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Casabe, para luchar contra la pobreza

  • 09 junio 2012 /

Pequeñas empresas formadas por mujeres producen y exportan el tradicional alimento garífuna.

    Un grupo de mujeres hondureñas de raza negra de la aldea de La Unión, departamento de Atlántida, ha recurrido a las costumbres ancestrales de su cultura para superar el atraso y el abandono oficial en el que se encuentra su pueblo, mediante la creación de una industria gastronómica cuyo objetivo es el mercado de los Estados Unidos.

    El casabe es para los afrodescendientes lo que la tortilla de maíz es para el resto de los hondureños, que la consumen en el desayuno, el almuerzo y la cena.

    A falta de casabe, los afrodescendientes prefieren la machuca, una comida elaborada con plátano verde cocido que después es majado en morteros de madera hasta formar una especie de puré al que le añaden leche de coco.

    Una sopa de pescado no se considera completa entre los garífunas si no va acompañada de machuca o de casabe.

    En términos económicos, el casabe es más barato que la machuca, aunque muchos garífunas no tienen tierras para cultivar ni plátanos ni yuca.

    “Algunos garífunas no pueden cultivar ni yuca ni plátanos, por lo que tienen que comprarlo en el mercado local o a algunos vecinos”, dice Norma Casildo (43), quien reside en La Unión, cerca de la ciudad puerto de La Ceiba, en el departamento caribeño de Atlántida.

    Alimento ancestral

    Casildo, estudiante universitaria de pedagogía en el área comercial, es una de las afrodescendientes hondureñas que han dado el salto de la elaboración artesanal del casabe para el consumo doméstico, a la industrial para venderlo en otras ciudades del país e incluso exportarlo, principalmente a EUA.

    Esta mujer aprendió a elaborar el casabe de manera artesanal de su abuela Macaria Green, quien se dedicó a esa actividad desde 1960 en la aldea de Monte Pobre (La Unión, Atlántida).
    El método tradicional para rayar la yuca para el casabe consiste en una tabla de madera con pequeñas piedras incrustadas, un instrumento que en algunos casos lastima los dedos de las mujeres que a diario se dedican a ese menester.

    Con la industrialización del casabe a pequeña escala, la “tiranía” de la tabla empedrada ha sido sustituida por un pequeño molino eléctrico, lo que agiliza todo el proceso, que implica extraer la leche de la yuca, de la que también se elaboran otros derivados, como pan, atoles y bebidas refrescantes.

    “Mi abuela, que tiene 99 años (nació el 27 de febrero de 1913), me enseñó a hacer casabe cuando yo era una niña”, añade Norma Casildo, originaria de La Ceiba, es soltera y con dos hijos en secundaria.

    Norma, encargada de hornear el casabe, es miembro de la pequeña empresa Luba Ereba (Casa del Casabe, en garífuna) que beneficia directamente a unas ocho familias que se organizaron en 2004 para montar su pequeño negocio.

    Industrialización del casabe

    En La Unión también funciona la Asociación Hondureña de Mujeres Procesadoras de Casabe, que aglutina a 16 féminas, sin que todas sean garífunas.
    Este grupo se organizó hace dos años y ahora está terminando de pagar un préstamo que le sirvió para remodelar y equipar la casa donde procesan el casabe, relató su vicepresidenta, Olga Leticia Martínez, una garífuna que produce ese alimento derivado de la yuca desde hace 30 años.

    Olga Leticia, madre de siete hijos y que vive desde hace 42 años en La Unión, dice que el casabe que están produciendo lo venden en el mercado local, pero que tienen previsto comercializarlo en EUA, donde viven muchos afrodescendientes hondureños.

    Agregó que el casabe que más demanda tiene es el que preparan “al ajillo”, aunque también ofrecen con “sabor a canela y barbacoa”, o “el simple, que sabe como a galleta de soda”.

    En el proceso de industrialización del casabe, que se vende en porciones pequeñas o empacado en grandes piezas, se ha sustituido el viejo rayador de madera por un molino eléctrico y la “culebra”, una especie de tubo hecho con una fibra natural para extraer la leche de la yuca por la acción de una prensa. Además, cuentan con un horno de leña, sobre cuyo comal se cocina la tortilla de yuca, que en su versión más grande da para cinco comensales, y a la que después, en otro proceso, se le añaden los sabores que demandan los consumidores.

    Añorado en el extranjero

    En la región caribeña de Honduras ya son varias las pequeñas empresas familiares que se dedican a la industrialización del casabe, que se ha convertido en uno de los productos que añoran los miles de hondureños afrodescendientes que viven en Estados Unidos y sienten nostalgia por su país.

    Algunas de las empresas, como la de Olga Leticia Martínez, son promovidas por el Instituto Hondureño de Turismo.

    Otra garífuna hondureña que se dedica a esa actividad es Lina Hortensia Martínez, quien hace unos pocos años ganó el Premio Presidencial al Exportador por su producción de casabe saborizado, bajo la marca O’Big Mama, que desde 2008 está exportando sus productos a Estados Unidos.

    “Cualquier bocadillo con casabe va bien siempre, por eso es bueno que nos ayuden a vender lo nuestro, que además está hecho con nuestras manos y con todo el amor del mundo”, comentó Norma Casildo, para quien el mejor casabe es: “El que me enseñó a hacer mi abuela”.