El más doloroso de todos los lunes se vivió ayer en varias las comunidades de este pequeño municipio ubicado en el sur de Francisco Morazán.
Once de las víctimas fueron veladas ayer en distintos hogares de la zona y cada una de las historias era más desgarradora que la otra.
Todos ellos perecieron el pasado domingo luego de que el autobús en que viajaban fuera embestido por una rastra que transportaba melones.
En cada uno de esos hogares lloran sin consuelo la pérdida de sus seres queridos.
Los fallecidos tenían la esperanza de volver a ver las polvorientas calles de su olvidado municipio y regresar a su querido pueblo.
Son al menos cinco las aldeas donde ayer las luces y el fogón no se apagaron, 10 casas que hoy quedarán un poco más vacías y que serán invadidas por los recuerdos. El autobús era el único del pueblo y era la conexión entre las aldeas de los caídos y sus sueños por mejorar y buscar el bienestar para ellos y sus familias.
Pese al dolor que golpeó a su familia, el alcalde recorrió su pueblo para dar consuelo a los demás dolientes.
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“Es para mi primita, pobrecita, siga por ese camino y va a encontrar el velorio de ella”, decía uno de los muchachos que preparaba una cruz en su olvidado San Miguelito.
Para llegar a este municipio como visitante lo primero que se necesita es tener precisamente voluntad, ya que las calles que llevan hasta allá están en muy malas condiciones. Es un pueblo con pocos pobladores que se ganan la vida de la agricultura y de las remesas que ha dejado el sueño americano.
Una historia más de ese luto desgarrador es la de Wilfredo Zelaya y Keylin Johana Posadas. Como esposos habían viajado a Tegucigalpa felices para ver la evolución del fruto de su amor. La joven estaba embarazada, pero ninguno de los tres sobrevivió al fatal accidente.
Todos los cuerpos ya fueron entregados, pero no todos serán enterrados hoy, algunos esperan la llegada de familiares.
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La muchacha y el fruto de su vientre fueron sepultados en un cementerio cerca de su hogar; y Wilfredo fue velado en La Venta, de donde era originario.
La familia del alcalde
Nunca en su gestión como jefe edilicio Marvin Matamoros ha sufrido tanto un recorrido por su pueblo.
Como alcalde sacó las fuerzas para visitar las casas de los 10 fallecidos que están alrededor de San Miguelito; pero como padre se rompe en pedazos al recordar que él también perdió a su hijo Deybi Matamoros.
“Él me dijo que iría a Tegucigalpa porque tenía que arreglar un teléfono, el mismo domingo iba a regresar”, recordó. Su hijo no regresó y para él un pedazo de su vida se murió para siempre.
“Mi hijo era un muchacho de sueños, él quería ser mecánico porque quería salir adelante, mi casa se me queda vacía a partir de hoy sin mi muchacho”, lamentó.
Además de su hijo, Matamoros lamenta el fallecimiento de su cuñado y su primo, quienes corrieron con la misma mala suerte.
“Si pudiera verlo... si pudiera verlo lo abrazaría y le diría que lo amo”, manifestó destrozado. Deybi fue su hijo 18 años y su padre lo amará tanto como pueda.
Recién casados
Besy Barahona también contó su tragedia. Ella era la esposa de José Ángel Fúnez (de 33 años), conductor de la unidad. Ellos habían decidido comenzar una vida el sábado por la noche cuandos se casaron.
“La última vez que lo vi fue la madrugada del sábado, yo le dije que se quedara, pero me dijo que tenía que llevar unas encomiendas, yo esperaba que llegara como a las dos de la tarde”. “Yo lo amo, fuimos novios dos años y medio”, decía desconsolada.