San Pedro Sula, Honduras.
Por ahora parece un reto catalogar a Honduras como un referente de la industria vinícola latinoamericana, pero el esfuerzo de productores y la labor de generaciones encienden los motores para avanzar hacia ese reconocimiento.
En Corquín, Copán, un grupo de caficultores desalentados por la baja producción y precios caídos en el mercado internacional decidieron en 2009 comenzar su propio negocio para diversificarse.
De esa idea surgió Café Mi Tazita, un emprendimiento que en la actualidad ha logrado la certificación para exportar sus productos a Estados Unidos. Sin embargo, aguardan por encontrar a sus clientes.
“Al perder la casa y la finca en un mal año de cosecha, se me ocurrió empezar a hacer vino de café y así fue como comencé a fermentar el café líquido con levadura y avena integral. Después se envasa”, explica Irma Angélica Landaverde, socia de Café mi Tazita.
Por ahora se hacen pedidos en restaurantes como un ingrediente para cocinar carnes y en las reposterías para hacer tiramisú y galletas.
“A través del Internet contacté a alguien de Estados Unidos que me pidió una muestra del vino de café y se la envié, junto con todos los datos necesarios sobre el vino. Posteriormente, me enviaron el certificado de FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos, por sus siglas en inglés)”, relata Landaverde. “La idea es encontrar un contacto, como alguna bodega o un comprador específico para enviarlo”, agrega la productora.
Ejemplos
La Empresa Agrosilvopastoril Villa San Pablo (Emavisapa), ubicada en Siguatepeque, produce los vinos Hato Mayor, que fueron premiados en la China Wine & Spirits Awards (CWSA 2015).
El vino tinto semiseco Don Alejandro ganó medalla de oro, el tinto dulce Myrciaria cauliflora y el vino de naranja fueron premiados con medallas de bronce.
“El concurso se realiza mediante cata a ciegas y participan los pesos pesados del mundo. Una medalla CWSA es una insignia de honor”, dice Alexis Sánchez, fundador de la Emavisapa.
Por ahora parece un reto catalogar a Honduras como un referente de la industria vinícola latinoamericana, pero el esfuerzo de productores y la labor de generaciones encienden los motores para avanzar hacia ese reconocimiento.
En Corquín, Copán, un grupo de caficultores desalentados por la baja producción y precios caídos en el mercado internacional decidieron en 2009 comenzar su propio negocio para diversificarse.
De esa idea surgió Café Mi Tazita, un emprendimiento que en la actualidad ha logrado la certificación para exportar sus productos a Estados Unidos. Sin embargo, aguardan por encontrar a sus clientes.
“Al perder la casa y la finca en un mal año de cosecha, se me ocurrió empezar a hacer vino de café y así fue como comencé a fermentar el café líquido con levadura y avena integral. Después se envasa”, explica Irma Angélica Landaverde, socia de Café mi Tazita.
 Los granos de café cosechados en Corquín, Copán, se fermentan usando levadura y avena integral.
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“A través del Internet contacté a alguien de Estados Unidos que me pidió una muestra del vino de café y se la envié, junto con todos los datos necesarios sobre el vino. Posteriormente, me enviaron el certificado de FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos, por sus siglas en inglés)”, relata Landaverde. “La idea es encontrar un contacto, como alguna bodega o un comprador específico para enviarlo”, agrega la productora.
Ejemplos
La Empresa Agrosilvopastoril Villa San Pablo (Emavisapa), ubicada en Siguatepeque, produce los vinos Hato Mayor, que fueron premiados en la China Wine & Spirits Awards (CWSA 2015).
El vino tinto semiseco Don Alejandro ganó medalla de oro, el tinto dulce Myrciaria cauliflora y el vino de naranja fueron premiados con medallas de bronce.
“El concurso se realiza mediante cata a ciegas y participan los pesos pesados del mundo. Una medalla CWSA es una insignia de honor”, dice Alexis Sánchez, fundador de la Emavisapa.
 La presentación del vino Hato Mayor.
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