28/04/2024
09:58 PM

El delfín

“Traspaso de cargo en Cuba, una operación maquillaje de cara a la opinión pública internacional”.

El delfín, además del cetáceo conocido por todos, es un título nobiliario empleado en Francia entre 1349 y 1830 reservado a los príncipes herederos al trono, que fuesen hijos legítimos o descendientes directos del monarca reinante. Cargo que se extinguió con el advenimiento de la Revolución Francesa. Hoy día este término se utiliza para referirse al sucesor designado oficial u oficiosamente para un cargo, generalmente para suceder a un presidente o jefe de estado en funciones.

De esta forma, el presidente de Cuba, Raúl Castro, nombró a su delfín Miguel Diaz Canel para sucederle como presidente de la isla caribeña. Así no más, de dedo, sin elecciones generales, como si estuviéramos en la época de la pre-Revolución Francesa. En donde Diaz Canel sin ser hijo ni descendiente directo de Castro se convierte en su príncipe heredero, aun sin estar revestido de una legitimación histórica como aconteció con los hermanos Castro.

El nuevo mandatario cubano sin ser un improvisado, aunque su gobierno será una continuidad de la dinastía de los Castro, como él mismo lo anunció en su discurso de asunción, tendrá que marcar su propio poder de convocatoria y mostrar habilidades políticas para formar un equipo y lograr consensos en el manejo de la isla, si es que logra el apoyo del Ejército y de los señores del politburó, que son en realidad el poder tras del trono en esta clase de sistemas, en donde lo políticamente correcto no se aplica.

De conformidad a la Constitución de Cuba, el Partido Comunista tiene las riendas de la nación. Coincidentemente Raúl Castro es el presidente de dicho partido, por lo que es lógico suponer que tendrá los ojos puestos en su delfín y podrá fácilmente controlarlo. Tal vez, por ello es que Díaz Canel expresó que su gobierno será continuista.

Para algunos analistas Miguel Díaz Canel será una marioneta que ejecutará las órdenes del partido o de aquellos que verdaderamente son los que controlan el país. Convirtiéndose este traspaso de mando en un maquillaje frente a la comunidad internacional que aspira a la democratización de Cuba. Para otros, Diaz Canel no será un bebesaurio más, sino un reformista o por lo menos alguien con posibilidades de emprender los cambios que el país necesita. Jugando a su favor su relativa juventud frente a los octogenarios del partido, ya en su ocaso político, incluyendo a su benefactor.

El nuevo presidente cubano tendrá tiempo para sacudirse los hilos que lo mantienen atado a una ideología que ha fracasado en la solución de los problemas de los cubanos que, por centenares de miles han huido de su país en la búsqueda de mejores condiciones de vida y de la ansiada libertad.