26/04/2024
12:56 AM

Tarea urgente

    La violencia e inseguridad han ido ganando terreno en las últimas décadas llegando, incluso, hasta aquel lugar en el que aún se mantenía la creencia de que la comprensión, la confianza y el amor eran sólidas bases para impedir la invasión de los atentados contra la vida. Pero no, la radiografía proporcionada en la publicación de LA PRENSA la semana pasada es evidencia conjunta de lo que, casi a diario, observamos en las páginas de sucesos.

    Para algunos, el tema es extemporáneo en estos días de devoción y recogimiento para muchos y descanso y diversión para otros. Pero no. La situación grave en el hogar debiera llamar la atención y alertar a la sociedad de que el pilar fundamental de coexistencia, armonía y fuente de valores experimenta un deterioro en su defensa no solo por los acelerados cambios en las generaciones, abuelos, padres, hijos y nietos, sino, sobre todo, por la pérdida de respeto e incomprensión que se eleva a la enésima potencia en quienes tienen lavado el cerebro con el machismo.

    La desintegración familiar, al bamboleo de ideologías, va abriendo grietas en el hogar que desembocan en desesperación y eliminación de los más débiles en un ambiente de cruel confrontación e intolerancia que ha llegado a niveles de aniquilación en la sociedad, pero con mayor irracionalidad y angustia en el ámbito familiar.

    Es necesario promocionar y acuerpar los valores de la familia, de manera que las nuevas generaciones recobren el orgullo de antaño cuando los más jóvenes eran conocidos y presentados como miembros de una familia, de un matrimonio, de un hogar. Y aún en muchos casos se recuerda el lugar de procedencia de los antepasados que hubieron de abandonar su tierra para sacar adelante a los suyos, fortalecidos como grupo pese a la ley natural de separación cuando llegó la edad y cada cual fundó su núcleo familiar sin olvidar el origen.

    Todo ello puede sonar a romanticismo e ilusión, pero los mayores añoran aquellos días de reuniones en ambiente familiar tolerante, respetuoso y comprensivo. Mucho se ha perdido y, en el peor de los casos, vamos llegando al extremo del irrespeto por la vida e intolerancia hacia quienes en algún momento calificamos de seres queridos. Es irreconocible el paso de nuestra sociedad hacia la destrucción del hogar, hacia el aniquilamiento de la familia con la violencia, pero también con la pérdida de valores que eran luz en el camino de la convivencia y el entendimiento.

    Las celebraciones de esta semana debieran ser de reflexión para acercarnos más a valorar la vida en familia donde cada uno de sus miembros necesita de los demás y aporta no solo algo material, sino amor y comprensión en hogar. Tarea urgente por hacer para todos.