28/04/2024
09:56 PM

Doña Lucy, la abuela al volante de su taxi

Nunca le han hecho una esquela. Los agentes de tránsito más bien la saludan cuando va por las calles.

    San Pedro Sula, Honduras.

    Se colocó en la cabeza sus lentes para leer y se miró en el retrovisor de su taxi para arreglarse la cabellera, pues sabía que sería fotografiada.

    Por ser la única mujer entre los 50 conductores de taxis colectivos que cubren la ruta del centro de la ciudad a la colonia Las Vegas, Lucila Acosta suele ser el centro de las bromas, pero también de las muestras de respeto de sus compañeros.

    Doña Lucy, como es conocida, es una alegre abuela de siete nietos que a sus 65 años se encuentra sola porque no ha sido muy afortunada en el amor. Solo tuvo dos hijos, que ya hicieron vida propia.

    Se considera bendita entre los hombres cuando se ve rodeada de sus compañeros en el estacionamiento de Emtracol, del barrio Guamilito. Mientras llega el momento de la salida, los conductores se entretienen narrando las vivencias del oficio o gastándose bromas unos a otros.

    Los pocos momentos de relax los tiene mientras espera el turno para salir.
    No importa que doña Lucy esté frente a ellos para contar las más picantes historias de sus vidas, pues la consideran una más del grupo. Ella acepta con una sonrisa y a veces con un fingido enojo las bromas que le gastan. Eso sí, a la hora de hablar sobre asuntos de trabajo su palabra se respeta.

    En los 15 años que doña Lucy tiene de ganarse la vida frente a un timón, un pasajero que se encontraba fuera de control le pidió una carrera para la terminal de buses, se acomodó en el asiento trasero y cuando pasaban por un lugar solitario le insinuó que quería tener relaciones sexuales, mientras manipulaba un arma de fuego.

    “Hombre, cómo se pone a creer, si yo puedo ser su mamá”, respondió con serenidad. En eso, al pasajero se le disparó el arma, con tan buena suerte para ella que el tiro no la tocó, aunque pasó sobre su cabeza. Tras el balazo, el hombre salió del carro asustado pidiendo disculpas: “No me haga caso, es que ando sobado”.