Miami, Estados Unidos.
Grande entre las grandes, mundialmente famosa por su contagioso grito de “Azúcaaaaaa…”, Celia Cruz cumplió 11 años de haber fallecido.
El 16 de julio de 2003, hace 11 años, esta habanera falleció en su casa en Fort Lee, en Nueva Jersey. Unos le decían “La guarachera de Cuba”, otros la encumbraban como la ‘‘Reina de la salsa’’, pero ella, con su risa de siempre, llevó la música cubana por todos los rincones y dejó un legado impresionante, con más de 70 discos grabados y varios premios Grammy.
Una voz impresionante que cuando se dejaba escuchar con La negra tiene tumbao, Quimbara y La vida es un carnaval, ponía a bailar a todos sin distinción.
Origen
Su vida empezó en un barrio de La Habana, el 21 de octubre de 1925, siendo la segunda hija de un fogonero de los ferrocarriles, Simón Cruz y Catalina Alfonso. Aunque su padre quería que fuera maestra, su madre siempre la apoyó en su afición al canto. Bailó y cantó todo lo que pudo y participaba en programas radiofónicos para aficionados, como La Hora del Té o La Corte Suprema del Arte, hasta que por su interpretación del tango Nostalgias, recibió por primera vez un pago en efectivo de 15 pesos cubanos, en Radio García Serra.
Inicio musical
Su gran oportunidad profesional surgió en 1950, cuando Mirta Silva, cantautora de La Sonora Matancera, regresó a su Puerto Rico natal y Celia superó las pruebas de selección.
En sus inicios en La Sonora, no gustó su peculiar estilo, pero sus dotes como cantante y su personalidad la hicieron miembro permanente durante quince años de la agrupación.
Recorrió América Latina, casi país por país, sus éxitos inolvidables de aquel entonces: Burundanga, Caramelos, Tu voz, Pa’ la paloma, Vallán vallende, La sopa en botella, entre otros.
Deceso
En sus últimos años de vida estuvo afectada por un cáncer de mama, que, aunque le fue operado, hizo metástasis en el cerebro. Después de su muerte, su cuerpo embalsamado, fue llevado a Miami y Nueva York, de tal manera que todos pudieran rendirle homenaje.
Después que salió definitivamente de Cuba, en 1960, se mantuvo sistemáticamente activa en las campañas que se fraguaron contra la Revolución Cubana generadas desde Estados Unidos, por lo que fue utilizada como ícono por el enclave contrarrevolucionario de Miami.
A pesar de eso, músicos residentes en la isla como Silvio Rodríguez, el pianista Chucho Valdés y el salsero Isaac Delgado lamentaron su muerte y no escatimaron calificativos para Celia. Sin dudas que el pueblo cubano, dentro y fuera de la isla, lloró su muerte.
El sepelio de Celia Cruz fue bochornosamente aprovechado por la Fundación Nacional Cubano Americana, en un acto de vulgar oportunismo político para convertir su velorio en una tribuna política, sin calcular que Celia, a pesar de sus diferencias ideológicas, siempre será de Cuba.
Inolvidable historia de amor
La partida de Celia Cruz, tras perder su batalla contra el cáncer, devastó a su “cabecita de algodón”, como ella llamaba al hombre con el que compartió su vida y los escenarios.
Fueron muchos los que creyeron que Pedro Knight, aquejado por muchos años de diabetes, y al que una vez ella se refirió como su padre, su madre, su hermano, su gran apoyo, no sobreviviría la muerte de su querida Celia.
Tres años y medio más tarde el trompetista murió y fue sepultado junto a su famosa esposa, tal y como dispuso La Guarachera de Cuba”, en el cementerio Woodland de El Bronx, en Nueva York, conocido como el “condado de la salsa”, lugar que continúa siendo punto de peregrinaje para los admiradores de la cantante, a la que dejan flores y mensajes e incluso, un pastel el día de su cumpleaños, pese a haberse cumplido el décimo aniversario de su muerte.
Celia y Pedro se conocieron el tres de agosto de 1950 en la estación de radio CMQ en Cuba, donde ensayaba la Sonora Matancera, de la que Knight era trompetista.
“Celia fue porque la habían recomendado. Myrta Silva (cantante puertorriqueña) se había ido y buscaban una cantante. Cuando llegó al primero que se encontró fue a Pedro Knight. Desde ese día empezó a ayudarla con los arreglos y sostuvieron una bonita amistad por diez años”, recordó Omer Pardillo, quien durante quince años fue el representante de la estrella cubana y testigo de su relación de pareja.
Tal parecía que el destino se había empeñado en unirles ya que Celia se convirtió en la nueva cantante de la famosa orquesta cubana.
La relación de la cantante y el trompetista trascendió a lo profesional y se enamoraron, aunque Celia dijo muchas veces que al principio prefirió no hacerle caso porque Knight -que tenía dos matrimonios previos y varios hijos- “tenía fama de mujeriego”.
“Se separaron muy pocas veces desde que se unieron, el 14 de julio de 1962 (en una ceremonia civil). La primera vez fue en la década de 1980 porque él se enfermó y ella viajó con sus mejores amigos.
La segunda vez, él también se enfermó y ella no podía suspender su presentación. Sólo dos veces en 41 años de casados”, destacó Pardillo, ejecutor del testamento y del legado de la intérprete ante quien se rindió el mundo pese a que nunca habló otro idioma que el español.
El puertorriqueño Rafael Hernández compuso “Desvelo de amor, que para Celia Cruz era su mejor composición, y la primera que la enamorada pareja se cantó mientras pasearon en un carruaje por las calles de Nueva York, tras reunirse en la ciudad luego de la estadía del trompetista en México.