Los Ángeles, Estados Unidos.
Uno de los rasgos característicos de esta ciudad, el implacable tráfico, ha llegado al mar.
Por más de un mes, un grupo rotante de unos 12 buques de carga se han mantenido anclados frente a los puertos de Los Ángeles y Long Beach, en California, algunos esperando hasta ochos días para atracar. Hace un año, ni un solo buque esperaba en fila.
“Hasta mediados de octubre, todo avanzaba sin trabas”, afirmó Kip Louttit, director ejecutivo de la organización Marine Exchange of Southern California, que mantiene registro de los buques que entran y salen y dirige su tráfico.
Las autoridades atribuyen la congestión a varios factores: buques más grandes que saturan la capacidad de desembarque del puerto, volúmenes casi récord de productos que intentan pasar por las instalaciones conforme la economía mejora, una escasez de chasis de camiones para transportar los contenedores y retrasos causados por una reconfiguración del sistema local de ferrocarril.
La incertidumbre en torno de las negociaciones de los contratos entre los operadores de las terminales marítimas y el sindicato de estibadores ha empeorado aún más la congestión, apuntan los economistas y funcionarios locales.
La congestión ha llevado a que algunos transportadores recurran a otros puertos o a rutas aéreas, precisó Gene Seroka, director ejecutivo del Puerto de Los Ángeles. El negocio perdido es “algo que será muy difícil de recuperar”, afirmó.
En años recientes, los puertos de Los Ángeles y Long Beach, que en conjunto procesaron 40% de toda la carga en contenedores de Estados Unidos, han enfrentado una mayor competencia. Una ampliación del Canal de Panamá permitirá que buques más grandes de Asia esquiven la costa oeste y entreguen más bienes directamente a la costa este de EE.UU. En preparación, varios puertos en esa zona están realizando grandes expansiones. Por ejemplo, la autoridad portuaria de Jacksonville, Florida, afirmó que la carga de contenedores asiáticos creció 20% en el año fiscal que concluyó el 30 de septiembre.
Las autoridades estiman que cerca de un tercio de la carga entrante se distribuye en el sur de California, otro tercio a otras partes de EE.UU., y el resto no está ligado a la red de Los Ángeles-Long Beach y podría con igual facilidad ingresar a Norteamérica por otros puertos. Los líderes locales buscan mantener este último tercio.
Empresas a lo largo de la costa oeste que dependen de los puertos para importar y exportar bienes han expresado preocupación por las extendidas negociaciones entre el sindicato International Longshore and Warehouse Union (ILWU), que representa a los trabajadores de los puertos de la costa oeste, y la Pacific Maritime Association (PMA), que representa a transportadores y operadores de puertos. Los empleados del ILWU han estado trabajando sin contrato desde el primero de julio.
Algunos grandes minoristas han dicho que el caos en el transporte ha golpeado sus ventas y sumado tiempo y costos a sus planes de envíos navideños. Los exportadores agrícolas, por su parte, dicen que se han visto obligados a enviar sus productos por adelantado, usar otros puertos y en algunos casos usar rutas aéreas: lo que ha menguado sus ganancias.
El ILWU dijo en un comunicado que no es responsable por la “crisis de congestión” y negó cualquier desaceleración intencional. En Los Ángeles y Long Beach hay una “gran escasez de trabajadores”, y el grupo empleador se ha “negado a aumentar la fuerza laboral de tiempo completo”, señaló el sindicato.
Los líderes del ILWU culpan a la infraestructura y la gestión de los puertos junto a los mayores volúmenes de importaciones, que en septiembre tuvieron un alza interanual de 11% en Los Ángeles y de 10,2% en Long Beach.
Las autoridades en ambos puertos trabajan para lidiar con los volúmenes al alza con medidas como compartir los chasis de los camiones de manera más eficiente. Seroka, del Puerto de Los Ángeles, dijo que aliviar la congestión era su “principal prioridad”, pero que se requerían nuevas reglas del sindicato.
Los empleados del puerto al igual que los minoristas y fabricantes dicen que su mayor temor es la posibilidad de una paralización total en todos los puertos de la costa oeste, como ocurrió por 10 días en 2002. La suspensión le costó a la economía estadounidense varios miles de millones de dólares, según la industria.
