Miles de mexicanos pidieron hoy justicia para los 43 estudiantes desaparecidos hace más de dos meses en Iguala (Guerrero, México) con protestas en 43 ciudades de Estados Unidos, cada una de las cuales encendió velas y enarboló pancartas con el rostro de uno de los jóvenes.
'Una ciudad por desaparecido. Cada ciudad cuenta la historia de uno de los alumnos de la escuela de Ayotzinapa. Queremos humanizar la lucha y, por eso, cada ciudad lleva el nombre y apellidos de uno de los estudiantes', explicó Roberto Lovato, escritor y miembro de la plataforma organizadora '#UStired2'.
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El nombre de la plataforma hace referencia a la frase 'ya me cansé' dicha por el procurador mexicano, Jesús Murillo Karam, ante las preguntas de los periodistas a principios de noviembre y que se hizo muy popular en las redes sociales.
'Queremos decir a los que están dentro del país que los mexicanos que estamos fuera tenemos voz. Tenemos una voz de preocupación y decimos al presidente Enrique Peña Nieto que ya basta. No más', dijo Armando Borja de Mexicanos sin Fronteras, que participó en las protestas en Washington D.C.
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Apodado como 'el Chivo', Cruz Mendoza fue descrito como un 'buen estudiante, callado y que se llevaba bien con todos', explicó Arturo J. Viscarra, salvadoreño encargado de organizar la protesta en la capital.
Los manifestantes lanzaron críticas al 'Plan México', que comenzó en 2008 y con el que Estados Unidos provee de fondos al país para luchar contra el crimen organizado, el blanqueo de dinero o el tráfico de drogas.
'Con ese dinero se financia a un Gobierno que viola los derechos humanos', argumentó Rubén Tapia, periodista radiofónico que ayudó a coordinar las manifestaciones en California.
Jorge Luis González Parral fue el joven desaparecido que protagonizó la protesta en Miami, donde una treinta de manifestantes se tumbó en el suelo como si estuvieran muertos y formó el número 43 para pedir que se aclare lo ocurrido la noche del 26 de septiembre.
Ese día, según la investigación oficial, los 43 jóvenes fueron detenidos por policías locales y entregados al cártel Guerreros Unidos, que se encargó de asesinarlos e incinerar los cuerpos para no dejar rastros porque supuestamente creyeron que eran miembros del grupo rival Los Rojos.