18/04/2024
04:41 PM

El Guillain Barré le perdonó la vida a hondureño

San Pedro Sula, Honduras.

Cuando Guillermo Sabillón, a sus 24 años, comenzó a sentir aquella especie de hormigueo en los pies y luego en los brazos, no le dio importancia. Creía que se debía a que pasaba mucho tiempo sentado en la oficina. Sin embargo, se trataba nada menos que de un síndrome que pudo dejarlo paralizado de por vida o causarle hasta la muerte.

El hijo del exregidor municipal Enrique Sabillón había hecho planes para ir a Miami a ver a Soda Stereo, uno de sus grupos musicales favoritos, mas no sabía que el síndrome de Guillain Barré le tenía reservada una desagradable sorpresa.

Sentado en su despacho de la empresa de Especias Don Julio, adonde desempeña un cargo ejecutivo, relató el rosario de sustos y sinsabores que le fue dando aquella enfermedad que le perdonó la vida hace unos 10 años. Recordó que fue perdiendo la energía poco a poco y de repente se le durmieron completamente las piernas y como sentía dificultad para respirar, pensó: ‘esto parece que fuera un ataque de asma’.

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Una doctora amiga de la familia que al fin lo examinó le sugirió que mejor se fuera de inmediato a la emergencia de una clínica, porque sospechaba que aquello era más grave de lo que el muchacho creía.

En la clínica, un doctor le puso sus manos sobre las piernas al paciente y le pidió que las levantara. Allí se dio cuenta Guillermo que lo suyo era serio, pues sintió como si tuviera plomo en las extremidades: no las pudo mover.

Luego lo ingresaron a la unidad de cuidados intensivos sin decirle nada. ‘A lo mejor está lleno el hospital, por eso me trajeron aquí’, pensó como para tranquilizarse.

Como a las tres horas llegó a verlo otro doctor, quien después de presentarse le dijo sin muchos rodeos que pudo haber quedado paralizado completamente. “Por lo menos invíteme un refresco, doctor, antes de darme esa noticia”, respondió el muchacho tratando de ocultar su nerviosismo.

Foto: La Prensa

En cuidados intensivos se despertó un día a las dos de la madrugada diciéndole a su madre que lo había picado algo en la cara. Ella encendió la luz y comenzó a llorar. Tenía la cara deforme a causa de una parálisis. Si quería tomar líquidos con pajilla, se le derramaban por los labios. Tenía que dormir con un antifaz porque los ojos no se le cerraban completamente. “Gracias a Dios me tocó a mí y no a una de mis dos hermanas”, decía.
Al día siguiente perdió su capacidad de sostenerse en pie, pero insistió en ir solo al baño, pese a la ayuda que le ofrecían las enfermeras. No había dado el primer paso cuando cayó al suelo.“Allí sí entré en pánico”, dijo.

Al fin llegó un neurólogo, quien dio un diagnóstico terrible a los padres del muchacho. “Sospechamos que tiene una enfermedad llamada Guillain Barré”, expresó el doctor. Hasta ese momento, Guillermo no había oído hablar de tal trastorno, pero cuando se lo explicaron solo pudo expresar: “¡wow, eso sí es serio!”

Se trata de una enfermedad en la que el cuerpo ataca al mismo cuerpo, según le explicaron. El sistema inmunológico comienza a destruir la mielina que cubre los nervios periféricos. Al quedar estos descubiertos hacen como cortocircuito provocando que los movimientos de las extremidades sean imprecisos.

Por esa razón, cuando Guillermo quería, para el caso, tomar el teléfono, su mano se posaba en otro sitio. No podía controlarla.

Para empezar a tratar el síndrome, los médicos debían administrar al paciente 40 dosis de un medicamento a base de hemoglobina humana cuyo costo era de 14,000 lempiras cada frasco. Para colmo solamente había cuatro botecitos en el mercado local, así que había que ir por los otros a El Salvador, pero ya.

Aunque la familia Sabillón cuenta con un sólido patrimonio hecho a base de esfuerzo, aquella cantidad resultaba exorbitante. Por suerte, Guillermo, por esas casualidades de la vida, había contratado un seguro médico unos meses antes. “Hasta le di un beso, cuando me lo dijo”, comentó su padre.

Después que salió en silla de ruedas de la clínica comenzaron las fisioterapias en la Teletón y en un centro privado, pues, además, Guillermo había sufrido una severa parálisis en toda la cara que le impedía comer y tomar líquidos. Luchó “como un toro” por recuperarse igual que lo hizo su abuelo don Julio, cuando le detectaron cáncer.

Estando en su casa, el joven se valía de un andador de su abuela materna, para aprender de nuevo a caminar. Se caía y volvía a levantarse. Mantener la mente en positivo es una de las tácticas que le dio resultado para volver a pronunciar correctamente las palabras.

Ahora lleva una vida normal. Solamente espera que se restablezcan los músculos de su boca para volver a reír normalmente.