpleaños”, expresó Johanna, quien celebró sus 35 años, el jueves 30 de agosto en casa de sus tíos Roberto Elvir y Margarita Zelaya en San Pedro Sula.

    Al siguiente día viajó hasta Potrerillos, lugar donde creció; al llegar a la que fue su casa, Johanna lloró de la emoción porque a su memoria volvieron los recuerdos de cuando jugaba y corría cuando tenía unos cuatro años. Minutos después, conoció a su madre y hermanas de crianza quienes le tenían un recibimiento en un restaurante del sector.

    Las lágrimas de Johanna salieron al ver la humilde familia que la crió con amor y al escuchar atenta el relato de Ana Hernández -su madre de crianza- sobre cómo era su comportamiento.
    “En la finca eras la niña consentida, eras muy inquieta...”, le dijo Hernández, quien interrumpió la historia en varias ocasiones por el llanto lamentando cómo la alejaron de Johanna.

    El último deseo antes de partir de San Pedro Sula hacia California se lo pidió Johanna a su tío Roberto Elvir: “quiero recuperar la nacionalidad hondureña y tener mi partida de nacimiento”.
    Fruto de amor de estudiantes

    Johanna fue fruto de un amor de estudiantes de colegio entre sus padres José Héctor Alvarenga y Maritza Guillén Martínez, quienes apenas estaban por cumplir los 18 años.

    Los padres de Maritza se molestaron al saber que salió embarazada tan joven y sin estar casada, esto obligó a Guillén Martínez a emigrar de Tegucigalpa hacia el Valle de Sula. “Después que me reveló que íbamos a ser padres, solo la vi dos veces y supe que se fue a vivir con otras hermanas en Tegucigalpa y luego cuando nació mi hija me enteré que viajó a Potrerillos a la hacienda de mi abuelo a quien le pidió ayuda”, comentó Héctor Alvarenga.

    La sorpresa para las personas de la hacienda es que unas semanas después la mujer desapareció y le dijo a Ana Hernández -madre de crianza de Johanna y quien trabajaba en ese lugar- que iba hacia Tegucigalpa y Hernández le dijo que si se iba era sin la niña pero que regresara pronto y mientras se la cuidaría. Maritza aceptó y se fue en 1977 cuando la pequeña apenas tenía tres meses.

    Transcurrió el tiempo y Maritza no daba señales de vida, hasta al año siguiente regresó junto a su padre a la hacienda con la intención de reclamar a la niña, pero Hernández le dijo que cómo era posible que hasta ese momento se acordaba que tenía una hija y fue así que le impidieron llevársela.

    Desde ese entonces, nadie volvió a saber nada de Maritza.

    Según exempleados de la hacienda, ella les comentó que viajaría hacia Estados Unidos, pero lo último que se supo es que residía en México.

    Alvarenga reveló que en ese entonces él estaba muy joven siendo un obstáculo para criar a su hija, “no podía criar a mi hija en ese entonces, era un adolescente y no tenía la capacidad económica para mantenerla”.

    Añadió que su abuelo se encargó de tenerla en su hacienda por casi cinco años. “Un día en 1983 mi abuelo me dijo que una familia de norteamericanos, amigos de la familia, deseaban adoptar una niña y fue así como decidimos darla en adopción para que tuviese un mejor futuro en Estados Unidos y no estuviese desamparada”, contó.

    En los papeles de adopción de Johanna sale que la madre se llama Ana María Mairena y que murió de un paro cardíaco a los 10 días de haber dado a luz.

    También dicen que José Héctor la da en adopción a Bruce Courtland y Carol Benn porque no puede mantenerla, “los conozco muy bien y sé que le darán a mi hija lo que ella necesita por ser de buena posición económica y solvencia moral”, dice el documento.

    Fue adoptada dos veces

    Johanna no corrió con suerte como otros casos de hijos adoptivos porque su primera familia con quienes vivió unos años en Florida le dio malos tratos y el Estado norteamericano les quitó la patria potestad, otorgándola por segunda vez en adopción a otra pareja estadounidense en ese mismo Estado y por quienes adquirió el apellido Vanderspool.

    Allá es conocida como Johanna Janine Vandespool y los papeles de adopción en Honduras revelan que fue inscrita como Delmy Johanna Alvarenga Mairena. Estudió en la Universidad de Florida, adonde descubrió su pasión por la música, talento por el arte y medios audiovisuales como la televisión y el cine.

    Ahora Johanna se independizó y vive en Beverly Hills, California, donde se desempeña exitosamente como productora de documentales y directora de televisión en los Estados Unidos.

    Ver más noticias sobre Honduras