26/04/2024
12:10 AM

El precio de las chuletas de cerdo, el nuevo desafío que encara la Fed

La tendencia alcista de los alimentos en Estados Unidos plantea, a su vez, una pregunta delicada: ¿el aumento del costo de una hamburguesa cuenta como in­flación?

Nueva York, Estados Unidos.

La economía estadouniden­se comenzó su sexto año de expansión con el crecimiento del empleo más robusto en casi una década. Sin embargo, aún quedan varios obstáculos en el camino.

Tal vez la principal duda, y la más importante a la hora de determinar cuándo la Reserva Federal empezará a subir las ta­sas de interés, que en la actuali­dad se ubican prácticamente en cero, es la inflación y, en parti­cular, la evolución de los precios de los alimentos.

La tendencia alcista de los alimentos en Estados Unidos plantea, a su vez, una pregunta delicada: ¿el aumento del costo de una hamburguesa cuenta como in­flación?

La respuesta es afirmativa para todos los que comen, en especial las personas de menos recursos que dedican gran parte de sus ingresos a la alimentación. Los bancos centrales, sin embargo, tienen una visión más matizada. A veces, en su empeño por con­trolar tendencias amplias y de largo plazo en los precios al con­sumidor, miran más allá de los incrementos en los precios de la comida que parecen temporales o puntuales.

La Reserva Federal de EE.UU. tiene por delante un desafió de envergadura ahora que evalúa el antiguo dilema de cómo inter­pretar las variaciones en el pre­cio de una chuleta de cerdo.

En el debate del banco cen­tral por determinar cuándo co­menzar a subir las tasas de inte­rés de corto plazo para impedir el sobrecalentamiento de la eco­nomía, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, ha dejado en claro su intención de demorarse todo el tiempo que sea necesario.

Los indicadores más amplios de inflación han estado duran­te más de dos años por debajo de la meta de la Fed, de 2% en 12 meses, pero hay indicios de que están subiendo. Asimismo, el desempleo ha descendido a 6,1% desde 7,5% de hace un año, lo que sugiere que la capacidad ociosa está disminuyendo en el mercado laboral y el riesgo de un sobrecalentamiento aumenta en forma gradual.

Un alza generalizada de los precios al consumidor sería otra señal de que se acerca la hora de actuar. Eso ejerce presión sobre la Fed para que distinga entre las señales auténticas de inflación en los precios de los alimentos y el ruido estadístico.

El precio de la carne molida subió 10,4% en mayo frente a igual mes del año anterior y el de las chuletas de cerdo aumen­tó 12,7% en el mismo período. El precio de la fruta fresca se incre­mentó 7,3% y el de las naranjas 17,1%. No obstante, los precios de los cereales y los productos de panadería apenas subieron 0,1% y los de las verduras 0,5%.

El Departamento de Agri­cultura de EE.UU. predice un aumento de entre 2,5% y 3,5% en los precios de los alimentos este año, después de un alza de 1,4% en 2013.

Los compradores en los supermercados ya sienten los aumentos de precios en las secciones de frutas y verdu­ras y de carnes. “En los pasillos centrales, en buena parte de los alimentos no perecederos están viendo una inflación inferior al promedio porque las materias primas y los factores involucra­dos en su producción no han estado aumentando de la misma forma”, dice Annemarie Kuhns, economista del Departamento de Agricultura.

La heterogeneidad en los precios deja de manifiesto las fuerzas dispares que están de­trás de los aumentos.
La sequía en Oklahoma y Texas está elevando los precios del ganado. Una enfermedad co­nocida como virus de la diarrea epidémica porcina o coronavi­rus ha acabado con la vida de millones de lechones y contri­buido al alza en los precios de los cerdos. La mayor parte de los camarones consumidos en EE.UU. vienen del Sudeste Asiá­tico, donde una infección bacte­riana ha devastado las existen­cias. En tanto, una sequía en Brasil ha disparado los precios del café.

Estos factores sugieren que el aumento en los precios de los alimentos en EE.UU. proviene de factores particulares que han limitado la oferta en ciertas áreas, no de un alza generaliza­da de la demanda, lo que podría generar el brote amplio de la inflación que la Fed trata de im­pedir.

El banco central busca que la inflación no aumente más de 2% en un año a mediano plazo medida por un indicador conoci­do como el índice de precios de consumo personal, que incluye los precios de los alimentos y la energía.

La Fed, sin embargo, también mira con atención un índice que excluye las variaciones de los alimentos y la energía, que son considerados más volátiles y proclives a enviar señales erró­neas sobre las tendencias de la inflación.

El índice más amplio que si­gue la Fed, conocido como PCE, acumuló un alza de 1,8% entre mayo de 2013 y mayo de 2014 y completó su vigésimo quinto mes consecutivo por debajo de la meta del banco central. El indicador, no obstante, se ha acelerado frente al incremento anual de apenas 0,8% registrado febrero.

Yellen indicó en su confe­rencia de prensa más reciente que los indicadores de inflación “habían estado un poco altos” últimamente, pero advirtió que “los datos que estamos obser­vando” no apuntan en una direc­ción clara.

En todo caso, la inflación es un tema que divide a la Fed. “No creo que los últimos meses ha­yan sido solamente ruido”, dijo Jeffrey Lacker, presidente de la Fed de Richmond en una recien­te intervención.