24/04/2024
09:58 PM

'Amenazaba a sus hijas y las mató para tapar los abusos”

Florida, Copán, Honduras.

La conmoción priva en la aldea San Rafael. El asesinato de las hermanas Mirna Marisol (15) y Zoila Nohemí Mejía (17) marca la vida de los pobladores, quienes aún no asimilan que su propio padre Miguel Ángel Mejía Chacón (38) les disparara y luego se quitara la vida.

Ayer a las 8:30 am, los tres féretros llegaron a la aldea San Rafael en Florida, Copán, donde radicaban desde hace cinco años, cuando regresaron del caserío La Sarrosa, en la aldea Calpules, Olanchito, Yoro, donde se habían trasladado a trabajar.

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La mezcla de angustia e impotencia se reflejaba en los rostros de los pobladores, quienes lamentaron el trágico suceso y dijeron que en la aldea todos le temían a Miguel porque siempre fue violento.

Foto: La Prensa

Mirna Marisol, Zoila Nohemí y Miguel Angel Mejía en una foto tomada recientemente.
“Mantenía amenazadas a las muchachas y las mató para tapar los abusos que cometía con ellas. Las tuvo como secuestradas, no las puso nunca en la escuela, no las dejaba ir a la iglesia ni adonde la familia. Creemos que tenía miedo de que contaran que abusaba de ellas”, dijo Elena Chacón, familiar de las víctimas.

Después de cinco horas de velatorio de los cuerpos en la casa de los padres y abuelos de las víctimas, a la 1:00 pm, el cortejo fúnebre partió al cementerio en la aldea La Zona, a unos cinco kilómetros de San Rafael, donde fueron sepultadas.

En una fosa colocaron los restos de las dos hermanas y en otra, el cadáver del padre que las asesinó.

Foto: La Prensa

La familia de Teresa Guzmán, madre de las dos hermanas fallecidas, pide saber de su hija.
Cadena de abusos

Pese a que los pobladores sospechaban que algo irregular ocurría en la vivienda de la familia, nadie se atrevía a denunciar, ni siquiera a conversar de la sobreprotección y hasta cierto puntos celos que mostraba de manera permanente Miguel por sus dos hijas.

“No las dejaba hablar ni con las mujeres del pueblo. Solo una vez que él se fue, Zoila nos contó que su papá les decía que les iba a cortar la lengua con el machete si contaban algo de la casa.

Era un hombre celoso y ella nos dijo que estaba embarazada, pero no tenía novio. ¿Cómo tenerlo si no las dejaba salir?”, relató Pedrina Aguilar, vecina de San Rafael.

Familiares y vecinos de la familia relatan que Miguel y sus dos hijas regresaron a San Rafael hace cinco años, cuando algo extraño ocurrió en Olanchito porque no regresó con Teresa, la madre de las jóvenes, sino solo, y nunca dejó que nadie se acercara a sus hijas, ni siquiera las abuelas materna y paterna.

La escalera. Ayer al ingresar a la pequeña vivienda a unos 10 pasos de la casa de los padres de Miguel, varios detalles revelaban el cautiverio que las jóvenes vivieron al lado de su progenitor.

Varios seguros colocó Miguel en las puertas para evitar que las jóvenes salieran al patio. No podían salir sin su permiso y si lo hacían, era solo con el celoso padre.

Foto: La Prensa

La escalera por donde Miguel penetraba al dormitorio de sus hijas quedó colocada en la pared que fue testigo mudo de los abusos.
De todos los mecanismos que inventó Miguel para controlar a sus hijas, una escalera artesanal de guarumo fue el centro de atención de los vecinos, quienes aseguran que era el medio que el padre utilizaba para penetrar al cuarto y abusar de ellas.

“Había puesto esa escalera en el cuarto y al subir jalaba el pasador del cuarto de las cipotas y entraba. Así abusaba de ellas y por miedo no dijeron nada las cipotas ni otros parientes que conocían lo que ocurría. Miguel siempre las celó con todos y el martes ocurrió algo que lo hizo ponerse más violento”, dijo un primo de Miguel Mejía.

La casa de un solo cubículo tenía varias divisiones. En la entrada había una pequeña sala y cocina y, al fondo, los dos cuartos de metro y medio cuadrado donde colocaron las pequeñas camas para dormir.

En esa casa, algo desató la furia del progenitor. Para muchos, la muerte de las jovencitas se debe al embarazo de Zoila.

Aseguran que en los últimos días se le observaban cambios en el cuerpo y, por el temor de ser descubierto, prefirió matarlas.

“No era una persona normal. Siempre tuvo actuaciones raras, siempre nos preguntamos por qué le gustaba escarbar la tierra sin motivos y hacer agujeros. Siempre dio una mala vida a sus hijas y hace años también a la madre de ellas”, dijo Aurelio Chacón.

La vida en la aldea San Rafael cambió. El recuerdo de esta tragedia los marca y ahora vigilan para evitar que los abusos generen luto y dolor.