27/04/2024
09:08 AM

Rendición

San Pedro Sula, Honduras.

Hace algunos días me detuve a ver un programa de noticias por televisión, el cual presentaba la pregunta encuestadora siguiente: “¿Cuál, cree usted, es la causa por la que Honduras tiene un alto índice de criminalidad?”. No logré ver todo el programa, pero las respuestas que iban punteando eran la falta de educación y la escasez de empleo. No cabe duda que estos dos elementos son válidos. Sin embargo, pensé en ese momento que si los criminales, los corruptos y los que practican malos hábitos no son transformados radicalmente en su manera de pensar y actuar es muy remoto que Honduras se convierta en un país de paz. Se hace imperiosamente necesario que el Dios de la Biblia llegue al corazón de esta gente y que las iglesias cristianas propaguen con enjundia este mensaje.

Cierto pasaje bíblico nos relata que Saulo (después llamado Pablo), respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos de Cristo, cuando iba rumbo a la ciudad siria de Damasco, lo rodeó un resplandor y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Saulo contestó: “¿Quién eres Señor?”. La voz le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hechos 9:1-5). Cuando nos rendimos ante el poderoso mensaje de Dios, entonces somos transformados. El relato bíblico indica que posteriormente Saulo se convirtió en el más grande propagador del evangelio de Cristo.

Las buenas nuevas de Jesús llegan al interior de la persona, tocan sus pensamientos, su intelecto, su espíritu, su corazón. Llegan a la raíz de las necesidades humanas, hasta cambiarlas, si las personas se rinden ante la presencia de Dios, humilladas ante Su poderosa mano.

Les presento este testimonio. Michelle Akers llegó a convertirse en una estrella de fútbol de clase internacional. El equipo de Estados Unidos ganó en 1991 la primera copa femenina del mundo y Michelle anotó diez goles en cinco partidos. Pero a medida que el protagonismo de Michelle iba en aumento, su salud declinaba. Sufría del síndrome de fatiga crónica y disfunción inmunológica, una enfermedad debilitadora. Cuando en 1994 fracasó su matrimonio de cuatro años, sintió que había alcanzado el final de sí misma. Se hallaba tan enferma que no podía caminar cinco minutos sin la necesidad de recuperarse durante dos días en un sofá. Michelle había puesto su confianza en Cristo cuando estaba en el colegio, pero lo hizo a un lado en la universidad, así como luego de graduarse. Pero al final, Michelle en su rectificación se rindió a Dios y dijo: “Está bien Señor, puedes tomar mi vida. Ayúdame por favor”.

Todo ser humano, por más criminal, corrupto o de malos hábitos que sea, si se rinde ante Dios, humillado ante su presencia, es transformado. Diga como Michelle, “toma mi vida, ayúdame Señor”.