'No desear la mujer de tu prójimo'

En la actualidad este mandamiento bíblico ha perdido toda relevancia dando paso a las relaciones abiertas e incremento de infideliades

  • 13 ago 2018

Sólo un pecado tiene dos mandamientos en la Biblia: uno para no incurrir en él, 'No cometerás adulterio', y otro para ni siquiera pensarlo, 'No desearás a la mujer de tu prójimo'.

Los mandamientos, sin embargo, no han modificado el comportamiento humano. La infidelidad es una de las prácticas más rechazadas por la moral, pero también una de las más comunes. Según Esther Perel, autora de The State of Affairs: Rethinking Infidelity, 'El adulterio ha existido desde que se inventó el matrimonio y también el tabú en su contra. Sin embargo, la infidelidad tiene una tenacidad que el matrimonio sólo puede envidiar.'

Las sociedades se han vuelto tolerantes ante las relaciones sexuales, pero el rechazo a la infidelidad ha aumentado. Cuando las familias arreglaban los matrimonios de los hijos, la infidelidad (de los hombres) no sólo era tolerada sino esperada. Debido a que 'el matrimonio era un evento político, económico y mercenario', señala Stephanie Coontz, 'mucha gente pensaba que el amor verdadero, incontaminado, sólo podía existir fuera de él'.

Las parejas de hoy se forjan en libertad, lo que hace que la infidelidad se convierta en una traición personal.

La enorme mayoría de los divorcios y separaciones son producto de infidelidades, pero el concepto se ha ampliado. Ya no es sólo una relación sexual. Un chat amoroso o provocador puede ser identificado como traición.

'Las infidelidades algunas veces involucran sexo y a veces no, pero siempre son eróticas -escribe Perel--. Como lo entendió Marcel Proust, nuestra imaginación es la responsable del amor, y no la otra persona.'

No solo quienes están en relaciones insatisfactorias cometen infidelidades. Son innumerables los ejemplos de engaños de hombres y mujeres en matrimonios o relaciones estables y satisfactorias. El deseo tiene más fuerza que la razón. El sentido de transgresión es parte importante del atractivo de la infidelidad.

En las comunidades del paleolítico la infidelidad no era un problema porque la promiscuidad era la regla. Cuando la propiedad se convirtió en requisito para la agricultura, en el neolítico, la fidelidad fue una imposición patriarcal a las mujeres para garantizar que sólo los hijos del dueño heredaran la tierra.

Las mujeres eran una propiedad más de los hombres. Por eso estaba vedada 'la mujer de tu prójimo'. La fidelidad no tenía que ver con el amor.

Hoy la fidelidad es la ruptura de un compromiso de amor. Por eso duele. La moral sexual, sin embargo, está cambiando. Antes se pretendía que la monogamia fuera condición de vida; en la actualidad, a lo mucho, se esperan relaciones monógamas sucesivas. 'Monogamia significaba una persona de por vida, hoy quiere decir una persona a la vez', según Perel.

Una 'infidelidad puede destruir una relación, sostenerla, forzarla a cambiar o crear una nueva'; pero muchas veces pierde su sentido, el gusto de lo prohibido, cuando se convierte en una relación fija. El deseo se reserva para el amante, no para el cónyuge.

La 'exclusividad sexual', dice Dan Savage, no puede ser la única 'señal de devoción'. Un número creciente de parejas tiene relaciones abiertas, algunas con mayor estabilidad que las monógamas. La cultura popular empieza a asumirlo.

'Y si con otro pasas el rato, vamos a ser feliz, vamos a ser feliz, felices los cuatro.' La canción de Maluma, lejos de generar repudio moral, se ha convertido en un sonado éxito musical.