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Antigua Guatemala, donde el tiempo se detuvo

  • 14 julio 2017 /

Cada puerta de esta espectacular ciudad cautiva a los visitantes e invita a husmear en su interior.

Guatemala.

Tal vez son sus coloridas casonas y aquellos enormes portones de madera que han visto pasar cientos de procesiones o quizá sean esos espejos de agua que se forman en los callejones durante los días de lluvia lo que hechiza a los viajeros que llegan Antigua, Guatemala.

Incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1979, la ciudad recibe a los visitantes con su atmósfera apacible y una arquitectura colonial. Para conocer algunos de sus principales atractivos conviene recorrerla a pie. Un buen punto de inicio es el Arco de Santa Catalina, usado por las monjas de clausura del convento de Santa Catalina Virgen y Mártir para ir de un lado a otro sin ser vistas.

En la actualidad sirve de marco perfecto para tomar las fotos del recuerdo de quienes van y vienen por la Quinta Avenida. Esta arteria -empedrada- muy probablemente es la más famosa del destino. Sus costados alojan desde boutiques, como Hilosophy, que presumen textiles con atractivos diseños, hasta restaurantes de comida tradicional guatemalteca con un toque gurmé. Nadie debe perderse los tamales de chipilín que sirven en Los Tres Tiempos.

De día o de noche, con lluvia o en un día soleado, los viandantes hallan entretenimiento, historias y vendedoras que ofrecen sus coloridos textiles por las calles. No faltan las casonas que tras sus fachadas esconden acogedoras estadías con todo y patio interior. Sin importar la época del año, Antigua sorprende a los visitantes con cada uno de sus recovecos. Lo único que este destino exige es estar dispuesto a andarlo, de ser posible, a un ritmo lento.