San Pedro Sula, Honduras.
Alfonso Flores creció con la música sonándole en los oídos porque su padre, llamado como él, tenía los estudios de su orquesta dentro de la casa en el barrio Los Andes.
El pequeño Alfonso dormía arrullado por una lluvia de notas musicales que salían de la orquesta Tropical, propiedad de su progenitor.
Aparte de ello, “la familia desayunaba, almorzaba y cenaba música”, y así era inducido a escuchar a las grandes orquestas del mundo.
Cuando estaba en la escuela Rodolfo Rojas se hizo famoso porque en todos los actos festivos no podía faltar una canción cantada por él.
A los quince años, Alfonso Flores hijo ya estaba integrando otro de los conjuntos que tuvo su padre llamado “Fonchín y los Gatos Bravos”, que puso a bailar a la gente dentro y fuera del país.
“Tocaba el órgano y hacía los arreglos del grupo”, comenta ahora Alfonso Flores, quien también es llamado Fonchín.
Esa fue una etapa importante de su vida, pero lo que más le ha dado sastisfacciones es trabajar en un proyecto de música para jóvenes en la colonia Colvisula: la Banda Sinfónica Juvenil.
“Hemos graduado cuatro generaciones de instructores en educación musical”, dice con orgullo Flores, quien estudió en la escuela de música Victoriano López, al tiempo que sacaba su bachillerato en el instituto José Trinidad Reyes.
Lo más importante de este proyecto es que tiene un efecto multiplicador, pues busca replicarlo en toda la ciudad.
“La primera réplica se establecerá en Cofradía, donde vamos a trabajar junto con la fundación Puertas Abiertas en la enseñanza de música formal”, expresó.
Informó que en estas réplicas también cuenta con el apoyo de la organización Cepudo y la Municipalidad sampedrana. Flores también es miembro de la Fundación Filarmónica Sampedrana que comenzará este año a desarrollar la Orquesta Sinfónica de San Pedro Sula, lo mismo que el Coro Polifónico.
Durante un homenaje que le hizo el Club Rotario el miércoles anterior por su servicio a la sociedad, Flores dijo que la cultura es la mejor trinchera para combatir la violencia. “Alguien me dijo que la violencia termina donde comienza la cultura. Pienso que ese será nuestro lema de aquí en adelante”.
Alfonso Flores creció con la música sonándole en los oídos porque su padre, llamado como él, tenía los estudios de su orquesta dentro de la casa en el barrio Los Andes.
El pequeño Alfonso dormía arrullado por una lluvia de notas musicales que salían de la orquesta Tropical, propiedad de su progenitor.
Aparte de ello, “la familia desayunaba, almorzaba y cenaba música”, y así era inducido a escuchar a las grandes orquestas del mundo.
Cuando estaba en la escuela Rodolfo Rojas se hizo famoso porque en todos los actos festivos no podía faltar una canción cantada por él.
A los quince años, Alfonso Flores hijo ya estaba integrando otro de los conjuntos que tuvo su padre llamado “Fonchín y los Gatos Bravos”, que puso a bailar a la gente dentro y fuera del país.
“Tocaba el órgano y hacía los arreglos del grupo”, comenta ahora Alfonso Flores, quien también es llamado Fonchín.
| Por su estudio de grabación particular han desfilado los mejores cantantes y conjuntos musicales de Honduras.
|
“Hemos graduado cuatro generaciones de instructores en educación musical”, dice con orgullo Flores, quien estudió en la escuela de música Victoriano López, al tiempo que sacaba su bachillerato en el instituto José Trinidad Reyes.
Lo más importante de este proyecto es que tiene un efecto multiplicador, pues busca replicarlo en toda la ciudad.
“La primera réplica se establecerá en Cofradía, donde vamos a trabajar junto con la fundación Puertas Abiertas en la enseñanza de música formal”, expresó.
Informó que en estas réplicas también cuenta con el apoyo de la organización Cepudo y la Municipalidad sampedrana. Flores también es miembro de la Fundación Filarmónica Sampedrana que comenzará este año a desarrollar la Orquesta Sinfónica de San Pedro Sula, lo mismo que el Coro Polifónico.
Durante un homenaje que le hizo el Club Rotario el miércoles anterior por su servicio a la sociedad, Flores dijo que la cultura es la mejor trinchera para combatir la violencia. “Alguien me dijo que la violencia termina donde comienza la cultura. Pienso que ese será nuestro lema de aquí en adelante”.
