26/04/2024
07:27 AM

Cuentos y leyendas de Honduras: El escondite

Dagoberto y Justina eran empleados de un almacén, su codicia y su afán por enriquecerse los llevó a robar.

    Dagoberto y Justina trabajan en un gran almacén de San Pedro Sula, no eran esposos y mucho menos novios, simplemente compañeros de trabajo, lo que los unía era la codicia. El dueño del almacén había depositado su confianza en esas dos personas, ella era la cajera y él el encargado de supervisar las ventas.

    Aparentemente todo marchaba bien hasta que Dagoberto y Justina se pusieron a platicar en una cafetería ubicada muy cerca del almacén. Me parece que nosotros trabajamos más de la cuenta y no somos bien remunerados, dijo Dago, y estaba pensando que podríamos hacer un dinerito extra si nos ponemos las pilas. Ella respondió: Ya había pensado en eso desde hace mucho tiempo, nosotros salimos del trabajo después de que todos se han ido para sus casas, no nos pagan horas extras y prácticamente somos esclavos del almacén... ¿pero que podemos hacer..? El sonrió, y dijo... Yo llevo el control de lo que se vende y vos el control de lo que paga la gente, entre los dos podemos crear un mecanismo de quedarnos con dinero diario sin que sea reportado, por lo menos yo tengo un plan que te lo voy a explicar. Ya vas a ver si no nos hacemos de buen billete. En aquel tiempo no se habían realizado los trabajos de construir la avenida de circunvalación y el tramo carretero ahí existente servía de paseo a los habitantes de San Pedro Sula y como sitio especial a los estudiantes del Trinidad Reyes, ese lugar fue el escogido por Dagoberto y Justina para esconder el dinero que estaban robando en aquel gran almacén donde gozaban de la confianza del propietario, mira Justina cuando tengamos dinero en abundancia podremos renunciar y dedicarnos a gastar el dinero a manos llenas, vas a disfrutar con el hombre que será tu compañero de hogar, hasta el momento no tengo compromiso con nadie dijo ella, pero qué sabemos más adelante y como vos decís a lo mejor me encuentro a un decepcionado por ahí jejejejejeje. Con la complicidad del robo comenzaron a salir juntos con más frecuencia y finalmente unieron sus vidas libremente. En esta vida a veces las cosas se van descubriendo poco a poco, o como dice la Biblia no hay nada oculto bajo el sol, el dueño del almacén notaba que las cosas no iban bien económicamente aunque la mercadería se vendía. Una tarde le dijo a la cajera Justina como están las entradas..? Muy bien señor las ventas han estado excelentes el día de hoy, qué extraño...? dijo el dueño porque a la hora de hacer cuentas hace falta dinero, este fin de semana contraté a una compañía que vendrá a hacer un inventario y hará una inspección detallada y minuciosa para ver en que estamos fallando. Justina mostró una fingida alegría cuando su patrón le informó sobre la auditoría pero por dentro todos sus órganos temblaban de miedo. Al salir del trabajo ese día no había robado nada, mostró su preocupación al informarle a su compañero Dagoberto... él asombrado dijo: Dios mío... nos van a descubrir, tenemos que hacer algo y pronto. Dejaremos de ir al escondite para que nadie nos vea, veo que ahora por las tardes llega más gente que antes. Hay que ser cuidadosos. Lo que más me preocupa dijo la mujer, es que al ser descubiertos nos lleven a la cárcel. Eso no sucederá mi amor, hay muchos medios para que no hagan la auditoría, pero cual será el desacuerdo? Preguntó. El único que veo más efectiva es quitarle la vida al patrón, aquella decisión hizo temblar a Justina quien al final la aceptó, tenemos que hacerlo es la única solución. Dagoberto era muy inteligente para la maldad, se fue a una farmacia y compró arsénico, indicó a su mujer que durante tres días le suministrara al jefe determinada cantidad en refrescos o comidas, y como ella le servía la comida a la hora del almuerzo comenzó a darle arsénico al dueño del almacén. Un día antes de que llegaran los auditores el hombre falleció, se dijo que había sufrido un infarto, el almacén fue cerrado por los familiares del dueño, los empleados despedidos con sus prestaciones correspondientes, y sucedió que al pasar una semana después de la muerte del comerciante Justina y Dagoberto decidieron ir al escondite para recoger una gran fortuna. Pero en la vida siempre hay sorpresas, unos tractores estaban trabajando precisamente donde ellos tenían el escondite o la huaca de dinero. ¡Virgen Santísima, dijo la mujer! y ahora como hacemos esos tractores han dejado el terreno parejo y no se sabe donde está nuestro dinero, aquel fue un golpe terrible para los ladrones. Pero ahí no había terminado todo, esa misma noche maldecían al equipo pesado que comenzaba a construir parte del anillo periférico sampedrano. Maldita sea, pero en la madrugada iremos a buscar, yo si me acuerdo del lugar, ahí me fijé que aún no habían removido la tierra, ahí está nuestro escondite, no te dije nada porque sos capaz de haberte ido a buscar el dinero... ¡y qué esperamos!, dijo ella... vamos ya.

    Fue así como la pareja salió de su casa llevando costales y una piocha. Alumbrado con un foco de mano Dagoberto trataba de orientarse en busca del tesoro, qué barbaridad, creo que ya removieron la tierra del escondite, la mujer estaba desesperada. No puede ser que nos quedemos sin nada, sigamos buscando. De pronto vieron una figura que se acercaba a ellos, luego se dejó escuchar una voz macabra: ¿Es esto lo que buscan, malvados..? Era el espectro del dueño del almacén cargaba un saco repleto de dinero y en medio del dinero caían gusanos rojos que emanaba un olor nauseabundo. Cuentan que aquella pareja fue encontrada muerta con una gran cantidad de billetes de banco rotos y llenos de gusanos, nadie se va de este mundo sin pagar lo que debe.