15/04/2024
12:48 AM

Castillo de San Felipe, entre pasadizos y calabozos

  • 26 agosto 2015 /

San Felipe del Morro es el ícono capitalino; sus muros cuentan la historia boricua.

San Juan, Puerto Rico.

Algunos tenues rayos de luz logran colarse por las rendijas. Aun así sigue oscuro, lo que provoca que fluya la adrenalina al caminar por los pasadizos y calabozos del Castillo San Felipe del Morro.

Ubicado en la Bahía de San Juan, al norte de la capital de Puerto Rico, el edificio comenzó a construirse en 1539 por mandato de la corona española, colonizadora de la isla caribeña por más de 400 años.

Su misión era alojar nobles, de ahí que se le nombrara castillo; en realidad, con sus 28 hectáreas y seis niveles, fungió como fuerte y protegió al país de incontables ataques de temibles corsarios, como el que lideró el célebre Sir Francis Drake, en 1595.

Navíos estadounidenses abrieron fuego contra sus murallas durante la Guerra hispano-estadounidense, en 1898, cuando Puerto Rico, con sus 9 mil 104 kilómetros cuadrados, se convirtió en territorio norteamericano (a partir de 1952 está considerado Estado Libre Asociado al tener un autogobierno).

Atrás quedaron las sangrientas batallas; hoy el fuerte puede ser explorado casi en su totalidad para conocer parte de la historia de esta tierra y, de paso, sentirse en una película de piratas.

La mejor manera de recorrerlo es dejándose guiar por el instinto, caminar por pasillos que terminan en pequeños balcones o alguna salida a la playa.

Foto: La Prensa


En cada área existen cédulas que explican los acontecimientos más importantes ocurridos ahí. Los calabozos se mantienen fríos; solo los valientes querrán internarse en ellos. Por supuesto, no hay nada de qué asustarse, pero el silencio y penumbra del lugar resultan intimidantes.

La fortificación, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1983, es un laberinto, que solo
los más expertos soldados dominaban.

Algunas áreas están vacías, otras fueron adaptadas como museo. Se exhiben, por ejemplo, cañones de bronce del siglo 18, que debían ser maniobrados por 8 o hasta 10 artilleros. En uno de los cuartos se recrea un dormitorio de época; también se mantiene una capilla dedicada a la Virgen de los Navegantes.

Hay que prestar atención a los remaches de las puertas y la herrería de las ventanas, pues nunca han sido reemplazadas: llevan aquí más de 400 años.

Su madera no se ha hinchado, a pesar de la humedad que genera el mar, pues son de ausubo, árbol de la región, conocido por su fortaleza: soporta el agua y, dicen, hasta balas.

A los boricuas les gusta decir que gobiernos van y vienen, pero El Castillo de San Felipe del Morro siempre estará aquí para compartir un poco de su historia.

Para visitarlo
-Está abierto todos los días de 9:00 a 18:00 horas, excepto en Día de Acción
de Gracias, Navidad y Año Nuevo.
-Cada hora hay visitas guiadas de 20 minutos, tanto en inglés, como en español.
- El costo de entrada es de 5 dólares.