El campo base del Everest se transforma cada año en una pequeña ciudad: cerca de 1.500 alpinistas, cargadores, guías y médicos pueblan la ciudad más elevada del planeta.
Todos los alpinistas que aspiren a coronar la imponente cima deben pasar casi dos meses aquí para acostumbrar su cuerpo a la altitud extrema.
Aunque estén a 5.364 metros de altitud y entre montañas hostiles y heladas, aquí pueden encontrar todo tipo de servicios, desde alimentos frescos hasta internet inalámbrico.
“Obtener ingredientes frescos en realidad es más fácil de lo que pensé. Es debido a que aquí todo era traído por mi portador o en yak. Pero ahora supongo que en los tiempos modernos parece que todo llega en helicóptero. Así que tenemos muchos grupos de escalada que vienen y vuelan en helicóptero y podemos conseguir algunos insumos”, dijo James Perry, chef del campo base.
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Hace solo quince años, los efímeros residentes de 'la Colina” se conocían entre sí.
Con el aumento vertiginoso de alpinistas en el último cuarto de siglo, y la llegada de operadores internacionales, hoy una brecha social parece separar a los diferentes campamentos, en función del precio que se paga por la expedición.
Los operadores baratos proponen tarifas en torno a 20.000 dólares, mientras que las más reputadas facturan unos 70.000.
Los deportistas más adinerados incluso pueden disfrutar de unos días en un hotel de lujo de Katmandú antes de volver a la montaña para iniciar el ascenso.
Según los operadores internacionales, los pequeños lujos responden al curso normal de 'la evolución de los campamentos base'. Texto, foto y video de AFP.