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Una playa en las alturas en Costa Rica

  • 28 junio 2016 /

Por caminos negros, el paisaje enamora; los cráteres regalan las mejores vistas

Costa Rica.

A cada paso se siente el crujir de la tierra. O, mejor dicho, de la ceniza. En algún momento resulta imposible no asociar este paisaje con el de la costa de arena negra de Islandia.

Aunque es un cráter, Playa Hermosa parece más bien un valle enorme. Su profundidad es mínima, lo que permite que el viajero camine dentro de él sin mucho esfuerzo. La zona es totalmente segura, el personal del Parque Nacional pasa por aquí en automóviles y camionetas. Debido a que parece un valle enorme, lleno de ceniza, este cráter se ha ganado el nombre de Playa Hermosa.

Junto a este primer cráter se encuentran otros dos: Diego de La Haya y Cráter Principal. En ellos no se puede caminar debido a que tienen entre 100 y 300 metros de profundidad, respectivamente. Bajar resultaría peligroso, por lo que se ha acotado el camino con una cerca de madera para que ningún visitante entre.

Foto: La Prensa


Aunque la delimitación sirve más como una especie de mirador. Desde aquí, los cráteres impactan por su tamaño, el color de sus paredes con algunos tonos rojos y una infinidad de grises.

Son el fondo perfecto para selfies y fotos de grupo. Lo mejor es venir temprano, ya que después del mediodía resulta complejo conseguir una instantánea sin algún “colado”.

Hasta hace un par de años, el Cráter Principal y el de Diego de La Haya contaban cada uno con una laguna. Muchos fotógrafos profesionales deseaban retratarlas porque, dependiendo de la época del año, cambiaban de tonalidad en una gama de verdes y azules.

Sin embargo, se secaron totalmente. Las explicaciones que manejan los expertos van desde fenómenos meteorológicos, como El Niño, hasta grietas que ocasionaron filtraciones.

De acuerdo con el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), la ausencia de las lagunas y las pocas fumarolas que se presentaron en los últimos tres años podrían ser signos de que el Irazú pronto estará totalmente inactivo.

Pese a que las lagunas ya no se aprecian, los visitantes no dejan de llegar. “Los volcanes tienen un enigma que atrae. Tal vez saber que tienen una personalidad propia que, de repente, puede despertar es lo que nos llama la atención para explorarlos”, cuenta Hernán Rodríguez, visitante del parque.

Aunque el punto más alto del volcán está a 3 mil 432 metros sobre el nivel del mar, todos sus cráteres se encuentran unos 300 o 400 metros más abajo.

Dada la altura, más vale llevar un suéter y bufanda, pues, sin importar la época del año, se siente el viento frío. Bien arropado no queda más que disfrutar la vista. Esto es pura vida desde las alturas.

Foto: La Prensa