27/04/2024
10:18 PM

La desgracia de la ira

Monseñor Emiliani, tengo un peso en mi conciencia que no puedo descargar. Por muchos años maltraté física y moralmente a la que fue mi esposa. No supe comprenderla ni valorarla. Le achacaba la culpa de todo lo que pasaba en la casa. Hasta llegué a calumniarla diciendo que había estado con otro hombre. Eso me lo inventé yo y seguí con esa historia mucho tiempo. La fui torturando mentalmente y la fui doblegando hasta convertirla en una enferma. Ella al principio me aguantó todo porque creía que yo iba a cambiar. Recuerdo cómo gozaba yo, sí, morbosamente, haciéndola llorar. Luego a los pocos días empezaba a hacerle cariños y ella me aceptaba nuevamente. Pero cuando yo entraba en cólera la insultaba, incluso, enfrente de sus hijos. Recuerdo dos golpizas que le di. La segunda vez intervino un vecino que me apartó de ella y me llevó casi a la fuerza a su casa. Tengo que aceptar que generalmente eso lo hacía bajo los efectos del licor. Esta ha sido una debilidad mía. Sé que me hace daño el tomar. Tengo dos hijos varones y una niña que por cierto me odian. De la madre de mis hijos hace tiempo no sé nada de ella, nada más que estuvo bajo tratamiento psiquiátrico y que vive con su mamá. Pero mi conciencia no me deja en paz. Recuerdo con dolor lo que pasó. Yo me he acercado más a la Iglesia, ya que estaba muy apartado y voy a hacer un retiro con la renovación carismática de mi parroquia. Yo sé que necesito sanación espiritual. Cuánto quisiera volver atrás en el tiempo y empezar de nuevo. Volver a enamorarla y tratarla como una reina. En fin, sé que nada se puede cambiar, que debo aceptar el pasado como es. ¿Sabe una cosa? Yo la quiero todavía y mucho. Estuve enredado con otra mujer, que lo único que hizo fue sacarme la plata que pudo y qué ironía, la trataba como una reina y le decía las cosas que nunca le dije a mi mujer y al final me dejó porque se reconcilió con su antiguo novio. Es más, luego me enteré de que ellos se seguían viendo aún estando conmigo. ¡Qué estúpido he sido! Yo quiero solamente acercarme a mi ex esposa y pedirle perdón y ojalá volviera conmigo. Sé que eso no será posible, pero ese es mi deseo. Ah, le escribo llorando, quisiera volver al pasado y hacerlo todo diferente.

Estimado señor, la pena que le embarga lo hace sufrir mucho. Volver al pasado y empezar de nuevo es imposible. Qué irónico el hecho de que la mujer que en verdad lo quiso a usted plenamente, ha sido la persona que recibió de usted todos “los males”. En cambio, la otra, la que no lo amó a usted, la trató como a una “reina”. ¿Absurdo, verdad? Ahora lo importante es que usted ya entendió; ya entró en conciencia de lo que ha sido su vida. Ahora solo cuenta empezar de nuevo. Cuenta con su presente y el futuro que Dios quiera regalarle en esta tierra. Asista a ese retiro de la renovación espiritual católica. Haga una lista desde ya de sus errores y de la gente que ha sido ofendida por usted y con humildad vaya y pida perdón a las personas agredidas, sobre todo a su ex esposa. Búsquela por favor y si no lo recibe, mándele una carta donde usted le pide perdón. También debe hablar con sus hijos. Ahora bien, todos dirán que quieren ver cambios en usted, sobre todo en aquello que lo hace trastornar, el licor. Por eso le pido que acuda a Alcohólicos Anónimos donde le van a ayudar a recuperarse. Reconciliarse con Dios, con los demás y usted es clave. Cultivar una sana espiritualidad lo ayudará a crecer. En el caso de sus hijos, poco a poco vaya acercándoseles y que ellos vean a ese “hombre nuevo” que será usted. Tenga paciencia, pues su familia tiene muchas heridas provocadas por usted. Incluso le pueden decir algunas cosas desagradables sobre su pasado. Esté preparado y con humildad escuche las quejas. No discuta con ellos ni con nadie. Usted acepte su culpa. Eso será parte de su purificación y recuperación. Sí, tiene que existir una desintoxicación no solamente física sino mental. Algo importante será acudir también a un profesional de la psicología. Aprenda a controlar su ira, a ser dueño de usted mismo. Cómo ayuda a eso la comunidad cristiana, la oración, la vida sacramental. Tómese en serio su renovación interior. Y ni una copa de licor más. Y recuerde, con Dios usted es invencible.