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Sin compostura

  • 02 mayo 2023 /

    Prever y prevenir no entran en la agenda del gobierno, sea del color que sea, y las soluciones o supuestos remedios comienzan a abrirse camino cuando la emergencia no toca ya a la puerta, sino que ha entrado de lleno. Claro que con astucia se vuelve la vista hacia otro lado y de inmediato son identificadas las causas que salvan la miopía, negligencia o intereses muy particulares.

    A estas alturas tras los apagones recientes y los que vendrán, el anuncio del funcionamiento de tres subestaciones de energía eléctrica, dos en San Pedro Sula y una en Choloma, ha producido el clásico alivio con la coletilla de hasta no ver no creer, pues la ruta tiene su meta para el 2025. Lo que quizás pudo ser previsto no fue prevenido pese al desarrollo urbano y a la expansión industrial en la zona que claramente mostraban la necesidad de fortalecer y ampliar el servicio eléctrico.

    Ahora que es innegable la deficiencia en un muy alto nivel presentan soluciones que como en la mayoría de los casos estará condicionadas a recursos externos a través de préstamos o ayuda solidaria de países cooperantes. Lo cierto es que si falla la electricidad la inversión se resentirá y la industria de la construcción, sector que absorbe numerosa mano de obra, mostrará debilidad pues sin energía segura no hay confianza.

    No es invención ni exageración, pues la misma fuente oficial reconoce el daño causado a la población, a las empresas y a la creación de fuentes de empleo. “Las nuevas subestaciones nos van a permitir alivio en toda la zona que está congestionada y debido a la falta de inversión histórica ha sido difícil asimilar nuevos proyectos de inversión”.

    Lo que está a la vista no necesita anteojos, es el dicho popular y desde hace tiempo los empresarios se han quejado de las deficiencias en el servicio de energía, advirtiendo de los altos riesgos para la inversión sin que en el sector oficial se haya visto interés alguno en dar solución. Desde hace meses escuchamos la voz de alerta. Vienen los apagones y ahora aparece la necia explicación en mejorar servicio, la calidad del voltaje y la capacidad para futura demanda.

    A ello hay que sumar aquello del cambio climático, reflejado en las altas temperaturas con gran demanda de energía en las horas punta que es cuando los equipos no soportan y “saltan”. Lástima que no haya señalamientos concretos para deducir responsabilidades, pues los deberes debieran ir de mano de los derechos, esto últimos exigidos incluso ante la justicia, pero no así los primeros que hallan elementos coludidos para concluir que no fue culpa de nadie, sino del sistema mismo que década tras década no tiene compostura.