Isla de Pascua, Chile. En el punto más elevado de
Rapa Nui, la cima del volcán inactivo Maunga Terevaka, se manifiesta el carácter de la isla, el lugar habitado más remoto del planeta.
Hacia donde se mire, a unos 500 metros sobre el nivel del mar, el azul cobalto del Pacífico tiñe el horizonte. Se asoma por detrás del pueblo Hanga Roa o a espaldas de la cantera del volcán Rano Raraku, donde hace más de mil años, los antiguos pobladores extrajeron la piedra para labrar los míticos moais.
Un encuentro cara a cara con estos monolitos de rasgos antropomorfos, protectores de la isla, atrae a los viajeros hasta esta lejanía, mejor conocida como Isla de Pascua.
Hay varias explicaciones sobre el significado de los moais. Una de las más difundidas asegura que se trata de monumentos funerarios. Se calcula que hay unos mil en la isla, que tienen entre 300 y mil 400 años de antigüedad.
El Rano Raraku se explora recorriendo un sendero bien delimitado, donde hay decenas de moais en distintas fases de elaboración, algunos están desperdigados por la ladera del volcán e incluso al interior de su cráter, donde hay una laguna.
Con el paso del tiempo muchos moais quedaron semienterrados, lo que ha permitido a los arqueólogos estudiar ejemplares perfectamente bien conservados.