Por descuido o mala planeación pocos se libran de haber caído en un desliz como huéspedes.
- Reservar en el último momento. Se recomienda hacerlo con tres meses de anticipación para encontrar buenas tarifas.
- Prestar poca atención a las fotos del portal del hotel. Sirven para analizar si el lugar se ve limpio y con qué tipo de amenities cuentan, así como para calcular el tamaño de las habitaciones.
- Equivocarse de hotel. Pasa más seguido de lo que se cree, especialmente cuando el viajero elige un alojamiento de cadena y esta tiene varias opciones en la ciudad.
- Olvidar la tarjeta de crédito. Provocará que el huésped tenga que dejar un depósito en efectivo para cualquier tipo de eventualidad. O si se pide que el cargo se haga con tarjeta de débito, quedará congelada cierta cantidad y esta no podrá utilizarse durante el viaje.
- Desdeñar los programas de fidelidad. A menudo ofrecen a sus miembros habitaciones con mejor ubicación o servicio de Internet y desayunos gratis.
- Ignorar los cargos adicionales. En ocasiones los impuestos no están contemplados en la tarifa que se ofreció.
- Subestimar la distancia entre el hotel y los sitios que se desean visitar. Aumenta el gasto con el transporte.
- Ser ruidoso. Hay huéspedes que creen que están en su casa y escuchan el radio o la televisión con el volumen al máximo.
- Prestar poca atención a los horarios de cocina, gimnasio y alberca. No todos los hoteles ofrecen estos servicios las 24 horas.
- No recurrir al concierge. Ellos saben en qué obras de teatro, bares, museos o restaurantes cercanos hay descuentos o la mejor ruta para llegar a cierto sitio.