25/04/2024
03:22 PM

Siete talleres de confección de camisetas cierran al día

El alto costo de los insumos, las dificultades para conseguir tela de calidad, el precio de la energía y la poca capacitación están llevando a la quiebra a estos microempresarios sampedranos.

San Pedro Sula, Honduras.

Muchos talleres de confección de camisetas se están tambaleando en la ciudad. Solo en el sureste se concentran más de 20 mil de ellos, que atraviesan serias dificultades que algunos no pueden superar.

Esto crea un problema económico que repercute en la población por la importante fuente de empleos que estos establecimientos representan. Cada uno de ellos tiene entre 2 y 10 personas que participan en todo el proceso de hacer camisetas básicas y de plaqueta (llamadas también tipo polo).

Solo entre los barrios Medina, Concepción y Cabañas se encuentran alrededor de 12 mil microtalleres de confección, pero de 100 que abren al año, 97 cierran a los 10 meses, según estadísticas de Gremio de Micro y Pequeñas Empresas (Gremipe).

Victorino Carranza, presidente de la organización, considera necesario que los dueños de estos negocios se interesen por capacitarse. “Al día, siete talleres están cerrando porque no saben cómo seguir a flote; muchas veces producen sin tener ganancias y no se dan cuenta porque no se preocupan por recibir capacitaciones para saber administrar su negocio”.

Carranza añadió que hay otros factores que están acabando con estas microempresas, entre ellos el alto costo de la energía eléctrica, los elevados precios de los insumos como tela e hilos y la dificultad para encontrar tela de calidad.

El valor de la tela de pique, necesaria para la elaboración de camiseta de plaqueta, oscila entre L40 y 45, más los L35 del costo de la mano de obra, y el carrete de hilo usado cuesta 20 lempiras y 40 si es nuevo.

La suma de esto deja un costo de hasta 85 lempiras por camisa para compradores mayoristas y puede aumentar si las tallas sobrepasan la XL. Esto deja una mínima ganancia de L10 al confeccionista por camisa, lo que tiene hundido al negocio y preocupados a quienes se dedican a la costura. El consumidor final paga entre 120 y 150 lempiras.

“Los clientes mayoristas que tienen los pequeños talleres no quieren pagar lo que en realidad cuesta la camisa; piden los mismos precios de hace 10 años y muchos productores por la premura de tener efectivo para pagar planillas aceptan vender a precios muy bajos su producto”, lamentó Carranza.

Preocupación

Indra Fajardo, microempresaria, comentó que desde que se fueron las maquilas que vendían sus excedentes de tela se complicó el rubro porque ahora deben importar la materia prima. “Yo tuve que buscar otras alternativas y producir otras cosas porque si me quedaba solo con las camisetas, no iba a salvar mi negocio; ahora hago bordados, uniformes escolares, camisas formales y vestimenta para sacerdotes”.

Fajardo añadió que otra de las dificultades es que las personas prefieren camisas de importación porque hay más variedad de colores y tipos de telas y ellos como taller deben trabajar únicamente con las pocas telas que encuentran aquí.

A la empleada Rosa Cruz le preocupa mucho el cierre de talleres de confección porque son los únicos que dan trabajo a mujeres mayores de 35 años que ya no califican para trabajar en maquilas por la edad. Muchas de ellas son madres solteras y necesitan mantener a sus hijos y, si son despedidas, no podrán encontrar trabajo.

“Aquí empezamos siendo 12 empleadas y ahora solo quedamos cinco y un bodeguero; entendemos que los dueños ya no venden como antes y esto nos está afectando”, expresó Cruz.

¿Qué se debe hacer?

Para ayudar a salvar a estos talleres, Gremipe ofrece asesoría gratuita con solo una llamada telefónica. Además programa capacitaciones mensuales incluso para los empresarios no afiliados.

Según el presidente de Gremipe, la salida más cercana se daría dentro de unos tres años, cuando se comience a condensar la idea de algunas maquilas sampedranas que están analizando la posibilidad de producir su propio algodón para hacer ellos mismos las telas y, como se hacía anteriormente, vender el excedente a los compradores locales.

Esto podrá mejorar el mercado porque se tendrá más variedad de colores, accesibilidad a tela de buena calidad y precios más bajos que si la importaran.