26/04/2024
12:56 AM

En Honduras innovan y sacan ganancia de la crisis

Andrea Guerrero comenzó en marzo a vender mascarillas con diseños personalizados.En medio de la crisis encontró un negocio, comenta.

    SAN PEDRO SULA.

    Cuando se matriculó en la universidad en Diseño Gráfico, muchas personas le dijeron a Andrea Guerrero que “de eso no iba a comer en la vida”, y mucho menos en momentos de crisis económica.

    Varios años después, en medio de una pandemia que ha sacudido no solo la conducta de los hondureños, sino de toda la humanidad, Guerrero, estudiante del Centro Universitario Tecnológico (Ceutec), convierte sus destrezas y conocimientos en dinero contante y sonante gracias, también, a la tecnología.

    Desde el primer mes del confinamiento decretado por el Gobierno para contener la propagación del covid-19, Guerrero ha estado vendiendo miles de mascarillas con diseños personalizados hechos en el estudio de su casa en San Pedro Sula.

    Guerrero estudia Diseño; sin embargo, es una artista natural que en la última década ha estado, por un lado, produciendo pinturas y, por otro, generando artículos comerciales como tazas y vasos con figuras solicitadas por los clientes; entre ellos, muchas empresas de esta ciudad.

    NUEVA OPORTUNIDAD

    En marzo y abril, mientras miles de emprendedores se encontraban presos de la angustia por la cuarentena, esta emprendedora comenzó con otros artistas a ponerle vida a las monótonas mascarillas, que se han convertido en un producto de consumo masivo.

    “Me invitaron a formar parte de un proyecto para hacer diseños de mascarillas con otros artistas para una compañía. Casi nunca digo no a algo, siempre me gusta intentarlo, aunque después no salga bien. Vi la oportunidad en esa colaboración y me puse a hacer los diseños. Después los promocioné en las redes sociales, y la gente, como siempre me han solicitado cosas personalizadas, me pidieron mascarillas personalizadas”, relata.

    L150 precio individual
    Guerrero vende a L150 una mascarilla cuando es pedida solamente por un cliente. Ella utiliza redes sociales para comercializar los productos y presentar las opciones de diseño.
    Un mes más tarde, cuando ya había concluido ese proyecto, ella estaba haciendo más diseños para más cubrebocas solicitados por cientos de personas. Hasta esta fecha ha llegado a vender pedidos de hasta 3,000 unidades, compradas por empresas que las distribuyen entre sus empleados y clientes.

    Made with love (hecho con amor) by: Andrea Guerrero. Es más que una mascarilla, más que un arte, es poner una sonrisa en sus rostros, que tienen que ser ocultas”, dice una tarjeta que coloca pacientemente en cada uno de los empaques en que deposita la mascarilla para enviarla al cliente.

    L100 precio para mayoristas
    A un promedio de L100 lempiras vende una mascarilla cuando una empresa le solicita unas mil unidades, por ejemplo.
    Cada mascarilla vendida por Guerrero lleva tres capas, una es un filtro de poliéster y polipropileno. En la superficie, en la parte visible, imprime el diseño, que incluye el logotipo de la empresa y también su firma de artista.

    Todos los días, en una computadora y en dos tabletas, por medio de Adobe Illustrator y Procreate, crea las propuestas de diseño que presenta a sus clientes un poco después de tener una conversación para conocer la esencia y personalidad del negocio.

    “A los clientes, entre ellos, las empresas, les pregunté qué quisiera que aparezca en la mascarilla, cuál es la esencia de su empresa, y es ahí cuando comienzo a crear cosas. De ahí mando la cotización. Mando la idea, después el diseño final. Mando varias opciones de colores sin algún costo adicional”, expresa.

    Andrea Guerrero, estudiante de Diseño Gráfico, muestra las mascarillas que tienen impresos los diseños que ella crea en su casa.
    Una vez que ha llegado a un acuerdo con la empresa remite el diseño a una empresa fabricante, la cual en los últimos meses “trabaja día y noche por tanto trabajo que tiene, pues hay muchos artistas haciendo mascarillas”, explica.

    La empresa fabricante le entrega en su casa las cajas de mascarillas y ella le dedica el tiempo necesario a cada una para cerciorarse de que tienen las medidas solicitadas por el cliente, que no presenta desperfectos y que el diseño está impreso correctamente.

    Luego de empacarlas en bolsas individuales, las cuales llevan dos tarjetas (en una de ellas le solicita al cliente que “no olvide etiquetarnos en tus fotos”) le pide a su esposo que las lleve en su vehículo a la empresa compradora.

    Estas mascarillas son encargadas por empresas para distribuirlas entre sus empleados y clientes.
    Como el 99% de las microempresas hondureñas, en el negocio de Guerrero participan su hermana, el cuñado y su esposo. Cada quien recibe una remuneración de acuerdo con el trabajo que desempeña.

