Sergio Iván Ruiz pasó más de 22 horas enterrado bajo los escombros de un edificio residencial de siete pisos, ubicado en la esquina de las calles Laredo y Amsterdam.
Cuando los rescatistas comenzaron a bajar del edificio en ruinas con su camilla, los presentes estallaron en aplausos: '¡Bravo, Sergio! ¡Sí se puede!'. Eran las 11:13 de la mañana del miércoles, y Ruiz era el primer sobreviviente que lograban desde hacía varias horas. Minutos antes habían desenterrado los cuerpos de un hombre y una mujer, ya sin vida.
La aparición de Ruíz reavivó la esperanza de los familiares y rescatistas que estaban allí: 'Estoy acá desde ayer y he visto que han sacado a 11 personas vivas', explicó Israel Rodríguez, un rescatista de 32 años. 'Estamos sacando escombros, trayendo comida al centro de acopio y ayudando en lo que podemos porque esta es nuestra ciudad y nada nos la va a quitar'.
El tiempo se agota para las víctimas que siguen sepultadas bajo los escombros de los edificios caídos en México.
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En Ciudad de México las autoridades contabilizaron 39 edificaciones totalmente destruidas y las colonias Roma y Condesa amanecieron convertidas en zonas de desastre con múltiples calles cerradas para facilitar el acceso de maquinaria pesada, ambulancias, convoyes militares y el traslado de heridos.
Fatal coincidencia
Muchos vecinos todavía no se recuperaban de la insólita circunstancia que los llevó a revivir, 22 años después, la tragedia del terremoto del 19 de septiembre de 1985 con un nuevo temblor que volvió a poner de luto al país.
'A las once de la mañana del lunes hicimos un simulacro en nuestra empresa y todos hacíamos chistes con lo del protocolo, pero jamás nos imaginamos que a la una iba a pasar todo esto', explicó Carlos Rodríguez, de 38 años, quien miraba con asombro el rescate de Ruiz.
Poco después, un militar con el uniforme manchado salió rengueando de los escombros. Despeinado y con lágrimas en los ojos contó que Ruiz estuvo gritando toda la noche para que no lo olvidaran y supieran que seguía con vida. 'Junto a él había cuatro o cinco personas más pero cuando llegamos ya no estaban con vida, solo pudimos sacar a Sergio', explicó el oficial, que solo se identificó como el teniente Alejandre porque no estaba autorizado a dar declaraciones.
'No me siento un héroe, héroe es Sergio que nos dio la referencia y nos guiaba pero no llegamos a tiempo. No importan las horas que tengamos que seguir, acá estaremos con la gente', aseguró Alejandre.
El puño que ha enmudecido a Ciudad de México. Rescatistas piden silencio para escuchar gritos de auxilio.
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Mejía formó parte de las brigadas estudiantiles que hace 32 años salieron por miles a meterse en los edificios destruidos para rescatar personas: 'Es espantosa la actitud del gobierno de Peña Nieto que pretende ignorar el voluntariado, como lo hizo Miguel de la Madrid en 1985, y pretender que la reconstrucción arranca al día siguiente del sismo. Eso no es así, hay que rescatar a la gente primero'.
Pese a la tragedia que entrañan las pérdidas humanas, el autor de Arde la calle dice que encuentra múltiples motivos para sentirse orgulloso por lo que ha visto en su ciudad: 'Veo a los chavos que están en las calles y me emocionan porque ellos no vivieron el terremoto anterior, quizá lo leyeron o vieron alguna película pero están conscientes de que deben ayudar'.
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Escuchar a los mexicanos narrar lo que habían vivido, era como recordar las palabras de Carlos Monsiváis en su crónica del terremoto de 1985: 'Se engendra al instante una zona de desastre, el desfile de escenas confusas que se asocia con las impresiones apocalípticas. El fin del mundo. El fin de mi mundo. La gente sale huyendo de los edificios, se lanza a los teléfonos, se aglomera en los hospitales, peregrina en busca de sus familiares y relata inacabablemente su experiencia'.
Diversos expertos han señalado que el sismo del martes fue una prueba para las autoridades y los sistemas de ayuda y protección. Rafael Meza, especialista en salud pública y métodos de rescate de la Universidad de Michigan, explica que al momento de llegar a un territorio en el que acaba de suceder un desastre natural lo primero es garantizar la seguridad de los equipos de ayuda.
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Los cuerpos de rescatistas, voluntarios y protección civil continúan con las labores de rescate, mientras muchos mexicanos continúan a la espera de que aparezcan sus seres queridos. Cinthia Escamilla, de 34 años, espera desde el martes a las tres de la tarde sentada frente al amasijo de concreto que quedó de un edificio de oficinas ubicado en Álvaro Obregón 286.
Buscaba noticias de su hermano Jonathan Noé Escamilla, de 38 años, que trabaja como contador: 'Sigo esperando por mi hermano, él tiene que seguir en el edificio pero no sabemos nada desde que salió a trabajar a las ocho de la mañana de ayer'.
Después de 28 horas de espera, a las siete de la tarde del miércoles las autoridades le dijeron que todavía había 10 personas adentro de las ruinas. Cinthia esperaba que Jonathan fuera uno de ellos.