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Europa lucha contra las tecnológicas de Estados Unidos

  • 10 diciembre 2014 /

El énfasis europeo en la protección de la privacidad amenaza los modelos de negocios de firmas como Google, Facebook y Amazon.

Bruselas, Bélgica.

Desde Berlín hasta Madrid, desde Londres hasta París, las empresas de tecnología de Esta­dos Unidos libran una importante batalla con los estados soberanos de Europa.

Es un enfrentamiento de gobier­nos contra los nuevos titanes de la tecnología, de industrias estableci­das contra contendientes que recién empiezan, y de la cultura emprende­dora de Silicon Valley contra el mar­co legal más regulado de Europa.
La lucha presenta una de las ma­yores amenazas para los gigantes tecnológicos de EE.UU. desde que surgieron en garajes y universida­des a lo largo de las últimas cuatro décadas.

No obstante, primero y antes que nada, es una batalla económica. Las autoridades europeas, acostumbra­das a controlar sectores clave de sus economías, tienen problemas para tomar el pulso de las dinámicas em­presas que cruzan el océano Atlánti­co.

El crecimiento europeo es débil y los ingresos fiscales han caído, y ob­servan cómo ganancias que solían ir a parar a industrias europeas como cadenas minoristas y medios de co­municación, ahora engrosan las ar­cas de Silicon Valley, a menudo pa­gando pocos impuestos. Temen que sectores críticos como el automotor sean los próximos en caer.

Las firmas estadounidenses son poderosas. La capitalización bursá­til de cinco tecnológicas de EE.UU., Apple Inc., Amazon.com Inc., Face­book Inc., Google Inc. y Microsoft Inc., ronda los US$1,8 billones. En cambio, el valor de mercado de las 30 mayores empresas que integran el índice DAX, de la Bolsa de Fráncfort, asciende a US$1,3 billones. Alemania es la mayor economía de Europa.

“Los europeos tienen todo que perder” con el ascenso de las em­presas de tecnología estadouniden­ses, dice Paul Stoneman, profesor emérito de la Escuela de Negocios Warwick y ex funcionario antimo­nopolio del Reino Unido.
También es un choque de valo­res: la cultura poca regulada de Si­licon Valley colisiona con el énfasis europeo en preservar la privacidad de las personas.

Y quizás en su esencia, el con­flicto entre Silicon Valley y Europa es sobre el control de Internet, la conexión más común del mundo y un motor económico crucial que se considera bajo la influencia de EE.UU. El tema explotó tras las reve­laciones de Edward Snowden sobre la extendida vigilancia del gobierno de EE.UU. sobre ciudadanos estado­unidenses y europeos, a veces a tra­vés de empresas de datos y redes de telecomunicaciones de EE.UU.

Los europeos han contraataca­do. Un tribunal holandés y un juez español prohibieron la semana pa­sada la operación de Uber Techno­logies Inc., el servicio de reserva de taxis, en sus respectivos países; el ministro de Finanzas británico, George Osborne, acaba de anunciar el cobro de un “impuesto Google” que apunta directamente a las tec­nológicas estadounidenses; fun­cionarios de Francia y Alemania pidieron una consulta pública so­bre el comportamiento de las gran­des firmas de tecnología de EE.UU.; mientras que el Parlamento Euro­peo aprobó una resolución que pide una posible división de Google por motivos antimonopolio. Uber dijo que seguirá ofreciendo su servicio en Holanda. Google prefirió no co­mentar al respecto.

Las empresas estadounidenses quedaron perplejas ante una de­cisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en Luxemburgo, que dictaminó en mayo que los eu­ropeos tenían el “derecho a ser ol­vidados” en Internet y exigir que referencias posiblemente dañinas sobre ellos fueran borradas de los resultados de búsqueda.

Los vientos en contra se han con­vertido en un gran riesgo para las tec­nológicas de EE.UU. conforme bus­can nuevos mercados para mantener su crecimiento vertiginoso. Los ana­listas de Wall Street aluden cada vez más a la regulación como una de las pocas amenazas existenciales para los líderes de Internet, como Google, que han aprovechado el aumento del uso de la web para expandirse.

Las tecnológicas han enfrentado problemas en otras regiones, como en China, que bloquea muchos de los servicios de Google y Facebook, pero las quejas europeas se centran en temas y procesos que forman parte de la fundación sobre la cual se construyeron estas empresas.

Aparte de las búsquedas, el foco europeo en la privacidad podría li­mitar la cantidad de información que las tecnológicas pueden re­unir sobre los consumidores de la región así como la forma en que se utiliza. Los datos son el combus­tible de la publicidad en línea y la maquinaria comercial que Google, Facebook y Amazon han edificado y monetizando durante años.

Expertos afirman que las empre­sas tecnológicas estadounidenses solían desarrollar nuevos productos y servicios para resolver los proble­mas regulatorios más adelante. Aho­ra, no obstante, intentan abordar los problemas antes puesto que el costo de la incertidumbre en sus negocios europeos es demasiado alto.

La lucha genera interrogantes importantes sobre si Internet se fragmentará a medida que otros países intentan mantener los da­tos lejos de las manos las autori­dades estadounidenses. A menos que el espionaje de EE.UU. no sea controlado, “el movimiento hacia una Internet truncada será difícil de detener”, pronosticó un infor­me del Consejo de Europa.

Hay mucho en juego: la mitad del crecimiento de la productividad en Europa proviene de inversiones en tecnología de la información y la co­municación, según un informe de la Comisión Europea.

Los europeos aseguran que se trata de darles una oportunidad de competir a las firmas locales. Sin embargo, muchos de los problemas que enfrentan las empresas nuevas en el Viejo Continente son muy euro­peos. Las reglas fiscales y laborales suelen ser onerosas y la región pa­dece una escasez de capital de riesgo en un sistema financiero dominado por los préstamos bancarios.

Para las grandes empresas euro­peas con influencia en los pasillos de poder, su modelo de expansión tradicional se ve amenazado. Al­gunas autoridades temen que la si­tuación pueda afectar a industrias clave como la automotriz. Según el modelo europeo, una firma como BMW desarrollaría redes digitales propias para manejar sus autos in­teligentes. Pero las automotrices temen que puedan ser superadas si Google desarrolla una red superior. “Las rentas económicas de las em­presas dominantes están desapare­ciendo en muchos mercados locales y otorgando grandes ventajas a los mejores productos, servicios o pro­cesos”, indicó un reciente informe de la Comisión Europea.