    Para estos días, Guerrero tiene previsto participar “en colaboración” en otros proyectos grupales con colegas artistas con la idea de combinar diseños en mascarillas que venderán al detalle dentro y fuera de Honduras.

    “En realidad no me gustaba el Diseño Gráfico, quería estudiar Diseño Industrial, una carrera que no estaba acá. No me gustaba el diseño gráfico porque me miraba pegada a una computadora, pero con el paso de los años y con las nuevas tecnologías empecé a sacarles provecho”, dice mientras pinta obras de arte, que también vende por encargo.

    3 claves del negocio
    - Perder el miedo. Andrea Guerrero considera que los emprendedores deben “perder el miedo” ante nuevos retos y situaciones adversas, mantener actitud positiva para tener resultados satisfactorios.
    - Crear e innovar. Para Guerrero, las mascarillas son un gran ejemplo de cómo hacer negocios con algo que es producido y consumido en todo el mundo. Solamente hay que ser creativos e innovadores.
    - Trabajar con otros colegas. En tiempo de crisis es importante, dice, trabajar en colaboración con otros colegas para adquirir experiencia, detectar nuevas oportunidades y compartir las ganancias.
    Antes de la pandemia, Guerrero, de 29 años de edad, además de vender artículos decorados, hacía murales en las paredes de restaurantes de la ciudad. Para abril y mayo tenía previsto pintar tres en varios negocios, pero a causa de la crisis económica desprendida de la emergencia nacional “los clientes dijeron que quedaban suspendidos”.

    Después de cinco meses de encierro, esta emprendedora está satisfecha con los logros alcanzados porque “las cosas han salido mejor de lo que esperaba”.

    “Pensé que en momentos tan críticos, como en una pandemia, la gente no iba a comprar esto, pero la pandemia se ha quedado y la gente quiere seguir adelante y no estar en medio del caos. Quieren mucho arte porque quieren algo bonito y esperanzador”, manifiesta.

    Desde su punto de vista, “la pandemia deja una lección importante: nunca decir no a lo nuevo, hay que perder el miedo para hacer las cosas pensando que va a salir mal y descubrir oportunidades en situaciones de crisis”.

    Negocios turísticos de Omoa piden socorro antes de ir a la quiebra

    Propietarios de varios restaurantes de playa, pequeños hoteles y centros recreativos de Omoa piden socorro al Gobierno y al sistema financiero porque están al borde de la quiebra tras cinco meses de no vender un refresco.

    Entre los negocios que se hallan en crisis están varios emblemáticos de este sitio turístico, como el parque acuático San Fernando, hotel y restaurante Flamingos y el restaurante Atrévete, que por años ha contratado a grupos musicales para que amenicen las fiestas en la playa.

    “Necesitamos la reapertura económica en Omoa. Estamos en fase cero y otros lugares de Honduras están en otra fase. El Gobierno dijo que ayudaría a las empresas, habló de alivios, y no ha habido alivios. Ha sido pura mentira”, dice Luis Aciego, propietario del parque acuático San Fernando.

    En ese centro recreativo hasta antes de la pandemia trabajaban de manera permanente 16 personas, más 12 eventuales (los fines de semana), quienes se encuentran suspendidos.

    Después de 16 años de estar abierto, Aciego cree que el cierre es inevitable si la situación económica en ese municipio sigue paralizada a causa de las restricciones que aún mantiene el Gobierno.“A esta altura estamos tocando fondo. Necesitamos la reapertura y préstamos blandos porque, la verdad, la gente no saldrá a granel a consumir. No le estamos pidiendo donaciones al Gobierno, solo queremos que nos apoye”, dice.

    Mientras Juan Cardozo, dueño del hotel y restaurante Flamingos, está intentando hipotecar una propiedad para obtener dinero y reabrir el negocio cuando el Gobierno lo autorice.

    “Nosotros ya tocamos fondo. Somos negocios que pasamos el día a día. En mi caso, yo ya no puedo abrir, ya quebré hace tiempos. Mi esperanza era hipotecar en el banco una propiedad, pero en el banco dicen que no están dando préstamos para volver a comenzar”, comentó.

    Cardozo ve “muy difícil volver a trabajar si habrá una restricción en el número de personas dentro de un restaurante”.

    “Nosotros sabemos que los bancos no son centros de beneficencia, y no estamos pidiendo nada regalado, pero queremos que nos apoyen con préstamos con bajas tasas de interés”, plantea este empresario, que empleaba a entre 30 y 35 personas.

    Idania Brocato, dueña del restaurante Atrévete, siente que “la crisis es insostenible y el Gobierno, pese a que ha anunciado medidas, no ha dado respuestas positivas”.

    “Estamos al borde de la quiebra. Este negocio era el que le daba vida todos los fines de semana a la playa, traíamos grupos musicales; pero eso ya no podremos hacerlo”, lamenta esta empresaria que generaba entre 25 y 30 empleos.

    En tres negocios habría una pérdida de unos 90 empleos, entre permanentes y temporales.