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Embarazada que murió en balacera presintió su fatal destino

  • 08 junio 2015 /

Heidi Raquel Reyes y su bebé de 7 meses fueron víctimas inocentes de un hombre celoso que intentó matar a su exmujer.

Choloma, Cortés.

“Voy saliendo, gordo, ¿qué me vas a tener de cena?” Era la voz de Heidi Raquel Reyes la que sonaba al otro lado del celular de su marido Jonathan, quien la esperaba en un apartamento de El Progreso, el cual ambos compartían desde hacía unos meses.

Como Heidi estaba de antojos a causa de su embarazo de siete meses, él se ofreció a cocinar aunque fuera una cena sencilla, pero la muchacha nunca llegó porque a la salida de la maquila de Choloma, donde laboraba, la estaba esperando la muerte.

Antes de abordar el bus que transporta a las obreras a sus domicilios, se desvió a comprar su gaseosa preferida en uno de los puestos cercanos al portón de la empresa, ubicada frente a la colonia López Arellano de Choloma.

En ese momento se produjo una balacera que detuvo para siempre la marcha de la operaria. No eran para ella los disparos hechos por un celoso hombre, sino para otra mujer y el marido de esta, quienes también laboraban para la maquila, pero el destino desvió dos de los perdigones hacia la humanidad de Heidi.

La mujer a la que iba dirigido el atentado es Sonia Fuentes Maldonado, quien salía acompañada de su nuevo marido, Héctor Iván Portillo. Sonia Fuentes, malherida cayó al suelo, junto a su nuevo amor, cerca de donde se desplomó Heidi.

Heidi y Héctor Iván, aún con vida fueron trasladados al Seguro Social de San Pedro Sula, pero ahí fallecieron. Sonia, a quien iban dedicadas las balas, solamente resultó herida.

Cuando la embarazada era transportada en un carro particular hacia el centro asistencial, pedía que al menos salvaran a su criatura, contó un operario que la iba auxiliando.

Sin embargo, cuando expiró, los médicos se negaron a extraer el fruto de su gestación aduciendo que el Ministerio Público les había advertido que no le pusieran manos al cuerpo, aseguró un testigo.

Foto: La Prensa

Los familiares de Heidi visitan su tumba y aún no creen la tragedia que pasó.

Enamorada

Heidi era una muchacha alegre, “coqueta pero honesta”, que nació hace veinte años en el hospital Mario Rivas de San Pedro Sula.

Vivió desde los cuatro años en la aldea La Guacamaya, de El Progreso, donde se casó por primera vez a los 16 años con un artesano de la costura, con quien procreó un niño que ahora tiene tres años.

El pequeño sigue esperando los carritos que ella le prometió la última vez que lo visitó en La Guacamaya, porque el niño no cree que haya muerto.

Pese a que se había casado en segundas nupcias con Jonathan, siempre mantenía buenas relaciones con su anterior esposo, quien tiene al niño, contiguo a la casa de los padres de ella.

Esa vez que llegó a La Guacamaya, dos días antes de su muerte, cocinó para su familia sopa de pollo indio, una de sus comidas favoritas, dijo su hermana mayor, Ruth Esther Reyes.

Mientras cocinaba hizo una broma que no le pareció a la familia: dijo que era la última vez que les hacía almuerzo porque se iba a morir, que no quería que fueran a llorar por ella. “Pura loca parecés”, le reclamó su hermana, quien ahora se pone a pensar que a lo mejor ya presentía su fatal destino.

También hizo un anuncio que resultó del agrado de todos: la niña que nacería dentro de dos meses se llamaría Marlene Elizabeth, igual que su madre.

Como a las cinco de la tarde se despidió con la promesa que regresaría cuando tuviera su próximo descanso en la maquila. Entonces aprovecharía para salir con su hermana a comprar las cositas de la niña.

“Hoy mismo estaría ella aquí en la casa, si no hubiera ocurrido la tragedia”, lamentó Ruth Esther el pasado lunes que estaban reunidos los vecinos y la madre, recordando a la difunta mientras cantaban alabanzas cristianas.

Los restos de Heidi fueron sepultados el domingo pasado en el cementerio de La Guacamaya, junto con la niña que le fue extraída de su vientre después que le hicieron la autopsia en la morgue medicina forense. Ese fue el deseo de la madre.

“Ya estaba bien formadita. Era blanquita como el papá. Se fue con un vestido amarillo. A mi hermana le pusimos el vestido blanco con que se casó mi mamá”, comentó Ruth Esther.

Jonathan quedó tan conmocionado con la tragedia, que no quiso referirse más al asunto, argumentando que desea llorar a solas su dolor.

“Quiero guardar para mí todo lo bonito que viví con ella. Es un recuerdo que no quiero compartir con nadie”, dijo el esposo de la dama, víctima de un celoso sujeto a quien ni siquiera conocían.

Al menos el padre pudo ver a la criatura, aunque fuera muerta, mientras permanecía como dormida recostada sobre el pecho de la madre.

Foto: La Prensa

Los parientes siguen lamentando y recordando los gratos recuerdos que dejó la joven, muy querida en la comunidad.