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Portugal, un remanso de paz para los ricos jubilados británicos

  • 03 abril 2015 /

Los jubilados europeos ponen sus ojos en este imán del turismo portugués.

Monte da Palhageira, Portugal

Monte da Palhagueira, con su iglesia anglicana y sus jardines, es un oasis británico en el sur de Portugal, el Eldorado de los jubilados europeos. La única condición para vivir allí: tener más de 55 años y disponer de un buen colchón económico.

'Aquí, tengo una vida sin estrés, hago yoga y doy largos paseos con mi perro', cuenta Sally Kerr, de 64 años. Maravillada, contempla las verdes montañas que se ven desde la terraza de su chalé.

Kerr, que solía trabajar como responsable en de seguridad en la central nuclear de Sellafield (noroeste de Inglaterra), llegó a Portugal hace dos años.

Su esposo, David, un apasionado del golf, se quedó en su país. Viene todos los fines de semana y se reunirá con ella en cuanto se jubile.

El clima suave jugó un papel preponderante en su decisión de mudarse a Portugal: '¡Incluso en invierno, puedo tomar el té en la terraza!', exclama mientras riega las plantas. Y 'el coste de vida es un 30% más barato que en el Reino Unido', agrega.

Con sus sinuosos callejones adoquinados y sus casas encaladas de coloridas molduras, levantadas en una colina entre olivos y palmeras, Monte Palhagueira es un calco de las viejas aldeas del Algarve.

Pero la vida en el interior se parece más a la de un pueblecito británico. El inglés es indispensable, aunque se ofrezcan cursos de portugués a los recién llegados. Tanto las enfermeras como los médicos del hogar de jubilados construido dentro del complejo son ingleses, al igual que el párroco.

Rincón del paraíso
El Daily Telegraph y otros periódicos británicos llegan todas las mañanas. Con 78 años, George Rush, es un lector asiduo, y más teniendo en cuenta que es el redactor jefe del boletín trimestral del pueblo, 'The Full Monty'.

'No me imagino pasarme el resto de mi vida sentado en un sillón, el cerebro tiene que mantenerse activo. Escribir y aprender un idioma nuevo es mejor que quedarse esperando la muerte', dice este antiguo ingeniero aeronáutico.

'Este es nuestro pequeño rincón de paraíso, nunca nos aburrimos aquí, la gente se habla en la calle. En Inglaterra, tendríamos una vida mucho más solitaria', agrega su esposa, Paulette, exmaestra de latín nacida en Bélgica.

El idílico lugar, sin embargo, tiene un precio: para poder vivir en uno de los 33 chalés dispersados por las 22 hectáreas de terreno, hay que desembolsar entre 79.000 y 350.000 libras esterlinas (120.000-500.000 dólares, 110.000-475.000 euros).

En caso de mudanza o deceso, el grupo familiar Amesbury Abbey, propietario del lugar, reembolsa la suma a los residentes o a sus herederos. La empresa importó el concepto del Reino Unido y se queda con cerca del 5% del capital.

'Es como en Inglaterra, pero con más calor. Evitamos a las familias que tengan que vender la casa o pagar impuestos o tasas notariales', explica el director del grupo, David Cornelius-Reid.

Regalo fiscal

Y con las ventajas fiscales aprobadas por el gobierno portugués para atraer a inmigrantes ricos, 'empezamos a tener más demanda', añade.

Desde 2013, los jubilados europeos del sector privado que se instalan en Portugal están eximidos de pagar impuestos durante diez años de la pensión que reciben en sus países de origen.

Este regalo fiscal ha seducido a miles de jubilados de toda Europa, con los franceses en cabeza, que compraron cerca de 4.000 viviendas en 2014.

Monte da Palhagueira no acoge únicamente a británicos. Tras haber vivido en India, Italia, Francia y Estados Unidos, Margrethe Munch Thore, ex periodista gastronómica noruega de 77 años, y su marido Sten, profesor de economía sueco de 84, acaban de mudarse a un chalé de 270 metros cuadrados.

'Lo tengo todo aquí, no necesito viajar más', comenta Sten, mientras toca algunas piezas en su piano de cola. '¡No podría sobrevivir al frío glacial de Suecia!'.

Otro habitante del pueblo, Alan Barker, tiene sin embargo una queja. 'Un café cuesta tres veces menos en Portugal... pero aquí, no hay verdaderos pubs ingleses', lamenta este jubilado británico de 66 años.