28/04/2024
06:59 PM

El sueño de Marvin que Maradona hizo realidad en San Pedro Sula

Marvin Monge tiene la colección más valiosa de camisas obsequiadas por famosos.

La polio le quitó a Marvin Monge el deleite de patear una pelota, pero su amor al fútbol le dio el trofeo más grande que puede obtener un aficionado: una camiseta de Maradona entregada por el propio astro argentino.

Salió como loco en la silla de ruedas empujada por su amigo el Peluche luego de que Diego le entregara la prenda al terminar el primer tiempo del Showbol que tuvo lugar en San Pedro Sula una noche de octubre de 2006.

Sentía como si alguien le pudiera arrebatar aquel tesoro; por eso le dijo al Peluche: “Ponele, loco” para que lo alejara de la cancha cuanto antes. Luego recobró la calma y terminó de ver el partido con la número 10 en las manos entumecidas por la parálisis infantil.

Postrado desde niño

Marvin quedó inválido de piernas y brazos a los ocho años, mientras cursaba el primer grado en una escuela de Tegucigalpa. él cree que por bañarse agitado después de jugar pelota se le retorcieron los huesos de las manos y las piernas hasta que quedó postrado.

“Comencé con un dolor en los tobillos que se pasó a las rodillas. Me llevaron al hospital materno infantil, donde me enyesaron, pero finalmente los doctores dijeron que no había nada que hacer y me dieron de alta”, relata Marvin, quien ahora tiene 38 años.

Pese a su parálisis continuó sus estudios en una escuela de Baracoa, municipio de Puerto Cortés, donde vive con su madre, pero no terminó la secundaria “por andar detrás de los jugadores”.

Desde Baracoa suele trasladarse en bus a San Pedro Sula, siempre acompañado por un asistente para que lo movilice en su silla de ruedas, cuando juegan los grandes en el estadio.

Su figura diminuta escondida en la silla de ruedas parece un símbolo del estadio Olímpico en jornadas de fútbol, pues tiene el privilegio de que lo dejen ver el partido desde la orilla de la cancha, donde todo mundo puede reconocerlo.

Se jacta de ser amigo de dirigentes y de grandes figuras del fútbol porque siempre anda buscando la oportunidad de saludarlos, de pedirles un autógrafo o una camisola.

Así ha formado una colección de prendas obsequiadas por grandes futbolistas, que muchos aficionados ambicionarían tener. “Hasta el creído de Carlos Pavón me traía camisetas y camisolas cuando estaba en el Zelaya”. Guarda otras de personajes como el director técnico de Argentina, Marcelo Bielsa, y de astros de Costa Rica, Panamá y México.

Aunque no tiene más ayuda económica que la de su madre, quien vende lotería en Puerto Cortés, ha logrado incluso salir del país solo para ver un partido de fútbol en el que jueguen sus ídolos gracias a los muchos amigos que tiene en el ámbito del deporte.

Uno de sus “padrinos” es el director técnico del Olimpia, Osman Madrid, quien lo llevó a Costa Rica a ver el encuentro entre el equipo albo y el Alajuela de aquel país.
Una camiseta y un beso

Su sueño era conocer personalmente a Maradona, a quien admiraba por “la velocidad, el quiebre y la pegada”, pero nunca se imaginó que pudiera obtener una camiseta de él. No fue por casualidad aquel encuentro con el Pelusa. Se dio cuenta por la televisión, cuando estaba en Baracoa, de que el Pibe de Oro estaría al día siguiente en San Pedro Sula y le dijo al Peluche que corriera a conseguir los pasajes de bus porque no quería perder esa oportunidad de conocer a su ídolo.

Su amigo consiguió como pudo el dinero, pero era tanta la emoción que cuando iban en el bus se dio cuenta de que lo había olvidado en la casa. Afortunadamente, el conductor se apiadó de ellos y no los bajó a medio camino.

Cuando llegaron a San Pedro querían por lo menos ver a su ídolo al salir del hotel, pues no tenían dinero para entrar en el estadio. En vano esperaron afuera porque cuando el astro salió con dirección al bus que lo llevaría al Olímpico, había una férrea valla de militares y policías que impidieron que alguien pudiera acercarse a él.

Los dos amigos estaban “con las tapas destempladas” cuando se toparon con Marlon Lara, exalcalde de Puerto Cortés, quien salía del hotel y como ya conocía a Marvin les dio 200 lempiras para que compraran los boletos de entrada al Olímpico cuando los vio decaídos. Esa noche tenían la suerte de frente porque al nomás entrar en el coliseo deportivo, el dirigente Mario Kafati les dio permiso de que llegaran a la orilla de la cancha, desde donde podían ver al Pelusa cuando saliera del camerino rumbo a la grama.

Cuando lo tuvo cerca, ni corto ni perezoso, Marvin le presentó al famoso futbolista un póster suyo para que se lo autografiara. Mientras lo firmaba le comentó que cuando vino el Boca Junior a San Pedro Sula, sus jugadores le prometieron una camisola, pero nunca se la dieron.

“Ojalá vos no me la vayas a negar”, le dijo. El astro lo miró y le sonrió.

En cuanto terminó el primer tiempo, el empecinado hincha rompió la valla de policías que protegía al jugador para recordarle a señas lo que le había pedido. Fue entonces cuando el argentino se detuvo frente a su silla de ruedas, se quitó la camiseta y se la entregó sin protocolos.

“Dios te quiere. Tené esta camiseta como un recuerdo mío”, le dijo a Marvin el Pibe de Oro, quien además le dio un beso en la mejilla.

No ha faltado quien le quiera comprar la prenda, pero Marvin dice que es como un trofeo que solo tiene un dueño.