Uno de los rasgos característicos de esta ciudad, el implacable tráfico, ha llegado al mar.
Por más de un mes, un grupo rotante de unos 12 buques de carga se han mantenido anclados frente a los puertos de Los Ángeles y Long Beach, en California, algunos esperando hasta ochos días para atracar. Hace un año, ni un solo buque esperaba en fila.
“Hasta mediados de octubre, todo avanzaba sin trabas”, afirmó Kip Louttit, director ejecutivo de la organización Marine Exchange of Southern California, que mantiene registro de los buques que entran y salen y dirige su tráfico.
Las autoridades atribuyen la congestión a varios factores: buques más grandes que saturan la capacidad de desembarque del puerto, volúmenes casi récord de productos que intentan pasar por las instalaciones conforme la economía mejora, una escasez de chasis de camiones para transportar los contenedores y retrasos causados por una reconfiguración del sistema local de ferrocarril.
La incertidumbre en torno de las negociaciones de los contratos entre los operadores de las terminales marítimas y el sindicato de estibadores ha empeorado aún más la congestión, apuntan los economistas y funcionarios locales.
La congestión ha llevado a que algunos transportadores recurran a otros puertos o a rutas aéreas, precisó Gene Seroka, director ejecutivo del Puerto de Los Ángeles. El negocio perdido es “algo que será muy difícil de recuperar”, afirmó.
En años recientes, los puertos de Los Ángeles y Long Beach, que en conjunto procesaron 40% de toda la carga en contenedores de Estados Unidos, han enfrentado una mayor competencia. Una ampliación del Canal de Panamá permitirá que buques más grandes de Asia esquiven la costa oeste y entreguen más bienes directamente a la costa este de EE.UU. En preparación, varios puertos en esa zona están realizando grandes expansiones. Por ejemplo, la autoridad portuaria de Jacksonville, Florida, afirmó que la carga de contenedores asiáticos creció 20% en el año fiscal que concluyó el 30 de septiembre.
Las autoridades estiman que cerca de un tercio de la carga entrante se distribuye en el sur de California, otro tercio a otras partes de EE.UU., y el resto no está ligado a la red de Los Ángeles-Long Beach y podría con igual facilidad ingresar a Norteamérica por otros puertos. Los líderes locales buscan mantener este último tercio.
Empresas a lo largo de la costa oeste que dependen de los puertos para importar y exportar bienes han expresado preocupación por las extendidas negociaciones entre el sindicato International Longshore and Warehouse Union (ILWU), que representa a los trabajadores de los puertos de la costa oeste, y la Pacific Maritime Association (PMA), que representa a transportadores y operadores de puertos. Los empleados del ILWU han estado trabajando sin contrato desde el primero de julio.
Algunos grandes minoristas han dicho que el caos en el transporte ha golpeado sus ventas y sumado tiempo y costos a sus planes de envíos navideños. Los exportadores agrícolas, por su parte, dicen que se han visto obligados a enviar sus productos por adelantado, usar otros puertos y en algunos casos usar rutas aéreas: lo que ha menguado sus ganancias.
El ILWU dijo en un comunicado que no es responsable por la “crisis de congestión” y negó cualquier desaceleración intencional. En Los Ángeles y Long Beach hay una “gran escasez de trabajadores”, y el grupo empleador se ha “negado a aumentar la fuerza laboral de tiempo completo”, señaló el sindicato.
Los líderes del ILWU culpan a la infraestructura y la gestión de los puertos junto a los mayores volúmenes de importaciones, que en septiembre tuvieron un alza interanual de 11% en Los Ángeles y de 10,2% en Long Beach.
Las autoridades en ambos puertos trabajan para lidiar con los volúmenes al alza con medidas como compartir los chasis de los camiones de manera más eficiente. Seroka, del Puerto de Los Ángeles, dijo que aliviar la congestión era su “principal prioridad”, pero que se requerían nuevas reglas del sindicato.
Los empleados del puerto al igual que los minoristas y fabricantes dicen que su mayor temor es la posibilidad de una paralización total en todos los puertos de la costa oeste, como ocurrió por 10 días en 2002. La suspensión le costó a la economía estadounidense varios miles de millones de dólares, según la industria.