27/04/2024
02:02 PM

Vidas valiosas perdidas

    Cada vez que en los medios se publica la noticia de un accidente de tránsito en el que ha habido pérdidas humanas, como el sucedido la semana pasada en Taulabé o esta semana en la carretera de Olancho, al final se incluye un resumen de los fallecimientos hasta ahora acaecidos por esa causa y se señala que es una de las razones por las que más personas mueren en nuestro país. Y cada día que pasa, el número no hace más que aumentar y la razón solo se repite.

    Que haya accidentes de tránsito es algo inevitable, en Honduras y en cualquier país del mundo. Hay circunstancias que no pueden prevenirse, eventos que son verdaderos accidentes, porque un conductor ha tomado todas las previsiones del caso y, aun así, se presenta un desperfecto mecánico o cualquiera de esos imponderables que nadie espera que sucedan, pero que se presentan.

    Lo trágico es cuando la muerte se cruza en el camino de gente inocente porque la unidad de transporte no ha recibido el mantenimiento adecuado, cuando una persona conduce bajo los efectos del alcohol u otra droga, o un desaprensivo conduce imprudentemente.

    En estos casos no se ha dado exactamente un accidente sino un hecho criminal, se ha cometido un delito.

    Cualquier hombre o mujer que conduce por las calles y carreteras de este país puede referir cómo en tantas ocasiones se ha encontrado a un irresponsable saltándose una mediana, o dando vuelta en U donde está prohibido, o rebasando en una curva, o quitando el derecho de vía.

    Y parece que, entre más grande es el automóvil, su conductor se siente con mayor derecho a atropellar el de los demás y a demostrar que es capaz de infundir miedo al resto de los que conducen sobre la misma ruta.

    En el fondo no deja de ser un problema que tiene que ver con la educación de nuestra gente. Y cuando se habla de educación no solo se hace referencia al nivel de escolaridad alcanzado. Además de ese detalle, cuenta también la formación en valores que se ha recibido, la calidad de ser humano que se sienta al volante. Porque hay profesionales universitarios que manejan como salvajes y gente con pocas letras que conduce como un auténtico caballero o una verdadera dama.

    Deben tomarse medidas. Hay suficientes disposiciones legales para castigar a los que delinquen cuando conducen un automóvil de gran o poco calado. Pero, sobre todo, hay que formar a nuestros conciudadanos. Porque al final es un asunto de respeto, de reconocimiento del derecho ajeno, de comportarse como seres humanos y no como bestias.