26/04/2024
05:20 PM

Chepito Pérez, 'el niño venadito” juega fútbol a su manera

El niño hondureño Chepito Pérez sufrió una rara afección que lo hace caminar a gatas.

Inventó su propio deporte para poder jugar con sus amigos y meterle un gol a la adversidad que lo dejó caminando a gatas cuando comenzaba a dar sus primeros pasos.

Como no puede patear la pelota, José Ismaí Pérez, conocido como Chepito, le da con sus manos cuando juega con sus amiguitos en la cancha de un barrio pobre de San Manuel, Cortés.

“No tengo que agarrarla, porque si lo hago me cantan falta”, comenta Chepito como para dejar en claro que cumple al pie de la letra las reglas de su juego inventado.

El chico de 10 años grita alborozado cuando logra meter la pelota de un puñetazo en los parales hechos con varas rústicas en el campo sin espectadores.

Nació sano mediante parto normal en Tocoa, Colón, pero al año sufrió una extraña afección en la columna vertebral que le impide caminar erguido.

Fue algo repentino. Un día que su madre María Julia Orellana regresó de la iglesia se encontró con que Chepito no podía levantarse de la cama. “El niño está bien aguadito”, corrió a avisarle el mayor de sus seis hijos. La madre no lo podía creer porque el niño, tras que se despertaba daba un brinco y se dirigía a la cocina a buscar comida.

Lo tomó en sus brazos y lo sintió como un trapo, no podía sostenerse en sus piernas. “En vez de ponerse a caminar comenzó a arrastrarse de barriga en el suelo”, relata la madre.

Conmovidos los vecinos por la situación de Chepito, hicieron una colecta para que sus padres lo llevaran al hospital Escuela de Tegucigalpa. Los médicos del centro asistencial identificaron el padecimiento como Guillain-Barré, un trastorno que se produce cuando el mismo sistema inmunitario del cuerpo se ataca a sí mismo por un error.
No había nada que hacer pues este trastorno no tiene cura.

María dice que el niño ha mejorado porque dejó de arrastrarse. Gracias a la terapia que le hicieron en la Teletón y la que ella misma le hacía en la casa, el pequeño al menos puede caminar utilizando, además de los pies, las manos para apoyarse.

No pudo ir a la escuela

Parece un gato subiendo y bajando con rapidez el cerrito sobre el cual está la casa donde vive con su familia. Desde que las inundaciones los corrieron de Tocoa, viven en San Manuel, primero en una propiedad ajena y ahora en la casita que les ayudó a construir la organización Cepudo en un terreno donado por la Municipalidad.

Sobre una mesa de la sala que también funciona como dormitorio se encuentra una Biblia descolorida que le obsequió el pastor de una iglesia pero que el niño apenas ha hojeado porque no puede leer.

Su madre dice que Chepito solamente hizo la educación prescolar porque cuando quiso matricularlo en primaria, el maestro que le iba dar clases le puso como condición que ella estuviera a su lado todo el día para cuidarlo.

Resulta que el pequeño hasta el momento no ha sufrido un accidente a causa de su limitación física. Es un mono para subirse a los palos y un venadito para correr, así que no se justifica lo que pidió el maestro, según expresó.

Sólo cuando Chepito va a jugar fútbol necesita que sus amigos lo lleven a tuto porque el campo está muy distante de la casa y las calles de la comunidad son escabrosas y accidentadas. Hay que salir del barrio y cruzar la pavimentada para llegar a la cancha.

Cuando la familia vivía en Tocoa, Chepito trataba de ayudar a la casa en lo que podía. “Lo miraba llegar de los cultivos de su papá con las matas de frijoles en la nuca y me ponía a llorar”, recuerda la madre. En ese tiempo no tenía ni cuatro años.

Sus sueños

Antes se movilizaba en una vieja silla de ruedas que le regalaron en San Manuel, pero desde que se arruinó el aparato, el cipote anda como una criatura mitológica con las palmas de las manos apoyadas en el suelo y la cabeza levantada para ver hacia adelante.

Aunque no sabe leer, puede enviar mensajes por los teléfonos celulares que le prestan. Ni él mismo sabe como logra comunicarse con sus hermanos mayores porque lo único que sabe es escribir su nombre.

Dos de sus sueños son tener su propio celular y conocer San Pedro Sula (desde que llegó de Tocoa no ha salido de San Manuel); pero lo que más le pide al Señor es poder caminar, según le ha confesado a su madre. Hasta sueña que anda en bicicleta, dice María.

Ella abriga la esperanza que, sobre todo, este último sueño se haga realidad, porque, aunque el trastorno que sufre Chepito es incurable, un médico le dijo que con el tiempo este tipo de casos pueden ser recuperables.

El pastor de la iglesia adonde la familia se congrega alimenta su esperanza diciéndole que si Dios quiere Chepito volverá a caminar. Mientras tanto, el chiquillo sigue dándole a la pelota con sus manos que “son un cañón”.

Contacto: Para ayuda, los interesados pueden contactar a la madre de Chepito en el celular 9833-4937

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