Aruba, territorio de las Antillas Menores, protectorado holandés, se le conoce como la Isla feliz porque, a decir de sus habitantes, saben gozar la vida, con sonrisas y sin prisas, pero también porque han aprendido a cuidar su hogar.
Para muestra: el Parque Nacional Arikok, zona protegida que ocupa casi 20% de la superficie de la isla y donde se concentran varios de los atractivos emblemáticos de Aruba, más allá de las playas de catálogo que se encuentran justo al otro lado.
Una exploración, a bordo de un 4x4, da cuenta de la increíble variedad de paisajes que hay: las colinas de lava, un verdadero campo de juego para comprobar la resistencia de los amortiguadores de cualquier vehículo; la terraza marina, un imán para los surfistas debido a su vigoroso oleaje, y el desierto, que distingue a casi toda la isla, pues llueve escasamente. Aquí, los cardones, nopales y biznagas viven en un cálido eterno paraíso.
Arikok también se puede andar
En sus 34 kilómetros cuadrados atesora senderos de distintas dificultades. El Miralamar, ideal para principiantes, presenta la flora y fauna endémica en apenas dos horas de caminata.
Animales
Con buena suerte, el visitante se topará con lagartijas, como el kododo (cnemidophorus arubensis) o burros de Aruba y, con mala fortuna, hasta con una cascabel de Aruba (contralus durissus Municolor). Todos en peligro de extinción.
A Arikok, además, acuden quienes desean ver pinturas rupestres. Dentro del parque hay cuatro cuevas, solo dos abiertas al turismo.